La enseñanza ante
los nuevos espacios comunicativos
Como podemos intuir, la
enseñanza no es ajena a estos cambios, pese a su tradicional resistencia
a toda innovación. Pero ese no ser extraño no ha significado,
aún, una transformación al menos similar a la que ha existido
en el resto de la sociedad. Algunos nuevos medios y recursos han entrado
en las aulas pero sin que ello haya supuesto la aparición de una
nueva aula. Los nuevos medios se han integrado dentro de sistemas y diseños
pensados y dearrollados para otras situaciones y realidades comunicativas,
lo que ha significado realmente una desnaturalización de los nuevos
recursos y con ello su aletargamiento.
Es necesaria una nueva concepción
de la educación que no escapa a la influencia de la renovada ideología
social planteada en los apartados anteriores. La educación, que
había sido considerada como factor de progreso y libertad, desde
el postmodernismo que caracteriza nuestro final de siglo se plantea como
institución en crisis. Tal y como tradicionalmente ha ocurrido a
lo largo de la historia la escuela ha quedado anclada en un pasado que
no responde a los alumnos del presente, es una escuela moderna para alumnos
postmodernos.
No responde a las necesidades
del marco social en el cual se integra, por lo que un profundo cambio es
necesario y se orienta hacia la exigencia de formar ciudadanos conscientes
del mundo en que viven y capaces de afrontarlo de forma participativa,
tomando decisiones conscientes sobre su sociedad.
La escuela además
ha de promover el aprendizaje de las herramientas necesarias para acceder
a la vida del trabajo. El actual modelo educativo se nos aparece obsoleto,
mientras la sociedad y los sistemas productivos avanzan, evolucionan y
se adaptan a las exigencias del mercado. La idea de escuela ha de cambiar
y hacerse más flexible de tal modo que comenzamos a vislumbrar la
importancia de otros entornos educativos como la formación permanente
en empresas, industrias y en general en el propio puesto de trabajo.
En definitiva, la cultura
en la que la escuela ha de desarrollar su labor es una cultura para vivir
y caracterizada por el desarrollo y el impacto de las tecnologías.
La nueva escuela exige un reajuste curricular a todos los niveles: hábitos,
actitudes, contenidos, estrategias,... Significa, por tanto, que hemos
de plantear un nuevo concepto de educación diferente al tradicional,
una escuela distinta a la que hemos conocido.
Tales planteamientos conducen
a darle mayor valor a la enseñanza individualizada en contra de
concepciones funcionalistas de la sociedad típicas del sociologismo
americano y en contra igualmente de enfoques dinámicos de la teoría
crítica y marxista. Serán, como ya hemos dicho, las tecnologías
de la información y la comunicación las que construyan los
lazos sociales, y no la escuela.
a) Contenidos y medios.
Si observamos los sistemas
escolares formales podemos constatar que la base de la enseñanaza
sigue situándose en el dominio de habilidades que se corresponden
con los sistemas de comunicación que han configurado la sociedad
en los últimos siglos: la lectura alfabética y la escritura
fonética. Al igual que decía con relación a César
y Napoleón, Filípides y Strogof, podemos decir ahora con
relación a los contenidos instrumentales. Pero como apuntaba, mientras
que tras la Segunda Guerra Mundial se han producido cambios significativos
en los sistemas de comunicación en la sociedad, éstos no
se han proyectado en los contenidos relacionados con las habilidades comunicativas
dentro del sistema escolar.
b) Métodos de
enseñanza.
Respecto a los métodos
de enseñanza tampoco se han producido los cambios que la nueva sociedad
demanda. Continuamos enseñando contenidos tradicionales con métodos
tradicionales y medios tradicionales, cuando los alumnos a los que
enseñamos ya no son los de antes, sino que aprenden en un contexto
familiar y social invadido por el avance de estas tecnologías y
por tanto formados en una cultura diferente. Por otra parte, la relación
entre los métodos y los medios es clara y biunívoca. El medio
elegido va a condicionar el método y viceversa.
c) Modelos de enseñanza.
No vale tampoco repetir
modelos, han de buscarse otros nuevos, distintos. Los nuevos medios exigen
modelos de enseñanza abiertos y flexibles, que se puedan adaptar
a las exigencias y necesidades educativas de los usuarios. Si antes planteamos
la cuestión del espacio y del tiempo, en relación a la educación
han de definirse las condiciones respecto a ambas variables. Así
podemos jugar con una enseñanza flexible en el espacio (consultas
telefónicas, teleconferencia, teleclase) o en el tiempo (diseño
de materiales de uso individualizado) o en ambas dimensiones permitiendo
así al usuario decidir cómo, cuándo y dónde
va a afrontar una tarea instructiva.
Por otra parte ha de considerarse
el uso de un modelo más participativo frente a modelos de carácter
individualizado o la combinación de estrategias de trabajo grupal
e individual desde un modelo mixto.
d) Profesores y alumnos.
En definitiva es necesaria
una enseñanza que responda a los nuevos modelos comunicativos de
la sociedad actual. Ante los nuevos modos de comunicarnos se exigen nuevos
modos de enseñar e igualmente nuevos modos de aprender, pues la
responsabilidad no es únicamente del docente. El alumno ha de cambiar
también su rol y buscar un rol activo en la construcción
de su propio proceso de aprendizaje. Ya no sirve el alumno que se limita
a asimilar información, sino que ha de ser crítico, indagador,
reflexivo, investigador, creativo.
Nos encontraríamos
así con una enseñanza personalizada, elección individual
de objetivos de aprendizaje, múltiples profesores para múltiples
alumnos, alumnos interactuando con alumnos, enseñanza flexible,
entornos de aprendizaje diversos (casa, centros de trabajo, centros de
documentación, instituciones educativas), flexibilidad de horarios,
simultaneidad de aprendizaje y trabajo (telenseñanza y teletrabajo),...
A modo de conclusión.
Tratar de concluir algo
a la vista de lo dicho encierra cierto grado de incoherencia. Una sociedad
que no está en una fase de transformación, sino sometida
a un cambio permanente, pone difícil la tarea de concluir algo sobre
ella. Diríamos pues que podemos hacer algunas consideraciones que,
surgiendo de lo dicho, no cierren excesivamente el espacio.
La primera cuestión
que podríamos plantear es que la disponibilidad tecnológica
es muy superior al conocimiento existente para su aplicación en
la enseñanza. En los años inmediatos deberá hacerse
un esfuerzo importante en el desarrollo de modelos didácticos que
utilicen, de forma original y eficiente, las posibilidades comunicativas
de los medios.
La segunda idea tiene que
ver con la enseñanza en tanto que un subsistema dentro del sistema
social. Difícilmente puede aquélla mantenerse al margen de
los cambios comunicativos y por extensión organizativos que se están
desarrollando en nuestro entorno. El enfrentamiento conceptual, metodológico
y organizativo de la enseñanza presencial, tal como la entendemos
hoy, con la enseñanza a distancia, debe tener sus días contados.
En la medida en que el modelo comunicativo que sustentaba esta dicotomía
desaparece, es previsible que sea necesario preparar a las instituciones
educativas para su desaparición tal como hoy las entendemos, sobre
todo y en un primer momento las instituciones de enseñanza superior.
La oferta de estudios mediante sistemas de teleenseñanza será
la posibilidad que justifique la existencia de los centros superiores.
Plantearnos cómo
será la enseñanza del siglo XXI ineludiblemente nos obliga
a pensar en las implicaciones y posibilidades del desarrollo tecnológico
aplicado a la enseñanza. En la sociedad postmoderna la escuela ha
de ser postmoderna; en la sociedad de la información la escuela
ha de ser un instrumento y vehículo de información; en la
sociedad de la imagen, la escuela ha de promover la alfabetización
audiovisual; en la sociedad multicultural, la escuela ha de responder a
las necesidades de la diversidad;... Tales planteamientos nos conducen
a pensar que la escuela del siglo XXI necesariamente será distinta
a nuestra concepción actual, basada en modelos que responden a esquemas
tradicionales ya desfasados con respecto a los cambios que han tenido lugar
en el entorno social.
Por otra parte no hay que
utilizar los medios por el simple hecho de querer innovar sin ser conscientes
de las implicaciones de tal integración. Un pensamiento común
en el marco de la Tecnología Educativa es la idea de que incorporar
un medio a la enseñanza no constituye en sí mismo un elemento
de mejora de la calidad de la misma. Las innovaciones tecnológicas
han de ir asociadas a cambios metodológicos, cambios de procedimientos,
cambios de actitudes en el profesorado, cambios en los objetivos, flexibilidad
en el diseño de tareas, cambios organizativos,...
Si la enseñanza se
desarrolla como un sistema en el que las variables se interrelacionan,
los medios son uno más de esos factores con los que jugar.
Por último queremos
añadir una reflexión de carácter global sobre este
tema que nos ocupa. Estamos en un campo donde somos muchos los que especulamos
sobre las implicaciones de los nuevos modelos, construimos teorías
sobre cómo debe configurarse esa futura situación, imaginamos
posibilidades de nuevos medios, etc. olvidando a menudo que se trata de
un campo en el que sólo la experimentación nos permitirá
ir al ritmo que nos marcan los desarrollos sociales. En definitiva, somos
muchos los que hablamos y muy pocos los que de verdad actúan...
¡y hay que actuar, aún a riesgo de equivocarnos, o llegaremos
tarde!
(*) Francisco Martínez
Sánchez
Dpto. de Didáctica
y Organización Escolar
Facultad de Educación
- Universidad de Murcia - España
(*) M. Paz Prendes
Espinosa
Dpto. de Didáctica
y Organización Escolar
Facultad de Educación
- Universidad de Murcia - España
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