Los sonetos de la reforma  

En el apéndice de uno de sus libros, Filloy reproduce el “canto Básico de la revolución” según él mismo lo define. El mismo que recitó durante la entrevista, después de preguntar... “si quiere se lo digo”. También hace referencia al ambiente revolucionario del ´18 y a los versos que con algunos compañeros de estudio dedicaban a los profesores “de morondanga”.  
Mi primer soneto aconteció en 1915. Era alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba. Era mi profesor de “Minería” el hijo del codificador –Doctor Rodríguez-. Fijado el tema para una clase posterior, en vez de memorizarlo estudiando, se me ocurrió concebirlo en un soneto, de forma irregular por cierto. Helo aquí:  

Toda persona puede abrir en la tierra 
un socavón para explotar metales, 
si cumple con los términos legales 
que el precepto 106 encierra. 
En la solicitud pondrá, sincero 
qué ancho y largo de tietta necesita;  
y la ley le dará cuanto se cita 
en la sección del Título Tercero. 
Así con los derechos acordados 
seguirá su labor en el subsuelo 
en pos de los filones ensoñados; 
Y sin que nada el código le incumba 
el socavón será premio consuelo 
o bien, desmoronándose, su tumba. 

La casualidad me eligió a mí para dar la clase. Con la mayor naturalidad posible comencé a desgranarlo. Tras el primer cuarteto, el profesor (“Peluquilla”) paró la oreja. Al comenzar el segundo se engranó visiblemente y, al finalizar el poema, lanzó un furibundo “¡Váyase afuera, no permito que nadie tome en solfa a mis padres!”  
Interpretaciones...Tres años después, irrumpió la Revolución Estudiantil Revolucionaria. En el ambiente caldeado de los claustros, una sucesión de sonetos contestatarios labrada por mi condiscípulo rosarino Juan F. González y por mí, comenzó a circular en una especie de retablo sarcástico poco antes del célebre 15 de junio.  
Omito el humor, la sorna y la rabia que inflamaron esos sonetos. Transcribo únicamente el genérico que ha llegado hasta hoy:  

Madriguera de curas sin sotana 
paseando sus ínfulas de sabios 
petulantes que ladran los resabios 
de antiguas leyes y doctrinas vanas. 
Sobre la ciencia y la verad profana 
vomitan impotentes sus agravios,  
porque nunca dirán sus viles labios 
más que dogmas y prédicas malsanas 
Más, cuando penetre luz de idea 
y descubra esa turba farisea 
en las rancias morales que respira, 
La jornada triunfal no estará lejos 
pues rodeará la creación de Trejo 
con todo su armatoste de mentira. 

Desde esas lejanías históricas, la vocación literaria, inquebrantable, me insta a modelarlos y conservarlos a lo largo de mi vida. Cosas curiosas. Ese afán secreto rarísimas veces fue violado. Creo haber publicado únicamente dos sonetos en mi largo derrotero. De tal suerte, están puede decirse en un hortus conclusus, un huerto cerrado.  
Este muestrario, que difundo ahora en esta coyuntura, obedece a una instancia ineludible y privada.  
   
(*) Entrevista realizada a   J u a n  F i l l o y  
por los Lic. Deolinda Abate Daga  y  Sergio Martín