El final de las utopías educativas. Un adiós sin penas no olvidos
Mariano Narodowsk 

Comentario: Ana Terreno

Los beneficios de la incertidumbre

En los escritos que conozco de este autor, diferencio al menos dos tonos: uno, próximo a las rutinas académicas en boga y otro, donde los argumentos se extreman y se exponen con mayor desenfado(término que uso como adjetivo de libre-atrevido). Este artículo pareciera corresponder al segundo. En ambos, de lo que generalmente se trata, es descubrir lógicas de funcionamiento y desechando maniqueísmo, pensar, para construir así un campo de posibilidades; en este caso sobre el final del discurso pedagógico moderno.
Construcción de un origen y despedida con memoria
Para Bowen (1985) el utopismo constituyó un aspecto importante de los planteos reformistas del siglo XVII y desde entonces, un rasgo permanente de la literatura educativa occidental. Señala, que los cambios educativos posteriores, fueron el desarrollo del sueño de Comenius. Desde otra posición -y otras herramientas- Naradowski nos dirá, que el punto cero de la pedagogía y la educación escolar de la modernidad es la Didáctica Magna del anabaptista moravo. Trabaja esta obra como un paradigma transdiscursivo, porque en su trama encuentra presente todos los componentes de la institución escolar y especialmente el núcleo común que orientó la reflexión pedagógica durante los últimos tres siglos. ¿Qué componentes? El autor menciona, entre éstos, la escolarización de la infancia, el acuerdo entre familia y escuela que permite el traspaso de la educación infantil a la esfera pública, el método de instruccióm simultánea como forma de organizar la enseñanza y por supuesto el maestro, tributario del pedagogo, pero poseedor de un saber legitimado que le permite ocupar un lugar de privilegio en una relación asimétrica con los alumnos. Analiza especialmente uno de los dispositivos del discurso pedagógico moderno, las utopías educativas, como ideales de vasto alcance, porque se relacionan con una propuesta de orden social y como utopía metodológica, en la medida que se supone que el aprendizaje sólo depende de una didáctica rigurosamente aplicada.
¿Quo vadis?
Convengamos que, en esta suerte de posmodernidad (periférica, para colmo) y el “canto” a la diversidad pero con ajustes económicos estructurales, no es fácil encontrar un piso de afirmación positiva para caminarlo en nuestra cotidianeidad.
Convengamos con Narodowski (¿cómo no hacerlo?) que las utopías sociopolíticas totalizantes están en crisis o lo que es lo mismo, está en crisis su poder prescriptivo. Pero como es sabido, que de los laberintos se sale por arriba, creo que podemos convenir (o no) sobre dos cuestiones.
Una de ellas, es que si bien los discursos pedagógicos orientados por una finalidad totalizante, se legitiman internamente a partir de un modelo determinado de sociedad, esa legitimación supone niveles de consenso sobre sus prescripciones. Por eso necesitamos conocer más acerca de la construcción de esos niveles y necesitamos también saber cómo incidieron en la dinámica concreta de la práctica escolar de cada docente y cómo fueron procesados por las instituciones educativas, dado que si bien la escuela no es sólo un espacio de “llegada”, tampoco el maestro es un sujeto soberano dentro del aula.
La según cuestión se vincula con la utopía metodológica, utopía que para Narodowski sigue vigente, como búsqueda de un modelo perfecto de enseñanza, libre de impurezas. Convengamos que la educación tiene un componente utópico en la medida que pretende racionalmente modificar una situación y que –por suerte para mis vecinos académicos- si es correcto el apotegma de un sagaz especialista en administración educativa, que afirmaba que las soluciones de hoy son los problemas de mañana, las búsquedas orientadas a lograr aprendizajes mejores serán permanentes. Pero que, desde hace bastante tiempo, los “filósofos de la sospecha” y los enfoques etnográficos, entre otros aportes, han barrido con la “dictadura” normatizante de los didactistas. Ya hace veinte años que Regina Gibaja, en su libro El mundo simbólico de la escuela, afirmaba, que cada aula representa una manera posible de desarrollar un proceso de enseñanza y que este proceso era en algunos aspectos, único y particular y en otros, comparable y compartido.
Ninguna realidad sociopolítica es tan homogénea como para no permitir la construcción de espacios de cambio, aunque éstos sean comparativamente modestos. Entre la nostalgia y el pragmatismo, Narodowski apuesta al hombre de carne y hueso más que al hombre genérico, a las luchas cotidianas más que a las epopeyas, y finalmente apuesta más a la desregulación del deseo que al disciplinamiento uniformador como acceso a la condición posmoderna. ¿Convenimos?

Referencias

Bowen, James. 1985. Historia de la Educación Occidental. Tomo Tercero. Barcelona. Editorial Herder.
Gibaja, Regina. 1992. La Cultura de la Escuela. Creencias pedagógicas y estilos de enseñanza. Buenos Aires. Aique Grupo Editor.



 
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