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El hombre y la erosión: una relación que necesita ser más armónica(*) 
 
La erosión es un proceso natural ligado a la dinámica evolutiva del planeta y constituye un eslabón más del ciclo geológico de la corteza terrestre. La parte externa de este ciclo tiene la finalidad de alcanzar equilibrios de masa y energía en el planeta a través de la movilización de materiales desde las partes emergidas y más elevadas hacia sectores más bajos o deprimidos; así las cuencas marinas reciben los sedimentos  que pierden los sistemas montañosos continentales.
 
 
 
Los tres procesos involucrados en esta parte del ciclo, erosión, transporte y sedimentación, son llevados a cabo por distintos agentes como agua líquida, hielo o viento.
La erosión es el proceso por el cual se desgastan y rebajan los materiales que afloran en la superficie terrestre y siempre significa pérdida de los mismos. Según el agente que lo provoca y transporta las partículas liberadas hablamos de: erosión glaciar (glaciar), fluvial ( ríos o arroyos), litoral o marina (olas, corrientes litorales), hídrica (agua excedente de precipitaciones) y eólica (viento). Cada una de estas variantes está relacionada a una determinada condición climática o posición en el paisaje.
Asumiendo que la Tierra es un planeta vivo el ciclo geológico es un continuo y, por lo tanto, los procesos que lo movilizan tendrán lugar indefinidamente. HUBO, HAY y HABRA EROSION.
Ahora bien, este gran ciclo geológico implica en su parte exógena interacciones entre la litósfera, la atmósfera, la hidrósfera y la biósfera y, como éstas son esferas heterogéneas o muy variables, los resultados de estas interacciones son  muy diversos. Nos interesa en este artículo analizar la relación de un  integrante de la biósfera, el HOMBRE, con los procesos de EROSION y las consecuencias que para ambos se derivan.
Todos sabemos que la distribución mundial de población  está regida fundamentalmente por las posibilidades que el medio brinda al hombre como fuente de recursos indispensables para la vida. Uno de estos valiosísimos recursos es el SUELO ya que constituye el medio natural en el cual el hombre desarrolla el mayor número de actividades: sobre él asienta viviendas, edificios públicos, caminos, realiza actividades industriales y obtiene la mayor parte de los alimentos y fibras para su indumentaria. El nivel de vida de una población está determinado, en cierto modo, por la calidad de sus suelos. De esta manera, para el hombre no tiene igual significado que este proceso natural, la erosión, actue sobre rocas del desierto que sobre suelos fértiles, y no obstante y aquí lo paradójico, el hombre con sus actividades ha potenciado o acelerado ritmos de erosión natural donde no lo desea. ¿Porqué? Fundamentalmente porque ante el aumento poblacional, la demanda de alimentos se eleva y el hombre comienza a ejercer fuertes presiones de uso sobre los suelos sin un conocimiento profundo de sus potencialidades y limitantes.
Así, suelos que tenían aptitudes para uso forestal fueron incorporados a la producción agrícola-ganadera mediante la tala indiscriminada de su cobertura vegetal. Un ejemplo en nuestro país es lo sucedido en el Chaco Santafesino donde la empresa La Forestal durante 50 años taló árboles de quebracho colorado en 2.100.000 has. provocando graves deterioros al ecosistema natural que, entre otras cosas, ante la pérdida de la vegetación, sufrió y sufre importantes procesos de erosión hídrica. Otro ejemplo destacable por su magnitud es lo que ocurre en la Patagonia, donde el sobrepastoreo por exceso de carga animal (ovinos) arrasa la vegetación, deja al desnudo  el frágil suelo pedregoso y consecuentemente aumenta la erosión eólica.
Nuestra región, lamentablemente, también aporta ejemplos. La zona oriental, más húmeda, destinada a producción agrícola intensiva (hasta minera podría decirse ya que es fundamentalmente extractiva), principalmente de oleaginosas, ha iniciado desde la década del 40 un creciente proceso de degradación de tierras, donde la erosión hídrica, ya sea laminar, en surcos o grandes cárcavas, constituye unos de los procesos más relevantes.
El volumen de materiales perdidos genera graves problemas de sedimentación en áreas urbanas (Gral. Cabrera, Berrotarán, Bulnes, entre otros) y en áreas deprimidas ( Bajos del Saladillo, Bañados del Tigre Muerto, Curapaligüe, etc.). Estas últimas al colmatarse amplian sus áreas inundables o anegables expandiéndose, en muchos casos sobre tierras productivas.
Si bien la disminución de la capacidad productiva de los suelos se suple con el uso de fertilizantes o mediante la siembra de genotipos de especies de mayor rinde, lo cierto es que en estos suelos de alta susceptibilidad de erosión (arenosos finos, poca materia orgánica, poco agregados) de no revertirse el tipo de uso y manejo de las tierras, la tendencia evolutiva del sistema conduce hacia un máximo deterioro, con riesgo de irreversivilidad al menos a escala de vida del hombre.
En el sector semiárido del Sur de la provincia de Córdoba, muchas hectáreas de áreas medanosas con suelos de muy bajo desarrollo son sometidas a uso agricola y ganadero. La fragilidad de estos paisajes es tal, que apenas quitada la cobertura herbácea o arbórea, los suelos quedan a merced de los constantes vientos, los que ocasionan  grandes pérdidas de suelos por erosión eólica.
En el  área serrana los pastizales de los valles y pampas de altura sufren sobrepastoreo y quemas repetidas, prácticas que compactan el suelo, disminuyen su permeabilidad y favorecen la erosión hídrica.
La erosión, conjuntamente con todos los procesos de degradación de suelos o del entorno provocados directa o indirectamente por la actividad humana se engloban en un macroproceso denominado desertificación o desertización. La conferencia de las Naciones Unidas reunida en Nairobi en 1977 lo define como “un proceso de degradación ecológica por el cual la tierra productiva pierde parte o la totalidad de su potencial de producción”. Por lo tanto esta definición incluye todos los procesos de deterioro de la tierra, la vegetación, el agua, etc., que pueden dar lugar a situaciones de tipo desértico. En este sentido muchos de las situaciones señaladas presentan algun grado de desertización, especialmente la Patagonia.
Muchos ejemplos más podrían citarse donde la relación HOMBRE-EROSION dista de ser óptima, pero también debe decirse que, el único que razona está comenzando a preocuparse, a tomar conciencia de la magnitud del ciclo del que es partícipe y está obrando en consecuencia.
Ya son muchos los productores que efectuan prácticas conservacionistas y trabajan el recurso en función de sus aptitudes y restricciones. Optimizar la relación hombre-erosión, además de la toma de conciencia individual, implica resolver problemas sociales y económicos como la distribución de población y terrenos agrícolas, la inestabilidad de los precios de los productos agrícolas que condicionan fuertemente las actitudes frente al recurso.
Más si el hombre colectivamente entiende su real dimensión, compartirá  aquellas célebres palabras que el jefe de la tribu Suwanish enviara en 1855 al entonces presidente de los EEUU, Franklin Pierce, donde entre otras cosa señala “ La Tierra no pertenece al Hombre sino que el Hombre pertenece a la Tierra”..... “Todo lo que le ocurre a la Tierra  ocurrirá a los hijos de la Tierra”.... “Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia”....e intentará revertir esta tendencia mundial de deterioro de recursos naturales que se traducen en disminución de la calidad de vida.
(*) Lic. Susana B. Degiovanni
Departamento de Geología.
Facultad de Ciencias Exactas 
 U.N.R.C.