AGUDIZACION
Y MODIFICACION DE LA POBREZA
EN AMERICA LATINA(*)
Referencia especial a Argentina
La década de los ochenta se inicia en gran parte de los
países de América Latina en el marco de una creciente pobreza
para amplias capas de la población y éste proceso continúa
en la siguiente desencadenando hechos de profunda significación;
dando como resultado una agudización y modificación del fenómeno
al profundizarse carencias y volverse más heterogéneo el
universo social.
También y por su parte la recesión económica,
el ajuste y la crisis suelen ser los señalados como culpables
del mal, que se retrotrae según algunos autores como Feres y León
a 1970 en Argentina y Uruguay, y cuya profundidad y persistencia ha afectado
seriamente la estructura social de los países, produciendo un empobrecimiento
mayor e incorporando nuevos grupos al universo de la pobreza.
Los organismos estatales e internacionales intentan entender y comprometerse
con la generación de formas de acción que permitan la superación
del problema. Las necesidades y el ingreso son las determinantes más
importantes sobre las que giran las mediciones. Pero por supuesto no solo
ellos hablan sino todos los «actores en danza», que cada uno
desde su óptica, tanto los gobernantes, los intelectuales, los desfavorecidos
y los otros, aportan su criterio, basándose en las distintas valoraciones
del problema.
Un estudio realizado por el INDEC durante 1980 sobre «La pobreza
en Argentina», dice textualmente: Se considera pobre a quien no obtiene
o no puede procurarse recursos suficientes para llevar una vida mínimamente
decorosa, de acuerdo con los estándares implícitos en el
estilo de vida predominante en la sociedad a que pertenece. Este concepto
general es acercado a la realidad con la delimitación de situaciones
de pobreza y la identificación de los hogares que están significativamente
encuadrados en ella, recurriendo al concepto de necesidades básicas,
comprendiendo los niveles mínimos de satisfacción por debajo
de los cuales se dificulta o se ve amenazado el funcionamiento y desarrollo
de la vida humana en sociedad. La compleja jerarquía de necesidades
humanas incorpora elementos subjetivos y objetivos. Estos últimos
traducen una combinación de requerimientos psicológicos y
culturales, ya que son las formas de satisfacer necesidades de base fisiológicas
que se encuentran culturalmente condicionadas.
Pasando a otras características relevantes podemos acotar que la
pobreza en la Argentina creció tanto por extensión como por
intensidad; no solo hay cada vez mayor cantidad de pobres sino que además
éstos profundizan sus condiciones de pobreza. A lo que hay que agregar
la particularidad de la heterogeneidad al interior del grupo por el ingreso
de diferentes sectores con coincidencia en todas o en algunas de las necesidades
básicas insatisfechas.
La agudización se da en cuanto a que los pobres estructurales que
llevan consigo una historia de pobreza, ven por un lado profundizadas sus
carencias y por otro lado ampliado su grupo con integrantes de sectores
medios conformando una sumatoria mayor.
La agudización comprende dimensión e intensidad, por cuanto
más familias se ubican por debajo de la línea de pobreza
y tienen necesidades básicas insatisfechas. También como
consecuencia de todo esto surge una modificación al interior de
la pobreza, siendo la heterogeneidad una característica importante
y así Minujin expresa que «el conjunto de pobres se complejiza»;
conformando la misma pobres estructurales y nuevos pobres o pauperizados
que tienen variables materiales compartidas, no así psicológicas
ni culturales, pues subsiste en ellos (entre otras) la idea de circunstancialidad
o tránsito pasajero hacia su antiguo estudio cultural, son obreros,
empleados, terciarios, informales, docentes, jubilados y campesinos que
dan testimonio de una vida desarticulada y distinta, conformando un verdadero
movimiento de grupo.
Analizando la evolución de la pobreza se observa la presencia creciente
de un sector de pobres que no pertenecían a los que históricamente
la conformaban. Si hacemos revista mas allá de una década
vemos que los discursos en general estaban centrados en las referencias
sobre la base de normas que abarcan solo las situaciones de «privación
crítica», o sea lo que hoy llamamos pobreza crónica
o pobres estructurales, y en esencia era una determinada proporción
de la población (en la base de la pirámide de ingresos).
Si bien la pobreza no es un hecho novedoso en la Argentina y las desigualdades
sociales y regionales forman parte de su conformación histórica,
hasta comienzos de los setenta estaba circunscripta, en lo que a las áreas
urbanas se refiere, a lo que se denomina «bolsones de pobreza»,
o sea las villas miserias en las principales ciudades. Existía la
imagen de un país en que la pobreza constituía un fenómeno
marginal a su realidad social.
Un estudio realizado por Altimir para América latina, estimaba para
1970 en 8% el porcentaje de hogares pobres para todo el país y 5%
para las áreas urbanas.
Los cambios producidos -dice Minujin- modifican el panorama, se inicia
una movilidad descendente que lleva más de quince años, cambiando
la estructura social su configuración. Los pobres (como ya dijimos)
siguen siendo pobres pero con más carencias, los sectores medios
se dispersan, y una gran mayoría desciende desordenadamente, los
sectores superiores se mantienen y unos pocos ascienden.
La información proporcionada por el estudio ya mencionado sobre
«La pobreza en la Argentina», muestra para 1980 una incidencia
de la pobreza considerable, 22,3% de hogares con marcadas diferencias regionales
(INDEC, 1984).
Los datos correspondientes al gran Buenos Aires permiten observar que el
porcentaje de hogares pobres se elevó 65% entre 1980 y 1988, tendencia
que se mantiene en 1990.
Ahora bien, distinguiendo las categorías de pobres estructurales
y nuevos pobres o empobrecidos tenemos que entre 1980 y 1990 en hogares
del gran Buenos Aires los pobres estructurales eran 16,4% (1980), 16,2%
(1988) y 16,1% (1990), habiendo tenido un crecimiento relativo en el periodo
de -1,8% y los empobrecidos 4,2% (1980), 16,8% (1988), 18,4% (1990) o sea
un crecimiento relativo del 338,1%; lo que da un total entre las dos categorías
del 20,6% (1980), 33% (1988), 34,5% (1990), crecimiento relativo
-17,5%. Lo importante es señalar que el crecimiento de la pobreza
es básicamente el incremento de los hogares empobrecidos, que triplican
su incidencia, mientras los pobres estructurales mantienen su peso relativo.
Sin embargo a pesar de que este grupo no creció, sufrió una
dura caída de sus ingresos. En efecto en 1980 este sector tenía
carencias de vivienda, de agua corriente, de baño, pero podía
alimentarse, vestirse, etc. En 1990 el 63% de los pobres estructurales
tienen ingresos per cápita menores a la línea de pobreza
y más del 90% están por debajo de dos líneas de pobreza
(LP).
En cuanto a la heterogenei-dad es una de las características más
relevantes del fenómeno que analizamos. Los autores coinciden en
distinguir dos grandes categorías pobres estructurales o crónicos
y nuevos pobres, pauperizados o empobrecidos. Pero aún encontramos
más subdivisiones en ella. Y así en la categoría pobreza
crónica vemos una agudización mayor que es la indigencia.
Ambas categorías están por debajo de la línea de pobreza
y tienen necesidades básicas insatisfechas arrastrando una «historia
de pobreza», pero su diferencia es que mientras la primera cubre
las necesidades alimentarias (canasta básica), la segunda no llega
a ello; en ambas categorías las carencias forman parte de un síndrome
que abarca varias dimensiones de las condiciones de vida.
Ahora bien, explica Minujin, que en la categoría nuevos pobres o
pobres recientes algunos autores coinciden que están por debajo
de la línea de pobreza; pero otros nos dicen que pueden tener una
ó algunas necesidades básicas insatisfechas (NBI) y no necesariamente
estar por debajo de la línea de pobreza y así Katzman distingue
entre los que no están por debajo de la LP pero tiene
NBI y los pobres recientes que están por debajo de la LP pero todavía
no se le presentan NBI. Nosotros pensamos que aparte de estos dos supuestos
se puede dar el hecho de un tercero que es que están por debajo
de la LP y tengan alguna NBI, pero se diferencian de los pobres estructurales
en que no son todas sino solo algunas y no precisamente las que muestran
los indicadores habituales; además no consignan una historia de
pobreza.
Debemos acotar que si bien el tercer caso es el más peligroso porque
de acentuarse la situación pasarían a ser pobres crónicos
(-LP y NBI); el segundo caso (-LP y NBS) a nuestro entender estaría
comprendiendo una parte importante del sector; en ellos la variable de
ingreso muestra un descenso y determina el estar por debajo de la LP, pero
las NB no se muestran insatisfechas en el corto plazo debido a que en el
caso de la vivienda, educación y capacidad de subsistencia muestran
una trayectoria en apariencia independiente de las variaciones de ingreso
por habitante. En el caso de la vivienda se va a satisfacer en detrimento
de la calidad, en cuanto no se amplía el hogar de acuerdo a sus
miembros y es más, se subarrienda o fusionan en un solo hábitat
más de un grupo familiar, resultando un mayor hacinamiento y pérdida
de privacidad y comodidad.
El indicador educación muestra aún más independencia,
puesto que los padres que han adquirido hábitos de enviar a sus
hijos a las escuela, y que se han formado en expectativas acerca del futuro
de éstos en la educación , solo los retirarán en situaciones
económicas límites. En cuanto a la capacidad de subsistencia,
recordemos que los estudios toman como indicador a los jefes de hogar con
determinada educación (menores de 45 años que no completan
la enseñanza primaria y los de más de 45 años con
menos de dos años de educación primaria). Como el status
educacional del jefe no se ve afectado por un descenso de los ingresos
del hogar, este indicador es hasta cierto punto independiente del paso
de los hogares no pobres a la situación de pobreza. Cabe afirmar
pues, que las carencias críticas incorporadas en el índice
NBI no operan, al menos en el corto plazo, como variable de ajuste ante
la reducción forzada de gastos que deben sufrir los hogares que
atraviesan abajo la LP.
Algunos comentario finales
A lo largo de éste trabajo se ha presentado información
teórica y cuantitativa que nos permite sostener:
1- Un incremento de la pobreza. Durante la etapa constituida a partir
aproximadamente de la década del 80 ( y en algunos países
antes) y hasta nuestros días los pobres estructurales profundizaron
sus carencias y otros que nunca la habían conocido pasaron a engrosar
el grupo de «nuevos pobres».
2- Este último grupo es responsable mayoritariamente del incremento
de la pobreza, como lo demuestra el análisis.
3- Existe una diferencia por un lado, entre el grupo de pobres estructurales
y los nuevos pobres. El primero está por debajo de la Línea
de Pobreza (L. de P.) y tienen Necesidades Básicas Insatisfechas
(NBI). Los segundos pueden estar o no por debajo de la L. de P. ( según
su grado o no de aproximación a la pobreza estructural) y pueden
tener o no NBI; lo que lo caracteriza es que tienen una serie de aspectos
socioculturales que los asemeja a los «no pobres» y tienen
solo algunas NBI o ingresos por debajo de L. de P.
4- Se verifica una evolución hacia un mayor volumen de pobres,
incorporando nuevos sectores a su universo y haciendo más heterogéneo
al grupo.
5- Este fenómeno se da en América Latina, existiendo diferencias
regionales, en cuanto a intensidad, pero generalizándose la poblemática,
pasando a ser secundarias las referencias a bolsones de pobreza y tomándose
como figura abarcativa de la totalidad geográfica.
6- En Argentina las cifras demuestran un peligro creciente pasando de
ser un discurso alternativo (como hace poco más de una década
atrás) a configurar una problemática central.
7- De seguir «increscendo» el fenómeno podría
tener un desplazamiento mayor hacia la agudización pasando a ser
más los pobres estructurales (categoría que en sus
porcentuales se mantiene) e incorporarse a los nuevos pobres grupos todavía
contenidos en sus necesidades a los que aún las estadísticas
no toman, pero que tienen un riesgo potencial de continuar la tendencia.
(*) Dra. Norma Martínez de Pérez
Fac. de Cs. Económicas - U.N.R.C. |