Si observamos la
historia de la humanidad, uno de los factores que podemos apreciar como
constante sería el hecho de estar basada en el traslado físico.
Traslado físico de los individuos, de los productos, de la información,
etc. Pero este hecho es, a su vez, el distintivo de cada momento. El estudio
de los medios empleados y de los diferentes sistemas para ese traslado,
tanto materiales como organizativos, podrían servir para reconocer
cada momento histórico.
Se
observa de igual forma una cierta obsesión relacionada con la construcción
de sistemas que permitan controlar y superar la distancia y el tiempo en
tanto que magnitudes físicas. Las vías romanas en Europa
o los itinerarios mayas en América son ejemplos de canales que hacen
posible ese traslado físico, ya sea de personas, ya sea de productos
o de información. Podríamos así pues llegar también
a afirmar que la historia de la humanidad es en gran medida la historia
del desarrollo tecnológico y las técnicas en tanto que «modos
de hacer».
En el campo concreto de
los medios, la campana, el humo o la luz de las hogueras podrían
ser los ejemplos de instrumentos creados para permitir el traslado
de la información en el espacio. Con relación al tiempo,
primero los quipud y más tarde la escritura, se nos presenta como
el medio por excelencia creado por el hombre para superar esa dimensión
física.
Pero mientras que las magnitudes
del espacio físico fueron fácilmente percibidas y medidas,
el tiempo generó muchos más problemas ya que el concepto
no era ni es universal, su medida requería de instrumentos complejos
y las repercusiones sociales de estas medida debían suponer una
nueva organización de la sociedad y el trabajo.
Con esta introducción
tratamos de destacar cómo la sociedad ha dependido, en buena medida,
del desarrollo de canales y medios que han permitido el control de las
magnitudes físicas espacio y tiempo, lo que a su vez ha permitido
que aparezca la sociedad en la que hoy vivimos.
La enseñanza dentro
del sistema social
La enseñanza,
en tanto que subsistema del sistema social, se ha visto configurada por
los mismos principios de la sociedad en la que se inserta. Así,
la escuela históricamente se ha basado en el traslado físico
del alumno (que quiere aprender) al espacio escolar (lugar donde “está”
el conocimiento), traslado que se hace en tiempo determinado, ya que ha
de existir una coincidencia espacio-temporal entre profesor y alumno. Por
ejemplo, en Grecia el alumno ha de asistir a la escuela, con el riesgo
que ello comportaba en aquella sociedad. Tiene que regirse por medios naturales
para la medida del tiempo. Antes de amanecer ha de salir de casa para llegar
“a tiempo” a la escuela. Este hecho, unido a las singulares costumbres
sexuales de los griegos, dan origen a la figura del pedagogo.
La enseñanza se ve
además influida, y en cierto modo configurada, por las posibilidades
comunicativas de la sociedad en la que se implementa. Pero esta repercusión
no se refleja sólo en la organización y desarrollo, sino
también puede contemplarse en los contenidos y las metodologías
de cada momento.
Los contenidos no sólo
tienen que ver con con el conocimiento disponible, con las necesidades
de la sociedad, sino que también han estado condicionados por los
medios de comunicación disponibles en cada momento. El dominio de
la oratoria y la retórica desarrollando, por ejemplo, habilidades
de mnemotecnia aprendidas a partir del manual Ad Herennium en un determinado
momento. El aprendizaje de la lectura y escritura alfabética desde
la existencia del libro, de forma restringida, y desde la existencia de
la imprenta de manera más generalizada, ha perdurado y perdurará
durante aún mucho tiempo, tratando de aportar los conocimientos
necesarios para el uso de los medios de comunicación disponibles,
más allá de los contenidos propiamente dichos.
La metodología por
su parte también se ha visto influida por los usos comunicativos
del entorno social y los medios disponibles, así como por la organización
de la sociedad para la distribución espacial de la información.
La aparición y desarrollo de la enseñanza mutua puede ser
un ejemplo.
La cultura como elemento
configurador y definitorio de las sociedades
La comunicación,
en tanto que acción humana, requiere de unos instrumentos que han
de ser fruto de la convención. Los códigos, que inevitablemente
hay que utilizar en todo proceso de comunicación interpersonal,
han de ser fruto del consenso, de la convención, independientemente
de que sea acuerdo consciente y voluntario o impuesto. Es desde la cultura
común, desde la cultura que se ha dado el grupo social, desde donde
se asignan significados generando los códigos. Es la cultura el
último refrente de la comunicación, la cual está influida
por los medios que utiliza si bien, a su vez, ésta influye en aquéllos.
Pero realmente los medios
no han cambiado mucho a lo largo de la historia. El hecho que en los últimos
años estemos asistiendo a un cambio permanente de los mismos y a
un desarrollo exponencial no significa que ello haya sido así tiempo
atrás.
Julio César va a
las guerras a caballo, igual que lo hace Napoleón y de Filípides
a Miguel Strogof van algunos años, mejor siglos, pero la misma función,
cumplida de forma muy similar. Difícilmente podían los medios
imponer culturas, han sido los controladores de esos medios quienes las
han impuesto en cada momento: Inglaterra, España, Francia, USA,
son ejemplos de controladores de medios que, cada uno en momentos diferentes,
han impuesto su cultura en el mundo.
Pero no sólo los
países han sido controladores, las religiones son otro ejemplo de
control cultural al controlar los medios. La difusión de los postulados
luteranos son posibles gracias a la pérdida de control de los medios
de comunicación por parte de la iglesia católica como consecuencia
de la aparición de la imprenta. Pero el interés manifestado
por esta corriente religiosa para que los ciudadanos aprendiesen a leer
no era para para el logro de un mayor desarrollo personal, sino para que
se incorporasen a sus creencias. El fin era religioso y con él un
diferente control, pero control al fin.
La sociedad ante los nuevos
medios
Tras la 2ª Guerra Mundial
se produce un desarrollo espectacular de los medios de comunicación,
muchos de los cuales habían sido generados y experimentados durante
la misma y que son posibles desarrollar, en buena parte, a partir de los
conocimientos científicos (en algunos casos teóricos y en
otros como curiosidad) y que procedían de la revolución científica
que supuso el final del siglo XVIII. Llegamos así a la modernidad,
a una sociedad caracterizada por el impacto de las tecnologías y
por el consumismo en el marco de economías capitalistas.
Fundamentalmente la electricidad,
con su manifestación de las ondas hertzianas, comienza a alterar
los procesos de comunicación y con ellos la necesidad de traslado
físico, permitiendo, tal y como en su momento lo hizo la campana
o el humo dentro de los espacios de dimensiones sensoriales humanas, el
traslado sólo de la información, pero ahora se podía
superar la capacidad humana.
En este contexto histórico
comienza a reconocerse de forma explícita la importancia de la actividad
tecnológica para el desarrollo social. Las sociedades se universalizan
y la información fluye indiscriminadamente, invadiendo los diferentes
espacios culturales, sin respetar los códigos e intereses propios
de las comunidades e imponiendo los suyos, los cuales proceden de quienes
los controlan en cada momento.
La “aldea global” de la
que hablaba McLuhan, en un momento determinado, parece que puede ser una
realidad. Digo que “en un momento” y “que parece”, porque en realidad nunca
llegó a ser esa aldea global y porque la constante transformación
de las tecnologías ha hecho que surja un nuevo tipo de espacios
comunicativos, mas singulares y personales.
Pero siguiendo con la idea
del canadiense, para que fuese posible deberían darse, al menos,
dos condiciones: disponibilidad de los nuevos medios y poder actuar comunicativamente
con ellos. Estas dos condiciones no son generalizables, ni nunca lo han
sido, ni lo serán, puesto que las tecnologías no acercan
los mundos sino que cada vez los separan más, aumentado el abismo
existente entre el mundo desarrollado y ése que se denomina como
tercer mundo. Esta situación hace que, por la inexistencia de una
u otra condición o de ambas, buena parte de la humanidad quede fuera
de la “aldea” soñada y alejándose cada vez más sus
posibilidades de acceso a ella.
Estudio social de la ciencia
y la tecnología
Es necesario reconocer que
existen aspectos concretos muy importantes en la relación entre
la tecnología y la sociedad, como son el papel que ésta primera
juega en el desarrollo socioeconómico y su influencia en la creación
de valores. En este marco social en el cual tales aspectos parecen aceptarse
de forma generalizada surge, desde la filosofía de la ciencia, una
corriente de pensamiento que desde las ciencias sociales y humanas busca
una nueva interpretación de la tecnología, una tecnología
alejada de las perspectivas derivadas de la ingeniería.
Ya no resulta convincente
para la comunidad académica la imagen racionalista de la tecnología,
propia de los años 50 y 60 que aparecía en gran medida influida
por Kuhn y Lakatos. Por otra parte, desde el mundo intelectual se asume
de forma progresiva la conciencia de que el desarrollo científico
y la innovación tecnológica son en gran parte causas directas
de problemas políticos y ambientales, denuncia que es efectuada
de forma insistente por numerosos movimientos sociales a partir de los
años 60. Es la contracultura, la oposición a la sociedad
del momento y sus valores, entre ellos el mito del progreso y bienestar
sociales como factores derivados directamente del desarrollo tecnológico.
Es un nuevo orden social que surge en el marco de la ideología postmodernista
que ampliaremos en el apartado siguiente.
Tal y como decimos, estos
movimientos de protesta ponen en cuestión el desarrollo tecnológico
y científico, de tal modo que ciencia y tecnología se convierten
en objeto de análisis y debate político. Es precisamente
en este contexto en el cual nace en Estados Unidos y Europa un movimiento
denominado estudios sociales de la ciencia y la tecnología, o bien
estudios sobre ciencia y tecnología, o bien ciencia, tecnología
y sociedad (CTS en castellano o STS en inglés).
Es una corriente de pensamiento
filosófico que se plantea la necesidad de cambiar los conceptos
tradicionales de ciencia y tecnología en un contexto social en el
que se empieza a dudar de la certidumbre de la ciencia y de los supuestos
beneficios de la tecnología, fenómenos en estrecha relación
con la evolución socio-política que caracteriza estas últimas
décadas del siglo.
Desde el enfoque CTS la
ciencia y la tecnología se entienden como constructos sociales,
lo que supone analizarlas teniendo en cuenta múltiples influencias
de carácter político, ético y teórico. El concepto
de tecnología que se define desde este enfoque implica su concepción
como un proceso en el que se incardinan factores sociales, políticos,
económicos, culturales, psicológicos,... En tanto que proceso
que produce resultados, el interés estriba en la práctica
tecnológica entendida como práctica social. De este modo,
resituando la tecnología en su marco social, se intenta derivar
su filosofía hacia una tecnología crítica que dé
cumplida respuesta a los componentes sociopolíticos y ecnonómicos
que determinan su orientación y su sentido.
El enfoque CTS, tal y como
se ha podido comprobar por lo explicado hasta el momento, presenta interesantes
puntos de conexión con la investigación-acción. Desde
la investigación-acción se afirma la necesidad de reintegrar
teoría y práctica y asimismo se ha de potenciar el desarrollo
profesional de los docentes en el contexto de su propia práctica.
La investigación-acción
no admite la aplicación a la educación de principios teóricos
«externos» a la práctica, sino que por el contrario
defiende soluciones a los problemas prácticos derivadas de la propia
acción, siendo así la educación entendida como proceso
compartido, democrático, cooperativo, abierto,... y en definitva
con un marcado carácter social que presupone tomas de postura y
participación activa. Vemos por tanto que la dimensión social
es un denominador común clave tanto para la investigación-acción
como para el enfoque CTS. Y tal como hemos explicado, la dimensión
social es una de las claves para construir una enseñanza que responda
a las exigencias y demandas del sistema en el cual se integra.
La sociedad y la cultura
de la postmodernidad
Tal y como ya hemos dicho,
la modernidad es el nuevo orden social que surge tras la Ilustración
y que nos conduce, en el final de siglo, a la postmodernidad. Con la Ilustración
tienen lugar profundas transformaciones que convierten a los campesinos
en trabajadores urbanos, que afectan al desarrollo de la ciencia, basada
en la razón, a la economía, a las leyes,... al «yo».
Ya en el presente siglo los logros de la modernidad son rápidos
y asombrosos, cambios en los que la tecnología juega un papel primordial
pues cada innovación se asocia a cambios sociales profundos: hacemos
más cosas a distancia y utilizando medios de telecomunicaciones,
cambian nuestras concepciones de espacio y tiempo y con ello cambian hábitos
personales y sociales.
Se produce, pues, el fin
de la modernidad que había caracterizado la sociedad industrial
y postindustrial, llegando un momento histórico en el que aparecen
dos fenómenos cruciales: la significación de las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación y, en segundo lugar,
el consumismo.
Estas tecnologías
de la información y la comunicación, claves de la denominada
sociedad de la información, marcan el fin del industrialismo (así,
el postindustrialismo) y el comienzo de una sociedad en la que la información
se convierte en moneda de cambio y clave del desarrollo no sólo
social sino también económico, industrial, educativo, cultural,...
Aunque algunos autores ponen en cuestión el optimismo tecnológico,
discuten el impacto de las tecnologías de la información
y comentan sus peligros, de forma general se observa una gran fe en el
progreso dando por sentado que las nuevas tecnologías son sinónimo
de bienestar y desarrollo.
Tales condiciones sientan
las bases que coadyuvan al surgimiento de la postmodernidad desde la que
se buscan nuevos modos de legitimación del conocimiento. Los científicos
ya no pueden afirmar, sólo ofrecen opiniones, los intelectuales
sólo interpretan y se descompone el sentido tradicional del concepto
de conocimiento. Se genera además una ciencia alejada de planteamientos
racionales y en estrecha relación con la cultura.
La postmodernidad significa
el fin del paradigma del progreso y resitúan la tecnología
en relación a las condiciones en que surge. En la filosofía
de la postmodernidad las nuevas tecnologías se relacionan con los
aspectos sociales y se remarca la falacia de situar el progreso social
en virtud del desarrollo tecnológico. Una mirada a la historia del
siglo XX pone de manifiesto tal realidad patente.
La postmodernidad llama
la atención sobre los significativos cambios sociales y culturales
que se están produciendo al final del presente siglo en las sociedades
avanzadas. Entre tales cambios que caracterizan la época postmoderna
se cita el rápido desarrollo tecnológico, especialmente en
el ámbito de las telecomunicaciones y los medios electrónicos,
además de otros cambios igualmente importantes en la política,
la sociedad, la ecología,... Todo ello conforma un mosaico de factores
que caracterizan nuestra sociedad de finales de siglo en la cual la educación
se ve inmersa como subsistema social que es.
Se pone de manifiesto que
vivimos una crisis axiológica, antropológica y comunicativa.
Crisis axiológica que tiene lugar por la desmitificación
y derrumbamiento de viejos ídolos en un marco en el que surgen como
nuevos valores el hedonismo, egoísmo, ecologismo, pacifismo, narcisismo,...
valores que caracterizan la nueva sociedad de consumo marcada por la influencia
de la televisión y la publicidad: es la cultura de la imagen que
los postmodernistas califican de superficial.
Crisis antropológica
porque la persona queda difuminada en el conjunto de la sociedad, en la
masa, en el sistema, y en tercer lugar crisis de la comunicación
porque el individuo se torna solitario, no se comunica porque no sabe qué
comunicar, no hay nada que compartir. Vive en una sociedad marcada por
la comunicación generalizada, es decir, por la comunicación
masiva. Los medios de comunicación de masas son factores claves
de transmisión y reproducción de los «no valores»
que marcan la postmodernidad.
Es, como se ha definido,
la cultura del archipiélago en la que triunfa la heterogeneidad
y el multiculturalismo desde una filosofía que acepta que todo vale,
que no hay modelos que justifiquen valoraciones interculturales. Diversidad
en la que proliferan tribus urbanas, subculturas con reglas y valores propios.
Y todo ello presenta una estrecha relación con el desarrollo tecnológico.
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