Quizá el único testigo vivo de la gesta reformista de principios de siglo, el escritor cordobés cuenta -a 80 años del suceso- sus vivencias como estudiante activista en la Universidad de Córdoba. «Yo fui partícipe directo y estuve en los actos insurreccionales que se operaron cuando las manifestaciones estudiantiles invadieron la Casa de Trejo
y Sanabria». A los 104 años Filloy se jacta: «a los datos de los bochinches 
universitarios del ’18 solamente los conozco yo».   

Sentado en el living de su casa, don Juan Filloy desgrana de a poco los detalles de la revolución universitaria de junio de 1918. Vestido de saco azul y corbata, el hombre dice:»Es una posibilidad única la que ustedes tienen porque están contando con un testigo de 104 años que se refiere a hechos acontecidos en 1918".  

-¿Cuál era el contexto en el que se gestó la reforma universitaria de 1918?  
- Yo entré como alumno de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba por el año ’12. La vida universitaria era sumamente restringida porque la Universidad estaba dirigida  por un reducto de personas incompetentes de cuño clerical que hacían de la Universidad, no un instituto docente, sino un instituto de acomodamiento personal de sus dirigentes. De modo que el movimiento revolucionario empezó por la insuficiencia de la calidad de los estudios universitarios que se vertían en sus claustros. La revolución tuvo un fermento de dos o tres años y durante esos años se formaron comités estudiantiles para propugnar una modificación total de la Universidad.  
Prescindiendo de los hechos reales de la revolución universitaria, los logros de la misma son definitivos, puesto que después de la revolución de Córdoba se generó un movimiento en todas las universidades argentinas, empezando por La Plata y Buenos Aires. Y su ejemplo repercutió en los países latinoamericanos.  
La Universidad de Córdoba fue fundada después de fundarse la Universidad de San Marcos, en Lima, allá por el 1500 y tenía la misma tonalidad de estudios completamente localizados y vinculados con la religión católica. De modo que en esa universidad se daba preferencia en vez de los estudios técnicos de medicina o ingeniería a los estudios teológicos.Tal es así que se enseñaban el Derecho Canónico y el Derecho Eclesiástico.  
La revolución estudiantil del año ’18 borró con todos esos planes antiguos, arcaicos y desde entonces empezó a regir en la Universidad de Córdoba la modernidad que actualmente ostenta.  
-¿Como era un día de estudiante en su época?  
Yo venía de un hogar del suburbio, de un barrio de Córdoba, iba a la mañana y estaba en todas las clases. No me he hecho la rabona en ningún lado, al contrario, iba temprano, porque como no podía comprar los libros caros iba a la Universidad que tenía la Biblioteca Mayor que es sumamente copiosa en volúmenes, estudiaba ahí y luego bajaba a clase. Las clases eran a la mañana, casi todas, y acontecían en grandes aulas que estaban precisamente sobre la calle Trejo y Sanabria.  
Y.. la vida estudiantil era esa. Era estudiar y después participar en todos los actos propios de los estudiantes, con desbordes y sin desbordes, pero con el gran empuje de los 20 ó 25 años que uno tenía en esa época.  
-¿Cuáles eran los reclamos de los estudiantes?  
- Los estudiantes querían cursos modernos, de derecho vinculados al avance de las ciencias, al avance de las tecnologías, etc. Puesto que todavía en la Universidad yo participaba de clases de Derecho Canónico y Eclesiástico, cosas aberrantes en pleno Siglo XX.  
-Hubieron antecedentes internacionales que influenciaron al movimiento estudiantil  
- Hubo acontecimientos internacionales -yo había cumplido 20 años cuando se declaró la guerra mundial- como el asesinato de Jean Schoaré, líder socialista francés, la tragedia de Sarajevo y la explosión de repente de la primera guerra mundial, que fue sumamente cruenta y sumamente larga. La guerra en sí tuvo mucha influencia en el acervo estudiantil puesto que casi todo los ubicó al lado de los aliados de Francia e Inglaterra, de modo que se hacían manifestaciones y reuniones,  en las que casi siempre el estudiantado era parte principal. Luego vino en el año ’18 la revolución rusa, que coincidió con la revolución universitaria que se dio el 15 de junio del año ’18.  
-¿Cómo fue su participación en las actividades estudiantiles?  
- Yo puedo asegurarles que ustedes están hablando con el único testigo directo que tiene la revolución universitaria del ’18, pues es un testimonio que yo ofrezco después de 80 años. Yo fui partícipe directo y estuve en los actos insurreccio-nales que se operaron cuando las manifestaciones estudiantiles invadieron la Casa de Trejo y Sanabria, donde estaban los cursos y donde estaba la estatua de Trejo y Sanabria. Invadimos -y entro en el plural porque si bien yo no fui dirigente, sí fui activista en el sentido actual de la palabra-  e hicimos por cierto, lo que debe suceder en toda revolución: depredaciones, actos un poco vandálicos, entre ellos invadimos la Rectoría, tiramos una cantidad de cuadros, de viejos rectores, tiramos muebles a la calle, algunos profesores que estaban ahí salieron corriendo y quedó la universidad para nosotros.  
Acto seguido un grupo de muchachos enlazamos la estatua de Trejo y Sanabria que está en la parte central de los claustros de la universidad, pero por más que la enlazamos y tiramos como diez muchachos, no la pudimos desarraigar porque estaba abulonada (risas)...no hubo nada que hacer.  
Después fuimos al salón de actos que había sido recientemente decorado por un notable artista decorador cordobés que se llamaba Camilo Camiloni y al empezar la depredación, entre ello romper sillones y el cuadro de Trejo, intervino uno de los líderes e impidió que el hecho pasara a mayores. Pero siempre el espíritu de la revolución latente caldeaba los ánimos de la muchachada. Al día siguiente a una estatua que estaba frente a la plazuela de la Compañía de Jesús, fueron algunos amigos con un camión y tiraron abajo la estatua de García Montaña. Esa estatua quedó varios días en el suelo y las damas católicas le hicieron un homenaje (risas)...al prócer caído.  

Los líderes  
La revolución universitaria tuvo mucha contraposición porque había un bando contrario a los estudiantes que respondía a los ideales que habían mantenido a la universidad en esa tan solemne mesocracia docente. Y entre los muchachos, en las calles, se sucedían manifestaciones hostiles entre sí y a veces se sucedían peloteras, pequeños disturbios y algunos golpes entre ellos. Yo he sido activista, un elemento que he actuado en todos lados y he recibido también mis buenos sablazos del Escuadrón de Seguridad de Córdoba, que estaba a cargo de un capitán San Bianchi, y a consecuencia de eso me atravesaron la espalda con un sablazo, pero sin mayores consecuencias.  
Los líderes del movimiento universitario eran todos amigos, pero yo no estaba en ese sector puesto que yo estaba estudiando todavía. Yo estaba en un curso inferior, y los dirigentes que yo reputo como más importantes de los sucesos son los dos hermanos Barro, uno el ingeniero Julio Barro y el otro el médico Enrique Barro. Luego Teodoro Roca, un gran elemento, gran ciudadano de vocación cívica que tenía fácil la palabra y muy conceptuoso su hablar. Luego estuvo un señor Bordavere, rosarino, luego estuvo un estudiante cordobés, que después fue un abogado eximio; Horacio Valdéz, estuvieron como líderes también Ceferino Balsón Maseda y Natalio Saibene.  
Además hubo una cantidad de oradores improvisados que vinieron cuando ya la revolución estaba bien granada, cayeron de Buenos Aires, entre ellos el doctor Alfredo Palacios, el escritor José Ingenieros y un elemento que después fue muy útil para la revolución, el doctor Gregorio Bergman. Se puede decir que esos son los directores que han actuado y que yo he visto actuar con toda eficiencia y que llevaron el movimiento a su cumbre, puesto que el movimiento revolucionario triunfó y los burácratas clericales que antiguamente usufructuaban de la universidad se relegaron al olvido.   
-¿Cómo reaccionó el Gobierno Nacional?  
A consecuencia de los bochinches universitarios que tuvieron una gran repercusión en la Capital Federal y en Sudamérica, el Gobierno, que estaba a cargo del doctor Irigoyen, mandó a su Ministro de Educación, el señor Salinas, para que este dirigiera los primeros movimientos de la universidad libre. Salinas era un hombre absolutamente inepto e hizo bien en relegarse, y después, para encarrilar el plan revolucionario mandaron a una gran figura de la jurisprudencia argentina, el doctor Nicolás Matienzo.  
-Usted ya escribía algunas cosas en la época  
La intimidad de la revolución fue bastante graciosa porque había dos diarios, uno en pugna y otro completamente favorable. El órgano realmente favorable era La Voz del Interior y en virtud de su apoyo unánime, se puede decir que estaba en contra el diario clerical Los Principios, que felizmente ya no existe en Córdoba y que nos tiraba cascotes todos los días a la cabeza. Pero de cualquier modo, la revolución triunfó en Córdoba y actualmente es una ciudad que está adscripta a las ideas modernas, de lo que deben ser los centros universitarios. Para formar el ambiente que caldeó la universidad usamos la fogosidad oratoria de los muchachos, y usábamos también una cantidad de estribillos, de versos cómicos y los sonetos.  
Yo estoy escribiendo el apéndice de un próximo libro mío que se va a constituir pura y exclusivamente de una exposición de sonetos. Al ir escribiendo el apéndice hago referencia al bochinche universitario y en él se transcribe un soneto que era el principal, que atañe a la revolución universitaria. Si quiere se lo digo ahora....Con un muchacho  poeta rosarino, Juan González, hacíamos sonetos de los profesores caducos, mal informados que existían en la universidad, y hacíamos caricaturas humorísticas y versos.  
Yo soy autor de 900 sonetos y ahora estoy haciendo una parte del apéndice de ocho páginas, en la que se habla de la universidad y de algunos profesores de morondanga. Había uno al que le decíamos peluquílla y que cuando le leí el verso me echó de la clase.