Ernesto Sábato, a quien distinguió
la Universidad Nacional de Río Cuarto con el título de Doctor
Honoris Causa, dialogó con “Voces”.
El insigne maestro tiene vocación estoica
por preservar los valores fundamentales en una sociedad que no considera
perdida por amor a los jóvenes, pero que la siente oprimida por
una decadencia moral.
Presiente que “el mercado” la vacía
de contenido, y se empecina en procurarle un destino mejor, para ennoblecer
la juventud de hoy.
Para el gran maestro, escribir el Informe sobre Ciegos
fue como una premonición, y el Premio Nobel, aunque muchas veces
se lo ha señalado como candidato, no lo desespera.
Tampoco el prestigio lo ha mareado, y asegura que vive
como “un buen hijo de campo” en una “casa muy modesta, con los pisos rotos”.
La calidad, piensa, es lo importante cuando se escribe,
no la cantidad.
Su desvelo por la intangibilidad del derecho de las personas,
llevó a Alfonsín a ponerlo al frente de la Comisión
Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP). Esta penosa tarea,
de dura nobleza, puso dolor en su espíritu.
Sus respuestas son breves, pero certeras. No está
cansado, pero el día ha sido largo y, a la jornada siguiente, debe
recibir la condecoración de Doctor Honoris Causa de la Universidad
y, por la noche, releer con Falú la prosa doliente del Romance de
la Muerte de Juan Lavalle, obra épica del escritor.
-Usted reniega un poco de esta sociedad economicista...
No me hable de eso. Detesto todo ese tipo de cosas,
no porque no tenga dinero sino simplemente porque detesto a la sociedad
economicista. Ahora está de moda poner la economía en primer
término; es un horror. En primer término están los
grandes y nobles principios. Qué vamos a resolver los grandes problemas
espirituales con economistas. Los economistas tienen su valor y su necesidad
en la sociedad, pero no es la economía la que nos va a levantar
o la que nos va a ayudar a resurgir de toda la devastación que ha
arruinado, en alguna medida, la gran Argentina a la que todos pertenecemos.
-A esta sociedad, ¿le falta ética?
Sí, pero el mundo entero es así. Directamente,
es un mundo podrido, aunque no le puedo decir esto a los muchachos porque
nos les produce una buena sensación.
-¿Cómo la recuperamos?
Las cosas buenas traen cosas malas y las malas traen
cosas buenas. Ahora estamos pasando una época muy mala, y de eso
me doy cuenta hablando con la gente en la calle, sobre todo la más
modesta, que no lee mis libros y esto por supuesto que no tiene importancia
para mí, pero que me quiere porque defiendo causas que parecieran
perdidas, pero que al fin de cuentas parece que no lo son.
-Como cuáles...
Los valores.
-¿Qué valores cree que hay que rescatar
hoy para usted?
Aquellos valores que yo practico, porque no parece
que sea bueno decir una cosa y practicar otra. Por ejemplo, Santos Lugares,
ese reducto que conocí ahora, no tiene las características
de esa sociedad deshumanizada de las grandes ciudades, sobre todo.
¿La culpa es de la clase dirigente?
Eso sería complejo de explicar y nos llevaría
muy lejos, porque tendríamos que analizar una serie de hechos y
fenómenos de nuestro tiempo.
¿Cree que nuestro planeta se está
destruyendo a sí mismo?
Se está destruyendo, pero no me gusta desanimar
a los muchachos, a la gente joven.
-Los jóvenes lo tienen como el presidente
honorario de los estudiantes con sus 88 años. Qué orgullo...
Sí. Todos ellos me llenan de cariño.
La gente cree que la juventud está en la pavada. No es así,
hay una fuerza muy grande en ellos para reponer los principios. Recuerdo
que el año pasado me invitaron de la Facultad de Derecho para que
hablara con los jóvenes en un enorme anfiteatro donde cabían
alrededor de mil personas, pero hubo que cambiar el lugar porque asistieron
treinta mil personas. Entonces, se decidió hacer en una plaza donde
había unas treinta mil personas entre muchachos y muchachas, y también
gente grande, lo que revela que no está todo podrido.
-¿Por qué valores ha luchado y sigue
luchando hoy?
Lucho por la justicia, por la justicia social, por
los valores fundamentales por los cuales vale la pena vivir, por la educación
libre y gratuita que unificó a los seres humanos más diferentes
de las más distintas latitudes, que llegaron a este bendito país.
Siempre hay que recordar a las pobres maestritas que hicieron la grandeza
de nuestra Nación, porque recibimos a todos.
-¿La falta de justicia social es un derecho
humano conculcado hoy en el país?
Yo toda la vida he luchado por la justicia social.
Siempre he luchado por eso y seguiré luchando por eso, por los jóvenes.
-Usted vive más del espíritu que
de la plata...
Sí. Yo vivo de acuerdo a mis principios.
-Parece que la Academia de Suecia a los argentinos
nos discriminara. Tenemos muchos premios Nobel, de la Paz, en Química,
en Medicina, pero no lo tenemos en Literatura.
No, ni se va a tener.
-¿Por qué? Su literatura lo merecería...
Justamente, el que presidía el Consejo que
otorgaba los premios Nobel, un sueco, ante la pregunta de un periodista,
dijo que por lejos se lo merece... y dijo mi nombre... y dijo después:
“él no necesita Premio Nobel porque él (por Sábato)
es el escritor más importante de nuestro tiempo”.
-¿Usted lo necesita al Premio Nobel?
No. Yo vivo en una casa muy modesta, con los pisos
rotos y pintando.
-¿Cómo es un día en su vida?
Me levanto muy temprano, como buen hijo de campo,
y la siesta para mí es sagrada.
-Ahora pinta, ¿dejó de escribir?
Dejé de escribir porque estoy mal de la vista.
Siempre estuve mal de la vista y quizás por eso escribí el
Informe sobre Ciegos.
-¿Era alguna premonición?
Sí, sí. Qué cosa extraña,
no.
-¿Tiene algún libro que más
le gusta de los que escribió?
No. Lo que no me gustó lo he quemado. La gente
cree que es importante la cantidad, y no es así. Lo importante es
la calidad.
-¿Qué piensa del neoliberalismo económico?
Yo de economía no sé nada, pero creo
que el liberalismo ese del que se habla es una porquería, que termina
por hacer peor y cada vez más deshumanizado el mundo de nuestro
tiempo. Para este argentino que estudió en Harvard lo único
que importa es la economía, y los demás valores no sirven
para nada.
-¿Le da pena?
No es una pena, es una porquería.
-¿Tiene alguien que admire en el mundo de
hoy?
Siempre hay gente admirable, por suerte, pero no quisiera
dar nombres para no olvidarme de alguien.
(*) Nicolás Angel Florio
Prensa Universitaria
Coordinación de Comunicación Institucional
UNRC
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