Se habla de un nuevo divorcio entre políticos y economistas. Sin embargo, las causas de las crisis no son recientes. Cuál es la mayor preocupación y cuáles sus consecuencias.  
 De manera recurrente, aparece en el escenario local: “recordemos que la economía es suficientemente importante como para dejarla sólo en manos de los políticos”.  

Claro está que algún dirigente partidario podría decir lo contrario: “recordemos que la política es suficientemente importante como para dejarla en manos de los economistas”. 
Como sea, el conflicto está instalado: a medida que se acerca la inauguración formal de la campaña para los comicios de octubre, los candidatos han advertido que apoyarse de manera casi exclusiva en el discurso de los economistas (dirigido a tranquilizar a los factores de poder) los va alejando de la gente de a pie que finalmente es la que define el triunfo con su voto. 
Este es uno de los factores que explica la súbita efervescencia política que rodeó la disputa entre el Congreso y el Poder Ejecutivo acerca de los recores de gastos comprometidos con el FMI. El otro es la necesidad de todos los candidatos de construir un discurso que, por un lado, los diferencie de sus adversarios y, al mismo tiempo, resulte atractivo para los votantes. 

Lecciones de la crisis 
Del conflicto que la semana pasada ocupó el centro del escenario político y económico local, cuatro aspectos surgen con nitidez: 
*La menor capacidad del Ejecutivo de imponer, sobre el resto de las instituciones y del conjunto de la sociedad, decisiones que no mucho tiempo atrás eran aceptadas casi pasivamente; 
*El resurgimiento del Congreso como un factor con poder de veto; 
*El aumento del déficit  fiscal; 
*Que estas tendencias prevalezcan en el futuro, cualquiera sea el candidato triunfante. 

Necesidades mutuas 
La decisión de los dos bloques mayoritarios del Congreso de garantizar los anuncios del gobierno con la sanción de una ley puso en evidencia la necesidad de mostrar a los futuros electores que tanto la Alianza como el duhaldismo van a procurar satisfacer algunas de las demandas más apremiantes de la sociedad. 
Pero la transitoria unión entre los dos bloques mostró también que, cualquiera sea el candidato que triunfe, será difícil que pueda lograr la aprobación de sus iniciativas legislativas sin el concurso o la anuencia de la otra fuerza. En el caso de la Alianza, ese obstáculo será aún mayor por el peso del actual oficialismo en el Senado. 

Tentaciones 
En estas condiciones, resulta tentador atribuir el aumento del déficit fiscal a las nuevas condiciones políticas prevalecientes, o a los “políticos que no comprenden cómo funciona la economía” (como dijo Broda). 
De esta forma, puede crearse un clima de incertidumbre que instala un fuerte interrogante, no sólo sobre la gobernabilidad durante la transición sino, y principalmente, en torno al nuevo gobierno, sobre todo si es de la Alianza. 
Sin embargo, algunos de los acontecimiento recientes pueden ser interpretados de otra manera. En particular, en lo que se refiere al tema del incremento del déficit y de sus derivaciones futuras. 
La primera cuestión que debe tenerse en cuenta es que ese aumento reconoce su origen, sobre todo, en una caída de los recursos, más que en el avance de los gastos. Así lo reconoció el FMI cuando, pocas semanas atrás, aceptó elevar la meta de déficit de US$ 2.950 millones a US$ 4.950 millones. En otras palabras, no parece ser cierto que el salto en el quebranto de las cuentas del sector público hasta US$ 5.100 millones reconozca su origen sólo en los supuestos dislates del Congreso o de los políticos. 

Peligros reales e imaginarios 
La exitosa operación de canje de deuda reveló, por otra parte, que la preocupación de los agentes económicos locales e internacionales por el futuro del país es menor que la que el gobierno pretende demostrar. 
Esto no significa que las inquietudes estén ausentes. Se coincide en que la ideologización del discurso político en los próximos meses es parte inevitable de la contienda electoral. No es ésa una fuente de preocupación importante. Los inversores saben que cualquiera de los candidatos, y también sus respectivos referentes económicos, conocen las fuertes limitaciones que enfrenta la política económica. 
No se trata sólo de instrumentos; esto es, las pocas alternativas que en materia fiscal y monetaria permite el régimen económico de la convertibilidad. Ocurre que por esas limitaciones, los serios problemas de competitividad que enfrenta la economía argentina no serán nada fáciles de resolver. 
En esas condiciones, las dificultades que exhiben numerosos sectores de actividad se agravarán y, con ello, los niveles de actividad y desempleo. Al igual que las cuentas fiscales, las externas y, por lo tanto, los niveles de endeudamiento externo. Y estos últimos aspectos sí constituyen un motivo de preocupación para los inversores externos. 

(*) Miguel A. Broda                
Consultor en Economía 
Extraído de "Mercado Semanal". Edición exclusiva para pasajeros del LAPA. Junio de 1999.