En el período de cincuenta años que se extiende desde 1930 a 1980 el PBI per cápita de Brasil se multiplicó por siete veces. Sin embargo, durante aproximadamente las últimas dos décadas (1980-1998) el crecimiento fue nulo y podría terminar siendo  
negativo si la crisis de 1999 se agrava aún más.  

La economía brasileña en las últimas décadas 
Durante ambos períodos las características básicas de la organización económica de Brasil fueron prácticamente las mismas, a pesar de los numerosos intentos para modificarlas, entre los cuales solo el  denominado Plan Real y la simultánea puesta en marcha del Mercosur comenzaron a producir reformas estructurales mediante la apertura económica, las privatizaciones y la desregulación de algunas actividades. Dicha organización se caracterizó por una economía cerrada y prebendaria, con un Estado intervencionista, caracterizado por favorecer a ciertos sectores económicos, principalmente al industrial, mediante subsidios y regulaciones que contribuyeron a distorsionar la correcta asignación de los recursos y prácticamente eliminaron los incentivos a la competencia no permitiendo conformar una economía competitiva e integrada a los mercados internacionales. 
La organización económica antes descripta permitió que en el período 1930-1980 el PBI per cápita creciera substancialmente más que en nuestro país debido principalmente a  la gran diferencia en el nivel inicial de ingresos, la masiva incorporación de capital a la economía brasileña, la utilización de sus inmensos recursos naturales y la postergación de algunas decisiones que hubieran permitido mejorar las condiciones sociales de la población más pobre, aún no incorporada a la economía de mercado. 
A partir del fenómeno de la globalización y la creciente participación de los servicios en la estructura económica mundial, la capacitación de los recursos humanos y la organización de los medios de producción cumplen un papel mucho más relevante. Brasil no pudo enfrentar exitosamente los desafíos de ese nuevo escenario, debido a las deficiencias en su sistema educativo  y los problemas derivados de su organización económica. 
A la luz de los últimos acontecimientos todo parece indicar que las reformas estructurales del Plan Real fueron realizadas sin el suficiente consenso político ni la convicción derivada de las lecciones del pasado, tal como ocurrió en el caso de nuestro país, conduciendo a un paulatino desmejoramiento de la situación fiscal manifestada en la crisis que estallara a mediados de enero pasado. 

Los problemas más recientes 
La historia económica sigue demostrando actualmente que los países con alto déficit fiscal financiado por deuda externa e interna que mantienen un tipo de cambio fijo tarde o temprano terminan en una crisis. 
El elevado nivel  de la deuda interna brasileña y la concentración en el corto plazo del vencimiento de la misma, junto a la presencia de un déficit fiscal superior al 8% del PBI que no puede ser financiado con ahorro interno y que por lo tanto requiere el ingreso de fondos desde el exterior, en un momento en el que los inversores extranjeros han perdido la confianza en el futuro de Brasil, constituyen un conjunto de dificultades de difícil superación. 
Al estallar la crisis se tuvo la sensación que los políticos, empresarios y sindicalistas no habían comprendido la gravedad de la misma y que por lo tanto eran parte del problema. Además, los errores de diagnóstico y la lentitud en la implementación de las medidas necesarias indicaron una gran debilidad política que provenía de los desacuerdos partidarios y una excesiva permeabilidad a la influencia de los intereses sectoriales, todo lo cual repetía los rasgos básicos del modelo de organización económica de Brasil que prevaleció durante las décadas previas al Plan Real. 
Las soluciones propuestas frente a la crisis parecieron subestimar estos antecedentes. Tanto la flotación del tipo de cambio en respuesta a la pérdida de reservas y a la débil  competitividad de las exportaciones, como la propuesta por parte de algunos analistas de implementar un Plan Bonex frente al excesivo  endeudamiento interno de corto plazo o la sugerencia de una convertibilidad de la moneda local no priorizaron, en la mayoría de los casos, la solución al problema principal que continúa siendo el elevado déficit de las cuentas públicas, el cual refleja una reiterada debilidad política para ordenar la economía. A su vez, dicha debilidad tiene como raíces principales la resistencia al  cambio por parte de las estructuras de poder que añoran las ventajas conseguidas en el modelo de organización económica anterior. 
A la hora de proponer soluciones a los problemas planteados sería un error pretender analizar la crisis brasileña con la óptica de lo que aconteció durante el período en el cual Argentina tuvo una alta inflación. En Brasil, la actitud y las reacciones frente a las crisis por parte de la dirigencia son, hasta cierto punto, diferentes. Por ejemplo, el empresariado de San Pablo defiende reiteradamente un tipo de cambio alto, los gobiernos de los estados brasileños tienen una mayor autonomía que en el caso de las provincias argentinas y la fragmentación política es mayor que en nuestro país. Asimismo, el tamaño de la economía brasileña en la región le otorga a nuestros vecinos una capacidad inicial de negociación superior a la nuestra aunque limitada por las condiciones que impone el mercado tal como quedó en claro en Asia y Rusia a lo largo de los diecinueve meses que lleva acumulados la actual crisis económica. 
En ese sentido, el régimen de tipo de cambio flotante adoptado recientemente debería ser parte de un programa económico consistente y no sólo una respuesta a la realidad impuesta por la crisis. 

Las perspectivas en el corto plazo 
Los inversores internacionales han demostrado que se retiran de aquellos mercados emergentes con serios desequilibrios en las cuentas fiscales o en las del sector externo. Brasil necesita ahorro externo para financiar su desarrollo y las privatizaciones pendientes pueden cubrir tan solo parte de esas necesidades. El resto ingresará sólo cuando pueda proyectarse un estricto equilibrio fiscal y monetario, acompañado por un fuerte crecimiento de las exportaciones. Para ello no es suficiente con la reprogramación y/o licuación de la deuda interna. 
Puede observarse que la deuda pública interna aumentó casi tres veces en tan solo tres años mientras que el saldo deficitario de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos se duplicaba. El primer indicador señala la falta de capacidad de ahorro del sector público y el segundo la misma deficiencia a nivel de la economía en su conjunto. Asimismo, el aumento del número de cheques sin fondos muestra las dificultades financieras del sector privado, especialmente de la pequeña y mediana empresa. 
Con la devaluación del Real (con un tipo de cambio de $R/US$: 1,9), la deuda pública interna expresada en dólares se redujo inicialmente en alrededor de un 30%  debido a que un poco más de dos tercios se ajusta por la tasa overnight Selic. Consecuentemente también disminuyó dicha deuda expresada como  porcentaje del total de las exportaciones. Sin embargo, en términos del PBI en  dólares la deuda pública total aumentó por el peso del endeudamiento en moneda extranjera. Si esta situación continúa con una devaluación nominal cada vez mayor el cociente entre las Exportaciones y los Servicios de la Deuda Pública Interna podría aumentar pero a costa de tasas reales de interés cada vez más altas lo que provocaría una mayor recesión creando condiciones de alta inestabilidad y mayor salida de capitales. Los problemas de financiamiento señalados en el cuadro se agravarían substancialmente. 
 Por otra parte, siendo los bancos uno de los principales tenedores de la deuda pública interna, el riesgo de un default o una reprogramación compulsiva debilitaría la credibilidad del sistema. 
En cuanto a la situación fiscal, la misma se está agravando por las siguientes razones: a) el enfrentamiento político entre  los gobernadores de algunos estados (Río de Janeiro, Río Grande do Sul, Alagoas, etc.) y el Presidente Cardoso respecto a la deuda que dichos estados mantienen con el gobierno central y la intención por parte de los primeros de  crear impuestos a la exportación; b) el impacto de la devaluación y de la caída del nivel de actividad sobre la situación fiscal; c) la demora en implementar un plan  que tenga en cuenta el mayor déficit derivado de la devaluación. 
A su vez, el programa monetario que debería fijar metas de devaluación, inflación y crédito público interno que sean compatibles con la situación fiscal no aparece claramente definido y coherente. En este contexto es poco creíble estimar que solo el 35% de la devaluación se trasladará a los precios y a partir de allí suponer una meta inflacionaria del 10% (o sea una devaluación del 20%). Por otra parte es necesario una meta precisa de los niveles de crédito público interno programada en el tiempo. 
Si no se produce una drástica disminución del déficit fiscal la fijación de un programa monetario consistente con el tipo de cambio conduciría a un fuerte aumento de las tasas de interés, realimentando los desequilibrios en el sector público y lo que es más grave produciendo una fuerte recesión económica con desempleo y nuevos conflictos políticos que a su vez agravarían el déficit deteriorando aún más las expectativas. 
Un indicador de que las expectativas de la población están cambiando, lo cual acercaría el escenario económico brasileño al que vivió Argentina en los primeros años de la presente década, es la encuesta de opinión pública realizada recientemente por la empresa Vox Populi en un relevamiento que señala que el  70-80% de los brasileños piensan que la inflación regresará, el nivel de ingresos disminuirá y el desempleo aumentará. Si ello significara que la población brasileña está  más remisa a aceptar el impuesto inflacionario probablemente el país estaría más cerca de una solución duradera. 

Los escenarios futuros de la crisis brasileña 
Con el propósito de enmarcar la evolución de los futuros acontecimientos de la crisis brasileña y el desenlace de la misma se resumen a continuación los dos escenarios extremos que podría enfrentar Brasil comenzando por aquel que tiene más probabilidades de superar  las dificultades en los próximos años. 
a) Escenario de un fuerte ajuste fiscal y monetario. 
La posibilidad de una superación de la crisis es solo factible mediante un ajuste fiscal que además de corregir el desequilibrio anterior a la devaluación  supere el mayor déficit producido por la misma. El programa debería fijar metas fiscales y monetarias consensuadas con el FMI y un mecanismo de seguimiento transparente. Las consecuencias de las medidas adoptadas producirán al comienzo una fuerte recesión y desocupación en el mercado de trabajo, en un entorno de altas tasas reales de interés. 
Bajo estas condiciones es muy probable que aumenten las posibilidades de un agravamiento de los conflictos políticos y sociales y una mayor presión por un retorno hacia los controles de cambio, el cierre de la economía y una mayor intervención del estado. 
Frente a esta situación el gobierno debería acelerar el proceso de privatizaciones, profundizar el ajuste del sistema de previsión social y enfrentar los reclamos de diversos grupos de poder adversos al cambio. 
Entre ellos se encuentran los empresarios que creen que la solución es regresar al modelo de organización económica anterior, siendo seguramente los primeros en solicitar una reducción de la tasa de interés y el apoyo estatal en forma de subsidios y otros beneficios. Asimismo, los empleados públicos y la oposición que se unirán protestando contra el ajuste fiscal y los gobiernos estaduales que continuarán insistiendo en no asumir los compromisos de la deuda y en aplicar su propia política de ingresos y  gastos. 
En este contexto es bastante probable que el gobierno, fuertemente presionado por la gravedad de la situación esperada, deba recurrir a  algún tipo de programación de la deuda pública interna, para lo cual debería solicitar un mayor apoyo financiero externo con el compromiso de profundizar las reformas estructurales, entre ellas las privatizaciones pendientes. Alta volatilidad y crisis recurrentes no deben descartarse hasta el momento en que se recojan los primeros frutos del esfuerzo. 
b) Escenario  de descontrol fiscal y monetario y alta inflación 
Las características principales de este escenario son el agravamiento de las dificultades del anterior más la paulatina indexación y simultánea desmonetización de la economía acompañadas por la creciente pérdida de credibilidad interna y la reticencia de los inversores extranjeros a invertir en Brasil. En este caso la protesta social se intensificaría frente a la fuerte pérdida del poder adquisitivo del salario y no se lograría abaratar el crédito sino que por el contrario el sistema  financiero perdería solvencia y liquidez. 
Este escenario no necesariamente conduciría a una rápida solución al tipo de lo que fue la convertibilidad en argentina, debido a la relativamente alta monetización inicial de la economía brasileña y a la idiosincrasia de sus agentes económicos. 
La superación de las dificultades podría demandar un largo período de tiempo afectando negativamente al Mercosur. Solo un dramático desenvolvimiento de la crisis con consecuencias sociales graves podría abrir el camino al inicio de un programa económico sustentable. 

(*)  Raúl Hermida                            
Facultad de Ciencias Económicas UNRC 
Bolsa de Comercio de Córdoba 
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