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El crecimiento
equilibrado de la producción, el empleo y los ingresos fue siempre
uno de los desafíos históricos más importantes.
La mega-concentración
de la actividad económica en la Capital Federal y el Gran Buenos
Aires convirtió a esta región en el núcleo central
del proceso de acumulación de capital. A lo largo de las últimas
décadas y hasta principios de los 90, la mitad de la producción,
la inversión y el empleo industrial se originó en el
eje Capital-GBA.
En
un contexto caracterizado por la inestabilidad macro-económica,
la destrucción del sistema de infraestructura básica, la
falta de vocación para aprovechar todo el potencial de recursos
naturales existente, la no inserción en las corrientes internacionales
de comercio y la falta de integración con los países vecinos,
el tan anhelado desarrollo de las economías del interior era una
simple expresión voluntarista.
La organización económica
actual al basar sus premisas fundamentales en la estabilidad monetaria,
el aumento de las inversiones, una creciente apertura de los mercados y
la constitución del Mercosur, logró instaurar un entorno
propicio para el desarrollo equilibrado de la actividad productiva y puso
en marcha todo el potencial productivo del país. En los años
90, se rompió con la falsa dicotomía “campo-industria” –en
1998 se registró una cosecha de granos y un nivel de producción
industrial que son récord históricos. Entre 1991 y 1998,
la construcción creció en el orden del 122 % y, por primera
vez, después de muchos años, el PBI de la construcción
ha superado en 1998 los requerimientos anuales de viviendas e infraestructura
y comenzó de esta manera a reducirse el déficit acumulado
a lo largo de décadas. La producción de petróleo duplica
los niveles de 1980 y la de gas los triplica. La producción minera
es hoy superior a la de muchas ramas industriales tradicionales. Las exportaciones
del complejo frutihortícola son actualmente tres veces más
altas que en 1990. Y se esperan, en los próximos cinco años,
4.000 millones de dólares de inversiones en el sector forestal.
Toda esa movilización
de la producción y las inversiones se difunde a lo largo y a los
ancho del país. La expansión minera, forestal, frutihortícola
y de los recursos energéticos se manifiesta, fundamentalmente, en
las regiones del norte argentino, Cuyo y la Patagonia. La recuperación
de la construcción se ve reflejada en todas las provincias.
Un comentario especial merece
el proceso de reindustrialización que comienza a vislumbrarse en
el interior. Para el trienio 1998-2000, ya se llevan relevadas inversiones
por un monto 2,5 veces mayor al del período 1990-1997. En la región
del Noroeste, las inversiones en la industria se multiplican por 4 (sobresalen
los empredimientos de Aceros Zapla en Jujuy y Scania en Tucumán);
en la Patagonia, crecen 4 veces (se destaca el proyecto Mega y las inversiones
de Aluar); las inversiones industriales en la región del Noroeste
se multiplican por 2 y en Cuyo por 3 (sobresalen los emprendimientos en
el complejo celulósico-papelero en la primera y en el complejo vitivinícola
y en el sector de conservantes químicos para alimentos en la segunda).
La región del Centro (Santa Fe, Córdoba y resto de Buenos
Aires) registra un aumento de 2,3 veces. El eje Capital Federal-GBA es
la región donde las inversiones industriales registran el menor
crecimiento. En la presente década, esta región concentraría
menos del 10 % del total de la inversión en el sector manufacturero.
El nivel de inserción por habitante en Capital-GBA es el más
bajo del país.
Es importante también
el aumento de las inversiones en infraestructura básica en el interior.
En el trienio 1998-2000, estas inversiones se multiplican por 8 tanto en
el Noroeste como en el Noreste, resultan 11 veces más elevadas en
el centro del país y crecen 6,5 veces en la Patagonia: Las inversiones
en infraestructura en la región de Cuyo pasan de 75 millones de
dólares anuales en el período 1990-97 a 78 millones en el
trienio 1998-2000. El aumento de las inversiones en infraestructura es
un hecho destacado, ya que permite revertir los crónicos problemas
de atraso, aislamiento y sobrecostos que siempre fueron barreras para el
desarrollo de los sectores productivos de las provincias.
1999 será un año
difícil como consecuencia de la crisis regional e internacional.
Las economías regionales se verán afectadas, en mayor o menor
medida, a raíz de la fuerte caída de los precios de nuestras
exportaciones, el encarecimiento del costo del crédito y la menor
demanda de Brasil.
Pero más allá
de la actual coyuntura, la década del 90 será recordada entre
otras cosas, como aquella en la cuál se generó un quiebre
en la tendencia estructural hacia el debilitamiento secular de las economías
del interior y la megaconcentración de la actividad económica
en el eje Capital Federal-GBA. La actual crisis económica mundial
está afectando negativamente la producción y las exportaciones.
Pero el proceso de inversiones y crecimiento económico está
sustentado sobre bases sólidas y perdurará más allá
de la coyuntura. El principal desafío es recuperar la movilidad
y los equilibrios sociales. Para ello, es necesario preservar el crecimiento
económico con aumento de las inversiones productivas y, además,
fortalecer los sistemas educativos y de salud.
(*) Alieto Guadagni
Secretario de Industria,
Comercio y Minería de la Nación.
Ministerio de Economía, Obras y Servicios Públicos de la
Nación. |
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