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En el escrito se presenta
un conjunto de ideas relativas a la reciente crisis de Brasil, que se dispara
a partir del 13 de enero de 1999 cuando la autoridad monetaria decide primero
alterar la pauta devaluatoria para su moneda, el Real, y luego (dos días
después) la flotación. Por la preocupación que esto
ha despertado en la comunidad, que se manifiesta en las numerosas preguntas
que se hacen respecto a este nuevo e impactante suceso, y con la intencionalidad
de que el mensaje trascienda al medio académico, se organiza el
trabajo a través de ensayar respuestas a un conjunto de preguntas
hipotéticas que los interesados en el tema podrían
hacerse.
Las respuestas
que el autor ha producido muestran, en general, la calidad de la construcción
institucional elaborada para estabilizar la moneda argentina, esto es,
la convertibilidad, y no favorecen aquellos puntos de vista críticos
que de forma directa o indirecta sostienen la necesidad de «cambiar
el modelo». En el último aspecto, se arriesga la idea de que
con la expresión «hay que cambiar el modelo» en realidad
los que la profieren quieren decir «hay que salir del régimen
de convertibilidad».
I. Sobre Estabilidad y
Apreciación de la Moneda
¿A qué
se debe la pérdida de relativa estabilidad que poseía la
moneda brasilera –el REAL- antes del 13 de enero de 1999?
La relativa estabilidad
hace referencia a que Brasil, antes de la modificación de las reglas
cambiarias del 13.01.99 no tenía un valor fijo para el precio de
la divisa, sino que éste se ubicaba dentro de una banda (un valor
mínimo y un máximo) que se iba desplazando suavemente a lo
largo del tiempo. Para que se tenga una idea del fenómeno, cuando
nace el Plan Real por julio de 1994 el precio de 1 dólar era de
0,80 Reales, y habiendo pasado 9 semestres el límite máximo
de la banda estaba en 1, 21 Reales. Este ajuste lento fue el que permitió
una baja tasa de inflación durante esos años y compensar,
aunque sea muy parcialmente, la apreciación en términos reales
de la moneda brasilera.
¿Qué es
y cómo se gesta la apreciación real?
La apreciación real
hace referencia a la pérdida del poder adquisitivo de la divisa
(el dólar, el marco alemán o el yen) en el mercado local.
Y se produce por la brecha (inconsistencia) entre la tasa devaluatoria
establecida por la autoridad monetaria -a través del desplazamiento
en el tiempo de la banda cambiaria- y la devaluación que desde la
situación de déficit de las cuentas fiscales debería
concretarse, y que por el régimen cambiario elegido no se puede
manifestar en precios crecientes para la divisa en los ritmos requeridos.
Para que el Real se hubiese podido mantener en la relación original
contra el dólar, el déficit fiscal a lo largo del tiempo
tendría que haber sido mucho menor. Esto es así porque el
logro de una estabilización genuina se relaciona al mantenimiento
de los equilibrios monetarios. La tasa de crecimiento de la economía
es la que hace aumentar la demanda de dinero, y el crecimiento de la oferta
monetaria finalmente se liga al desequilibrio fiscal. Así, en la
medida en que este desequilibrio fiscal desborde nítidamente esa
línea de referencia que brinda la expansión de la demanda
de dinero, se alimenta el desequilibrio monetario y con ello la inflación
que deberá tener la economía. El déficit fiscal relativo
al Producto Bruto Interno de Brasil, hacia noviembre de 1998 superaba la
cifra de 8, 75 %, lo que revela la magnitud del problema que se estuvo
gestando en la etapa de pseudo estabilidad.
II. Sobre la Importancia
de la Cuestión Fiscal
¿Siempre la cuestión
fiscal es tan importante para la estabilidad del valor de la moneda local?
Independientemente del sistema
cambiario que elija un país, la estabilidad del valor de la moneda
en referencia a otra considerada estable, como el dólar, depende
del cumplimiento de ciertas restricciones de naturaleza fundamental donde
la más relevante es la solvencia fiscal, esto es, mantener en el
largo plazo una cobertura de los gastos públicos, de la más
variada naturaleza, con ingresos fiscales genuinos (impuestos). Sin embargo,
algunos economistas entienden que ha habido situaciones de crisis y turbulencias
macroeconómicas sin necesidad de que las inconsistencias fiscales
hayan estado presente, citándose como ejemplo el caso de algunos
de los países del sudeste asiático durante la crisis reciente,
y esto sería una prueba de que en realidad la cuestión fiscal
relatada no es tan relevante. Cuando se toman adecuada cuenta de los diversos
conceptos de gasto público, que son los convencionales más
aquellos que en el tiempo presente no se computan -porque no son manifiestos-
pero que de la naturaleza del entorno macroeoconómico son esperables
su ocurrencia, este tipo de cómputo, más realista, es capaz
de explicar por qué puede haber desconfianza hacia una determinada
moneda, y llevar a una escalada en el precio de la divisa -si existe la
flotación de la moneda-, o a la ruptura de un sistema de cambio
fijo. En este caso termina una relación fija de conversión
de la moneda local con la moneda internacional, o bien porque se le terminaron
las reservas internacionales o bien porque eso es lo que se piensa que
inminentemente ocurrirá.
A los fines de poner un
ejemplo dramático de estos gastos ocultos, se puede señalar
el caso de los costos de naturaleza cuasi-fiscal de las virtuales insolvencias
operadas en algunos de los sistemas bancarios de países del sudeste
asiático, gestadas debido a las políticas incorrectas de
asignación de créditos realizadas durante largos períodos
de tiempo, derivadas a su vez de las permisividades que ofrecen los deficientes
sistemas de supervisión bancaria o de las políticas públicas
de orientación crediticia hacia sectores considerados «estratégicos».
III. Sobre los Ataques
Especulativos y los Neo-dependentistas
Ahora bien, sobre
el suceso relatado en el ante-último párrafo, que se denomina
«ataque especulativo a la moneda local», algunos autores entienden
que sólo les ocurre a los países emergentes.
Para ciertos economistas
neo-dependentistas, estas posibilidades de ocurrencias de ataques especulativos
a las monedas nacionales suceden sólo a los países emergentes,
que serian los «nuevos dependientes» de la era de la globalización.
En verdad, estas apreciaciones ignoran la historia financiera reciente
o manifiestan un interés en deformar la realidad. Los ataques especulativos
no sólo suceden entre los emergentes; pasó en el año
1971 a nivel internacional con el sistema de convertibilidad de Bretton
Woods. Por los Acuerdos de Bretton Woods –de la segunda postguerra- la
Reserva Federal de los Estados Unidos se convierten en una especie de Banco
Central del mundo, munido con un compromiso de conversión fija entre
el dólar y el oro que los poseedores de dólares potencialmente
podrían reclamar cuando lo quisieran. Los abultados déficits
fiscales de postguerra de los EEUU, relacionados con los costosos emprendimientos
bélicos parciales –guerra de Corea y de Vietnam, entre otros- ,
fueron financiados en gran medida con el empapelamiento de dólares
e hicieron que esta moneda perdiera calidad y que los tenedores de la misma,
fundamentalmente los alemanes, franceses y los propios estadounidenses,
con sus acciones, generaran la insolvencia de esa convertibilidad, esto
es, que cesara la relación de conversión entre el oro y el
dólar y comenzara la era de los tipos de cambios flotantes. Se estima
de forma bastante generalizada que Estados Unidos, el atacado especulativamente,
no era precisamente un país dependiente.
Respecto al caso de Brasil,
los problemas devienen porque desde hace ya un tiempo largo no cumple con
la restricción fiscal, y ha estado financiado este desequilibrio,
y por lo tanto ocultando la verdadera pérdida de calidad de su moneda
(mostrando una estabilidad del REAL pre 13 de enero de 1999 que no le correspondía)
a través de una espiralización de la tasa de interés.
Desde el comienzo de la crisis asiática -julio de 1997- la suba
de las tasas de interés se hizo manifiesta como un incentivo para
que los agentes económicos retuvieran reales en sus bolsillos, y
se la colocó por las nubes luego del default ruso en agosto de 1998
por la misma causa. La razón de este financiamiento de alto
costo de la estabilidad, durante bastante tiempo, ha sido la cuestión
electoral ligada a la reelección de Cardozo. Luego de la reelección,
y dado el marco de incertidumbre en el mercado internacional de capitales,
las expectativas de los operadores económicos era que Brasil algo
debía hacer para intentar solucionar los problemas fiscales y de
cuenta corriente de la balanza de pagos (entero reflejo de los anteriores).
Y lo que decidió fue dejar de financiar la huida al dólar
en el mercado de cambios, esto es, dejar flotar la moneda, originando una
devaluación que hasta el día 09.02.99 (1,91 R por Dólar)
era de más del 50 % respecto a los valores anteriores al 13.01.99.
IV. Acerca de los Impactos
de la Situación Brasilera I
¿Qué impactos
tiene esta situación de Brasil a nivel nacional?
La respuesta está
condicionada al tiempo que le demande a Brasil estabilizar con fundamentos
su moneda. La estabilización, si es así lograda, tendría
una importante incidencia positiva sobre su nivel de actividad económica.
Pero mientras más demore esta solución, más impactos
negativos se recibirán, manifestados estos a través de la
acentuación del proceso recesivo que viene desde el segundo semestre
del año anterior y una caída adicional en el ritmo de creación
de puestos de trabajo.
Esto se debería a
las siguientes cuestiones:
Por un lado, la escasez
y encarecimiento del crédito, que afecta negativamente la marcha
de la economía. Esto se provoca por las dificultades que se tienen
en principio para mantener la fluidez del ingreso del capital desde el
exterior, que ya se tienen desde antes del efecto Brasil y en donde éste
sólo hace agravar esta situación. En el caso argentino, y
pese al muy buen trabajo de la Subsecretaría de Financiamiento de
la Nación en materia de atendimiento de los servicios de la deuda
pública externa, posiblemente las tasas de interés sean más
elevadas.
Además, y coadyuvando
con el ambiente recesivo, están las medidas de precaución
que deben tomar los bancos respecto a concesiones de crédito en
un horizonte donde la bondad de los negocios es puesta severamente en duda.
Adicionalmente, la perspectiva
-más o menos rápida- de pérdida de capacidad competitiva
de los sectores productores de bienes exportables y competidores de importaciones
a consecuencia del deterioro en términos reales de la moneda brasilera.
En este ítem, lo importante es la medida en que la devaluación
nominal de la moneda brasilera se concreta como una devaluación
real y durante cuánto tiempo.
También, y no menos
importante que las anteriores, están las incertidumbres que se generan
en los que deben tomar decisiones ligadas a las diversas faces del proceso
económico. Las actitudes que necesariamente se van a observar entre
los agentes económicos serán las del tipo «espero y
veo», que son extremadamente dañinas para la economía
como un todo, y especialmente para la demanda de trabajo. Por ejemplo,
las decisiones de compra de diversos tipos de insumos y de bienes de capital
por parte de los productores se difieren, si es posible, por una cuestión
básica de cálculo económico y de expectativas hacia
el futuro. No saben si lograrán vender sus productos y si lo logran
no saben con cuánta pérdida lo harán.
V. Sobre el Devaluacionismo
y la Necesidad de Cambiar la Convertibilidad
Frente a la devaluación
real que concretará Brasil, ¿no convendría
cambiar de modelo en la Argentina? ¿no convendrá salir
de la convertibilidad?
Existen varias cuestiones
de indole ideológica-política en la pregunta que hacen necesarias
algunas consideraciones, aunque sea de forma muy esquemática. «Hay
que cambiar de modelo» es una frase que se escucha frecuentemente,
pero no tiene un claro significado respecto de acciones a emprender: depende
de quién lo enuncie. Para los que se adscriben a la izquierda en
el arco de las ideas, una fracción muy reducida de la población
del país, cambiar el modelo sin duda significa una no aceptación
de la economía capitalista de mercado, por entenderla que no es
equitativa ni en sus puntos de partida ni en sus resultados de asignación
de los frutos logrados del proceso económico con la interacción
de los diversos factores de la producción -o de las clases sociales
en sus expresiones-. Entienden también que esto no es una verdadera
democracia y por ello debe ser rechazado.
Para otros, auto denominados
«economistas progresistas», cuyas opiniones encuentran adhesiones
de parte de un grupo más nutrido de gente, alimentada en la Argentina
desde sectores internos de varios partidos políticos, la expresión
«cambiar el modelo» significa varias cosas. Incluye, de seguro,
las acciones para el logro de una mayor calidad de todos los aspectos no
económicos de la democracia presente, existiendo sobre esto marcado
consenso de parte de la mayoría de la población. En el terreno
económico-social, no proponen cambios en las relaciones de propiedad
capitalistas -manifiestan el respeto por el sistema de propiedad capitalista-
pero sí mejores actividades de regulación de los diversos
entes reguladores surgidos concomitantemente a los procesos de privatización
de actividades que antes se desenvolvían en la esfera del sector
público; también acciones de apoyo a los sectores productivos
pequeños, que se estarían cayendo como un resultado del funcionamiento
del modelo; aquí los apoyos de parte de la población son
también muy amplios, aunque no en el mismo nivel que en el caso
anterior.
Y a la par de estos cometidos
propuestos, el discurso crítico de la corriente de “economistas
progresistas» se nutre del inventario de los «lamentables resultados»
en orden a concentración de los ingresos y de la riqueza, así
como la elevada tasa de desempleo que dejaría el «modelo»
aplicado actualmente en la Argentina. Aquí las acciones propuestas
para combatirlos son difusas, no pudiendo ser enunciadas de forma directa
por la necesidad de no espantar electores, ya que en lo sustantivo, en
el meollo de los resultados críticos obtenidos estaría el
elemento más perverso de todos, según esta visión:
la convertibilidad.
Este sector crítico
es profundamente devaluacionista, aunque conoce las consecuencias negativas
en la redistribución de ingresos que tiene la devaluación
sobre los asalariados, que supuestamente pretende proteger. Tiene el drama
que siendo del partido de la devaluación, no lo puede decir de forma
pública, y este bloqueo expresivo los hace deformar en demasía
el análisis de la realidad económica.
Algunas palabras sin embargo
deben decirse sobre los «resultados tan deficientes» que esta
posición crítica manifiesta: se debe decir que el gran mérito
de la convertibilidad ha sido el haber logrado a lo largo de casi 8 años
de vigencia resultados anti-inflacionarios superadores de los logros de
todos los otros planes de estabilización seguidos en la Argentina
en el presente siglo, con un esquema muy simple de administración
monetaria (el Banco Central emite un peso si le entregan un dólar,
y vende un dólar si le pagan con un peso) que es la envidia de numerosos
países, y vía el control de la calidad de la cartera activa
de los bancos. A este «pobre» logro es difícil darle
el relieve que verdaderamente ha tenido para el elevado ritmo de crecimiento
económico habido desde 1991 a la actualidad. Ha sido el principal
causante de la redución de inseguridad jurídica y otras incertidumbres
institucionales, abonando el campo del crecimiento económico.
Los magros resultados en
materia de empleo habido en los años de la convertibilidad sería
un desatino adjudicárselos a un régimen monetario tan exitoso:
sería como pensar que para el crecimiento de los puestos de trabajo
nada mejor que la inflación. La elevada tasa de desempleo presente
reconoce otras causas estructurales: los incentivos a emplear que ofrece
la actual legislación laboral, el diseño del sistema impositivo,
la reforma del aparato estatal incluida las privatizaciones y desregulaciones,
y la apertura externa, sin ser este el lugar para efectuar las ponderaciones
positivas o negativas de cada una de ellas.
Se han presentado algunas
de las bondades de la convertibilidad, pero ¿qué hacer frente
a la devaluación real que concretará Brasil?
Se estima, correctamente,
que la tasa de inflación que se genera a partir de las devaluaciones
en Brasil no es del mismo tenor que la que se obtendría para el
caso argentino, esto es, que la devaluación nominal en Brasil se
mantendría durante un tiempo más o menos prolongado como
una devaluación real. Ahora bien, en el largo plazo es de esperar
que los cambios en las variables nominales (tipo de cambio, en el caso
analizado) se trasladen a los precios, eliminando los vestigios de una
devaluación real. Esto no sería así en la Argentina:
por la experiencia hiperinflacionaria reciente, una devaluación
se transformaría en inflación casi instantáneamente,
o peor aún, en el disparador de la dolarización total de
hecho de la riqueza financiera de los agentes económicos con sus
secuelas de mayor recesión. Es por ello que salvo muy pocas excepciones
(los «economistas progresistas»), los economistas “retrógrados
o neoconservadores” (según la calificación acordada por los
“progresistas”) entienden que el régimen monetario actual -la convertibilidad-
es nítidamente superior al régimen de flotación limpia,
dada la experiencia reciente y el significado que tiene para el país
la estabilidad de la moneda, y decididamente sin posibilidad de ser comparado
con un régimen de intervención en el mercado de cambios que
implicase el retorno a los desdoblamientos cambiarios, muy comunes en el
país en las tres décadas previas. Hoy, en el grueso del arco
político, frente a la proximidad de las elecciones para el cambio
de las autoridades nacionales, todas las voces juramentan mantener la convertibilidad,
aparentemente porque tiene una muy buena aceptación popular.
A la corriente de «economistas
progresistas» referido le encantaría anunciar la idea de abandonar
la convertibilidad como slogan de campaña electoral, por su supuesta
connotación «neoconservadora», pero conservadoramente
no expresa palabra por temor a que esto lleve a la pérdida de votos
en los sectores políticos a ellos próximos, porque está
ese deseo popular de continuar con la estabilidad del valor de la moneda.
También, y ya como una anécdota menor, porque en algunas
experiencias históricas las convertibilidades fueron abandonadas,
como fuera el caso de Inglaterra a comienzo de la década de los
años treinta, no siendo por ende las convertibilidades infalibles
para la estabilización de acuerdo a esa experiencia sucedida más
de 65 años atrás.
Pero aún suponiendo
que la devaluación real de la moneda brasilera perdure un largo
período de tiempo, no necesariamente todos estarían muertos,
como adscribirían algunos neokeynesianos ingenuos, sino que es posible
que las incertidumbres de todo tipo que se generen en Brasil por la no
resolución de la turbulencia macroeconómica más los
ajustes que debe hacer para poder recibir los créditos internacionales
solicitados, lleve a tasas de interés extravagantemente altas que
desalienten los proyectos de producción de bienes exportables y
de bienes competidores de importaciones.
En resumidas cuentas, y
para la desdicha de los antes señalados “economistas porgresistas”
no conviene salir de la convertibilidad.
VI. Acerca de los Impactos
de la Situación Brasilera II
¿Qué impactos
son esperables de la crisis de Brasil a nivel regional?
Nuevamente, todo depende
del tiempo que demande la resolución de la turbulencia brasilera.
Si es corto, los perjuicios para algunos sectores productivos existirán
de forma transitoria, por la búsqueda de obtener beneficios a través
de compras de ocasión por parte de las grandes cadenas de comercialización,
pero no serán generalizados y potencialmente pueden ser paliados
a través de algunas medidas de política económica
que están previstas en los estatutos de la ALADI y en la OMC. Si
por el contrario, lleva mucho tiempo, entonces los daños serán
mayores, pero serán debidos a la fuerte recesión que se establecerá
en Brasil, la que será trasmitida sin dudas a la Argentina
y a la región, por la menor demanda de importaciones que los vecinos
concretarán. Sin embargo, esto es muy importante para la economía
de la ciudad de Córdoba, porque es la ciudad más integrada
comercialmente a Brasil a través de la industria automotriz que
ya está siendo fuertemente afectada (estrictamente, desde el segundo
semestre de 1998), pero para la región no lo es tanto, ya que produce
bienes que si bien tienen actualmente reducidos precios internacionales,
también poseen una demanda más amplia en la economía
mundial.
¿Qué impactos
habrá sobre el Mercosur?
La situación actual
de Brasil es la que más perspectivas negativas ha generado sobre
las posibilidades de permanencia de este acuerdo preferencial, desde su
creación. Los negociadores argentinos, frente a la tamaña
devaluación experimentada, ven como medidas para salvar el Mercosur
la eliminación de los subsidios que Brasil hace a las exportaciones
dirigidas a los países integrantes del acuerdo -programa proex-,
la eliminación de las restricciones existentes a las importaciones
(v.gracia, plazo máximo de financiación a las importaciones),
la aplicación de las cláusulas de salvaguardia y el uso más
intensivo de las medidas antidumping, y la baja del arancel externo común.
Además, el monitoreo cercano del sentido de los flujos comerciales
entre los países.
Las perspectivas a futuro
sobre el Mercosur existirán si logran armonizarse las políticas
macroeconómicas entre los estados miembros, sino no hay futuro.
Pero como es mucha la inversión hecha por los países integrantes
y algunos grupos empresarios, se debe ser optimista. No van a rifarse los
esfuerzos realizados.
VII. Acerca de Alternativas
para la Estabilización de Brasil
¿Podría
estabilizarse Brasil con el control de los movimientos de capitales?
Un adecuado cálculo
de beneficios y costos sociales para la economía brasilera, llevaría
a que los hacedores de política económica brasileros encontraran
conveniente estabilizarse en comparación con una situación
de inflación. Esto es, Brasil ganaría antes que perdería
con su estabilización. Estabilizado Brasil, muchos de los pronósticos
de fuerte caída de actividad económica se revertirían;
el producto podría crecer espectacularmente, con efectos de derrame
sobre la economía argentina.
¿Se lograría
este objetivo con el control de los movimientos de capitales?
Algunos respetables economistas
advierten que estando el ataque especulativo en el núcleo de la
desestabilización de la moneda local en el caso de los tipos de
cambio fijo, una restricción a los movimientos de capitales (entrada
y salida)1 contribuiría a preservar la estabilidad monetaria.
Las formas en que esto podría concretarse es a través de
impuestos (ad valorem o específicos) o vía restricciones
de tipo cuantitativo. Debe tenerse en cuenta que las restricciones de cantidad
pueden ser transformadas en equivalentes impositivos, implicando generalmente
altas tasas de imposición. En caso que hubiera una amplia coordinación
a nivel internacional en el uso de estos instrumentos, los ataques especulativos
contra un país podrían desarrollarse cuando los desequilibrios
monetarios fuesen tan grandes que los agentes económicos encontrasen
beneficioso asumir los costos de transacción (pagar los impuestos)
de cambiar la moneda local por la internacional. Si el cálculo beneficio
– costo no soporta el pago de esos impuestos, el ataque especulativo no
se verificaría y podría protegerse así la estabilidad
de la moneda local. Sin embargo, no puede dejar de remarcarse las condiciones
que deben cumplirse: amplia coordinación internacional en el uso
del instrumento impositivo para reducir la movilidad de capitales. ¿Qué
sucede si no se verifica tal coordinación, como es la situación
actual? Lo que sucederá es que los capitales se dirigirán
hacia los países donde menos impuestos se establezcan. Entonces
si un país restringe fuertemente la entrada de capitales para evitar
que los potenciales deseos de retirada de los inversores a futuro pudiesen
afectar su estabilidad monetaria, lo que se tendría es un país
financieramente cerrado, sin ataques especulativos, pero donde la estabilidad
permanecerá en el largo plazo sólo si no se generan desequilibrios
monetarios. Si estos desequilibrios no cesan, o aún más,
son notorios, el país requerirá además cerrarse comercialmente,
porque por esta vía perdería las reservas internacionales
(subfacturación de exportaciones y sobrefacturación de importaciones)
que no pierde vía la balanza de capital. Luego harían falta
los controles de precios, y así sucesivamente hasta llegar a la
huida generalizada de la moneda local. En resumidas cuentas, estos impuestos
no son sustitutos de una sana administración fiscal-monetaria.
¿Brasil lograría
el objetivo estabilizador con la Convertibilidad?
De forma muy sencilla, si
se sigue el modelo argentino de convertibilidad, y bajo el supuesto que
las demoras en la resolución no sean tan grandes como para agotar
la credibilidad de F. H. Cardozo y de su equipo económico.
Pero ¿estaría
dispuesto Brasil a comprar la convertibilidad?
Algunos analistas se manifiestan
de manera enfática por la negativa. Se basan en que Brasil sería
un país «bananero», poco propenso a respetar los compromisos
establecidos, de forma que de ninguna manera se encadenaría a las
duras reglas que exige una convertibilidad responsable. El argumento no
es sólido y no tiene en cuenta que a nivel internacional no es negocio
en el largo plazo las conductas de tipo oportunista. No existe mejor carta
de presentación frente a los inversores y a los organismos internacionales
que la capacidad de cumplimentar compromisos, de forma que habiendo realizado
el juego de la devaluación por sorpresa, a este entretenimiento
Brasil no podrá dedicarse de nuevo por muy largo tiempo, y lo que
le sobrevendrá es la dura tarea de reconstruir la reputación
perdida. La convertibilidad a la argentina tendría la inapreciable
ventaja para Brasil de implicar la adopción de un sencillo sistema
monetario, de probada calidad, que le haría innecesarios los procesos
de licuación de deuda pública para reconstruir inicialmente
las finanzas públicas, que ha sido recetado para otras partes del
mundo y que goza de la respetabilidad internacional. Brasil percibiría
fuertes externalidades positivas, en la jerga de los economistas por su
adopción. Lógicamente que establecer, por ejemplo, la conversión
de 1,5 R por dólar no es una cuestión mágica; esa
relación debe ser creible y para ello debe ser acompañada
por fuertes señales de asumir irrevocables compromisos de realizar
importantes transformaciones estructurales de la economía brasilera
que sean conducentes a la percepción de solvencia fiscal intertemporal.
El problema que no ha sido dilucido es porqué no ha sido esto visto
por los responsables de la política económica, ya que no
hay mejor licuación de deuda en términos de PBI que la que
traería una estabilización permanente del Real.
¿No seria mejor
que Brasil se estabilizara a partir de la dolarización de derecho
de su economía?
Si bien la dolarización,
en los contextos de turbulencias que se viven, no es ninguna «pavada»
como algunos críticos de la corriente de “economistas progresistas»
piensan, es muy superior la convertibilidad estilo argentina, ya que facilita
el desarrollo de un área monetaria común con Brasil y el
Mercosur sin arriesgar la pérdida de señoreaje. Brasil encontraría
en principio más incentivos para estabilizar de forma permanente
si pudiera obtener ingresos por la colocación de sus reservas internacionales
en dólares en sólidos bancos internacionales, como hace la
Argentina. Además, si los dos países grandes del Mercosur
tienen un régimen monetario de convertibilidad referenciado al dólar,
es factible que de continuarse con las tendencias a la unificación
monetaria alrededor de pocas monedas a nivel internacional puedan en un
futuro cercano establecer acuerdos de asociación monetaria con los
Estados Unidos, sin pérdidas de los ingresos de señoreaje
y con la provisión de servicios del prestamista de última
instancia que hoy no se disponen.
Que no es una pavada la
idea de dolarización unilateral, lo demuestra el hecho de que aún
perdiendo los 800 millones de dólares por año por la eliminación
de las reservas internacionales del banco central -ya que en una dolarización
de derecho unilateral los dólares pasan a los particulares-, en
los turbulentos momentos que se viven la magnitud de la baja de la tasa
de interés que se obtendría por la reducción del riesgo
país (un 2 – 3 %) sobrepasaría en sus beneficios a la anterior
pérdida. Y además, los rendimientos que dejaría de
percibir el banco central podrían pasar parcialmente a los particulares.
VIII. Sobre la Naturaleza
Interna o Externa de los Problemas de la Economía Argentina
Volviendo a los problemas
de Argentina, ¿se deben a la Argentina o a Brasil, Japón,
Rusia , Sudeste de Asia y México? Los “economistas progresistas”
antes referidos entienden que los problemas de la economía argentina
no surgen por el contexto de turbulencia internacional, que arranca desde
el efecto Tequila de diciembre de 1994 pasando luego por la crisis del
sudeste de Asia, los problemas de Japón, el default ruso hasta llegar
a la actual crisis brasilera, sino que por el contrario se derivan del
“modelo implementado”. Este modelo (léase, la convertibilidad) vitupereado
fundamentaría los 7 o más Jinetes del Apocalipsis que dominan
la escena del país: sería responsable del atraso cambiario
que se verificaría en la Argentina. Este atraso a su vez sería
el generador de las altas tasa de desempleo, de la mala calidad de los
puestos de trabajo y de los pavorosos endeudamientos empresarios.
Para esta corriente de ideas,
la vetusta legislación laboral que se tiene en vigencia nada podría
explicar respecto a la actual tasa de desempleo; la gravosa imposición
que se tiene establecida sobre el proceso de contratación de la
mano de obra en ninguna medida se relacionaría con la elevada tasa
de desempleo; nada podría explicar el diseño del sistema
de las obras sociales sobre los costos del factor trabajo y por ende respecto
a la actual tasa de desempleo.
Para esta corriente de ideas,
que haga prácticamente 8 años que la Argentina tenga un tipo
de cambio fijo, y sin grandes barrera comerciales y financieras con el
exterior, para nada afectaría la viabilidad de la persistencia del
atraso cambiario. Una visión menos sesgada tendría alguna
duda sobre la existencia del mencionado fenómeno.
Pero esta corriente de ideas
es inconsistente con otras expresiones de su propia cosecha. ¿Cómo
puede ser que lo externo no juege rol alguno en el ciclo económico
de la Argentina si una de las razones esgrimidas para denostar a la convertibilidad
ha sido que tenía el defecto de amplificar en el interior el ciclo
de la economía internacional? Una visión menos sesgada
de la realidad económica argentina inserta en un mundo globalizado,
no dudaría en adjudicar a los sucesos externos un importante porcentaje
en la explicación de la marcha de la economía doméstica,
sobre todo los ocurridos desde la crisis asiática, sin olvidar a
la par que existen todavía notorios déficits en la organización
de la economía y que si fuesen resueltos contribuirían a
disponer de mayores niveles de bienestar para la ciudadanía.
(*) Santiago Gastaldi
/ Flavio Buchieri
Facultad de Ciencias
Económicas / UNRC.
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