RAUL  ALFONSIN:  
LA MILITANCIA DE LA
IDEOLOGIA

Alfonsín fue un presidente de la Nación que veló, fundamentalmente, por la restitución de las libertades públicas, por la “moral administrativa” de Irigoyen y por el Estado de Bienestar. No todo lo consiguió, pero sigue siendo militante de la ideología, por contraposición al pragmatismo. 
Vino a hablar de la Universidad; de esa Universidad reformista del ’18, entre otras, que abrazó cuando joven y cuya autonomía devolvió durante su gobierno. Pero su figura trascendió el tema para militantes y simpatizantes. 
Es imposible con Alfonsín hablar sólo de Universidad. La universalidad de los temas políticos lo trascienden, y los periodistas, los chicos de la Franja Morada y la propia comunidad universitaria así lo entendieron. 
Raúl Alfonsín es un político de “raza”, aunque esto parezca una verdad de Perogrullo,  en un escenario contemporáneo donde sobran los dedos de la mano para contar los caudillos. 
Las respuestas de este hombre de consulta, aún por encima de lo parcial que lo hace la ideología, siempre parecen trascender la coyuntura. Es que pasó por el poder, no ambiciona volver a él, pero retiene el liderazgo de una rutilancia que le dio su afán por la consolidación de las libertades públicas. 
Sin embargo, la hiperinfla-ción lo acorraló, porque en sus días de gloria pensó tal vez más en las libertades que en la economía. Pero se reconcilió con la sociedad, a pesar de irse antes de tiempo del gobierno porque dejó una impronta republicana. 
Obcecado por el Estado de Bienestar, y no solamente por la libertad sino por la igualdad, casi pelea contra molinos de viento cuando entrevé al mercado como la biblia de la globalización. 
La solidaridad es otro valor que lo apasiona y lo convierte, en parte, en un predicador en el desierto frente al modelo neoliberal, pero el respeto que se le tiene deviene de la firmeza de las convicciones y de la mística de hacer política, para poner al hombre en el centro de la economía. 
Alfonsín tiene las espaldas cargadas por los años, pero milita con el discurso cuando la profesionalización de la política muchas veces le quita a ésta el sentido de servicio. 
El veterano líder, por sus luchas adentro y afuera, ya tiene su altar político: La Internacional Socialista lo promovió a una de sus vicepresidencias, tras que la UCR, su partido centenario, ingresara como miembro pleno de la organización política. 
El ex presidente puede estar retirado del poder, pero no de la política. El 3 de diciembre lo esperaba otra vez la presidencia de su viejo partido. 
A los jóvenes radicales los entusiasma con el idealismo de sus convicciones. 
Tal vez le tocó un país equivocado a Alfonsín para gobernar en la Argentina. A lo mejor, debió esperarle una nación con más historia, de vuelta de muchas luchas –que aquí no han sido tan pocas-, pero que enseñen como en la Europa de la social-democracia, que al hombre hay que privilegiarlo por encima del mercado y que sigue siendo lo primero antes que la economía. 
Pero esto tiene el costo de una cultura apretujada de guerras y necesidades, que no nos han tocado vivir. 
Un Estado que no deserta y un capital más humano, lo desvelan. Cree que no es una utopía tan grande.   

 (*) Nicolás Angel Florio