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MODALIDADES
DE FINANCIACION
EDUCATIVA*
El financiamiento adecuado
de la educación es o debe ser una prioridad esencial de todo Estado
moderno con visión de futuro. Así concebida, siempre se llega
a la conclusión según la cual la Educación es la solución
más eficaz y definitiva de los principales problemas que aquejan
y deben enfrentar las diversas sociedad para lograr un desarrollo sostenible.
Sin embargo y pese a lo muy extendido de tal convencimiento aún
no se refleja debidamente en las decisiones anuales de los gobiernos, ni
en la cooperación de las empresas privadas, y mucho menos como parte
de la cooperación internacional.
La financiación de
la educación pública en todos los Estados –nación
se realiza fundamentalmente gracias a los presupuestos de los Ministerios
de Educación, aunque también con cargo a partidas, previstas
específicamente para fines educativos o de formación profesional,
en los presupuestos de otros ministerios e instituciones oficiales; en
particular los de Trabajo, Sanidad, Defensa, Agricultura, además
de los acordados por organismos públicos autónomos.
El porcentaje de Producto
Nacional Bruto (PNB) dedicado por cada país a los gastos en educación
incluye tanto al sector estatal como al no estatal y al privado. Además
de las partidas incluidas en el presupuesto del Estado-nación y
en el de las comunidades y entidades oficiales autónomas, de las
regiones y de las ciudades, existen diversas modalidades fiscales o gravámenes,
entre los cuales siguen figurando en algunos casos impuestos o gravámenes
específicamente dedicados a fines educativos.
Otra modalidad o fuente
principal de financiación educativa son los respectivos hogares
o familias, si bien es un tema que sigue estando poco estudiado y documentado.
En todo caso, existen estudios que muestran que el coste total de criar
un hijo desde el nacimiento a la edad adulta temprana (0 a
18 años de edad) excede generalmente con mucho el coste de la educación
formal. Por cierto, que la inversión en capital humano a lo largo
de toda la educación formal varía en los países de
la OCDE, desde los nueve años en el caso de Turquía a los
17 años de Bélgica y Holanda, con un promedio de 15 años
en todos esos países.
Concretamente en los EE.UU,
el coste total de crianza de un hijo representaba casi el 15 % del PBI
en 1995. La parte de los gastos de las familias para vivienda, alimentación,
ropa, atención sanitaria y transporte –incluidos los costos indirectos
de las percepciones no devengadas por las madres que no trabajan fuera
del hogar para mejor dedicarse a su propia familia- corresponde a dos tercios
de todos los gastos.
Las familias invierten en
la educación directamente al asumir el pago de tasas académicas,
transporte, libros de texto y de consulta, equipo informático, cursos
de apoyo extra (clases particulares), internados y alimentación,
incluso uniformes o vestimenta, etc., indispensables para hacer posible
los estudios formales o programas especiales de aprendizaje no formal.
El conjunto de estos gastos constituye generalmente un porcentaje
considerable del presupuesto familiar, tanto más para las familias
con numerosos hijos y ante un extendido afán de superación
a favor del nivel de conocimientos y título que se espera puedan
alcanzar los beneficiarios de cada familia. De ahí que se plantee
la conveniencia de desgravar fiscalmente a las familias por sus gastos
en la educación de sus hijos, bien sea de forma selectiva o global,
tal como ya ocurre, por ejemplo, en Alemania y en Portugal.
En general, los gastos de
las familias –cuya suma constituye una importante fuente y modalidad de
la financiación de la educación en cada país- van
acrecentándose a medida que los jóvenes miembros de la familia
ascienden de nivel educativo, dado que la educación básica
o primaria suele ser gratuita, aunque no así la secundaria, que
representa en muchos países la mayor carga financiera para las familias.
Paradójicamente, el nivel de educación superior pública
sigue siendo gratuita en muchos países, al menos entre los iberoamericanos,
frente a lo muy costosa que resulta, por ejemplo, en los EE. UU.
El sector privado, en particular,
recurre a cobrar servicios directamente a los alumnos o a sus familiares,
además de procurar subvenciones y donaciones (grants) oficiales
y no estatales, sobre todo de empresas, instituciones filantrópicas
y fundaciones, para lo cual se suelen organizar campañas ad hoc
de recolección de fondos, al estilo del tradicional fund raising
norteamericano o los programas de patrocinio (sponsorship), de acuerdo
con técnicas de los especialistas del ramo.
Una modalidad muy extendida
es la de contribuciones fijas o cuotas relacionadas con la nómina
de personal (entre el 0,5 al 3%) de las más diversas empresas industriales,
de servicios y aún agrícolas, generalmente sujetas a leyes
al respecto. Así fue el caso en España, mediados los años
cincuenta, gracias a la Ley de Formación Profesional Industrial,
del mismo modo que en Brasil se crearon el SENAI y el SENAC; en Colombia
el SENA; el INCE en Venezuela, o el INACAP en Chile. Japón (Employment
Promotion Projects Corporation) y Alemania (Instituto Federal de Formación
Profesional) tienen una larga y positiva experiencia en este tipo de cooperación
acordada entre el Estado y las empresas para programas de formación
profesional en servicio en las propias empresas. Por su parte, el Reino
Unido se distingue por un sistema similar sandwich o de alternancia estudio-trabajo.
Una modalidad de años
recientes es la creación y financiación de universidades,
particularmente en los EE.UU., por parte de grandes empresas multinacionales
o corporations (por ejemplo, IBM, McDonald, etc.). De ahí el nombre
de corporate universities, las cuales se han multiplicado y crecido muy
rapidamente, aparte de recuperar buena parte de las inversiones a través
de las tasas que cobran a los alumnos y, sobre todo, gracias a la formación
de la mano de obra especializada que requieren sus propias actividades
productivas. Instituciones creadas por las empresas privadas, como es el
caso de la Nacional Financiera en México y otras similares en varios
países, contribuyen eficazmente al desarrollo de una nueva cultura
empresarial, conscientes de sum papel como formadores de capital humano.
El papel de las empresas es de hecho cada vez más importante en
las sociedades del nuevo milenio. Las empresas con futuro son, a fin de
cuentas, comunidades sociales en evolución y progreso incesante.
La financiación de la capacitación empresarial es, por tanto,
consecuencia lógica de la búsqueda de una mayor rentabilidad
de estas instituciones generadoras de la riqueza del respectivo país.
Las fundaciones nacionales
o locales y aquellas cuyos programas se extienden más allá
de sus fronteras representan hoy en día un considerable aporte financiero
para el desarrollo de la educación, aunque su ayuda va dirigida
casi siempre a proyectos concretos proyectados o desarrollados en cooperación
con las mismas. Las fundaciones son expresión de lo mejor de la
sensibilidad social de la iniciativa empresarial privada, por cuanto es
la forma institucional más depurada a través de la que ese
principal sector de creación de riqueza devuelve a la sociedad parte
de sus legítimos beneficios y contribuye al progreso de su entorno.
Las fundaciones creadas por empresas reciben bien sea parte de los beneficios
anueales de tales empresas o bien han pasado a ser propietarias de todas
o gran parte de las acciones de la empresa o grupo de empresas madre. Otras
fundaciones de índole filantrópica hacen campañas
o solicitan aportaciones (bettler foundations), existiendo también
variadas otras fuentes, como puede ser la financiación con los beneficios
de la lotería (ONCE en España o Fundación Reina Juliana
en Holanda). Estas realidades positivas deben ser defendidas y apoyadas
con ahínco de cara al futuro, no solamente como fuente de aportes
sociales, educativos, científicos o culturales, sino también
en cuanto garantía del respeto a la iniciativa privada en las economías
de mercado humanas y sociales que se desenvuelven en el seno de los Estados
de derecho democráticos.
Otra modalidad importante
de financiación de la educación estatal y, sobre todo, no
estatal son los créditos bancarios para las inversiones de capital
y los créditos de honor como sustituto de las becas de fondo perdido.
Además del ICETEX, como institución piloto de esta modalidad
desde mediados de los años cincuenta, es de destacar la labor desarrollada
por el CONACYT de México desde 1971, que ha brindado apoyo para
la formación de posgrado dentro y fuera del país a más
de 60.000 jóvenes.
El ICETEX (Instituto de
Crédito Educativo Para Estudios en el Exterior) de Colombia, creado
en 1955 por Gabriel Betancur Mejía, es una de las experiencias más
excepcionales y ya histórica en materia crediticia, concretamente
para los estudios de posgrado. Esta feliz experiencia se siguió
muy pronto en casi todos los países latinoamericanos, al punto que
existe una asociación regional de tales instituciones llamada APICE.
Inspirado con le experiencia
de ICETEX, se diseño y propugnó posteriormente, con la colaboración
de la Agencia Internacional para el desarrollo de los EE.UU., la creación
de un Banco de Fomento y Crédito Educativo en Colombia, como organismo
autónomo adscrito al Ministerio de Educación, con el fin
de reunir y gestionar fondos públicos y privados destinados a la
concesión de créditos para diversas actividades educativas
institucionales o individuales; proyecto que no prosperó pese al
gran interés que despertó inicialmente lo novedoso de sus
planteamientos.
Los créditos a los
que recurre el sector oficial dentro de cada país son de carácter
extraordinario, extrapresupuestal, de deuda pública o créditos
comerciales ordinarios. En las últimas décadas se han extendido
los créditos internacionales para los países en vías
de desarrollo, principalmente el programa IDA (International Develpment
Aid) del Banco Mundial (créditos “blandos” en condiciones más
ventajosas respecto de los intereses y del período de gracia), así
como del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y sus homólogos
en Asia y Africa. También el sector educativo privado puede acceder
a estos créditos con el aval del respectivo Estado.
Por otra parte, se puede
acceder a ayudas financieras substantivas para proyectos concretos oficiales
de las agencias especializadas de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU), tales como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) y de Unicef, e incluso de la OMS, Unesco, OIT, UNEP y FAO, aunque
para fines más directamente relacionados con sus respectivos campos
de actuación y con sumas menores.
En Europa, la Comunidad
Europea dispone de una diversidad de programas de subvenciones y becas
para proyectos educativos de los Estados miembros y de instituciones privadas
o personas, así como programas de ayuda a países en vías
de desarrollo, facilitados generalmente por intermedio de organizaciones
no gubernamentales acreditadas.
En el Libro Blanco sobre
crecimiento, competitividad y empleo de la de la Comunidad Europea, en
1993 ya se subrayaba la estrecha relación que existe entre
cualificación y capacitación de los recursos humanos, por
una parte, y con las bajas tasas de crecimiento, por otra. El Libro Blanco
de Delors desarrolla este concepto en relación con la irrupción
de las nuevas tecnologías y recomienda principalmente, entre otras
medidas, el fomento de la educación contínua y de la formación
profesional. El Libro Verde de la Comisión Europea, titulado Vivir
y trabajar en la sociedad de la información (1996), también
insiste en esta deseable política, señalando la carencia
de capacidades como principal desafío, entre ellas las tecnologías
de la información y de la comunicación. A estos fines, el
Fondo Social Europeo (FSE) ha sido fuente financiera clave para llevar
a la práctica tales políticas de adaptación y reconversión.
Este Objetivo 4 de los Fondos Estructurales fue dotado con aproximadamente
6.000 millones de euros para el período 1994/1999, de lo que más
de 2.200 son cofinanciados por el FSE. Para la iniciativa ADAPT existe
además un presupuesto de unos 2.800 millones de euros para el periodo
1995/1999, de los que 1.400 son la contribución del FSE. Además
de estos medios substantivos para llevar a cabo tales políticas,
Objetivo 4 y Programa ADAPT contribuyen a la formación, actualización
y reciclaje de los recursos humanos de la Unión Europea gracias
a su naturaleza innovadora y a su carácter transnacional, lo cual
facilita el intercambio de las experiencias más válidas.
Las modalidades de financiación
de los sistemas educativos en América Latina son básicamente
similares entre sí, aunque varían bastante los porcentajes
en cuanto a la procedencia y respecto de la aplicación de dichos
fondos, todo lo cual se describe de forma clara en una reciente publicación
de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (OEI). Esta organización está llevando
a cabo una importante tarea documental y de reflexión en esta materia
al servicio de todos sus Estados miembros.
En la mayoría de
los países económicamente más desarrollados existen
agencias de cooperación nacionales de ayuda para combatir el subdesarrollo
en el exterior –tales como la Agencia de Cooperación Iberoamericana
en España, la SIDA en Suecia, la AID de los Estados Unidos, la ACDI
de Canadá, etc-, además de un gran número de organizaciones
no gubernamentales, laicas y religiosas, que recaudan fondos y/o ofrecen
servicios asistenciales, tales como la Cruz Roja, la Media Luna, Cáritas,
Manos Unidas, Medios del Mundo, etc.; todas las cuales financian y desarrollan
programas de educación no formal al menos en cuanto componente de
sus programas principales. A todo ello se suman las numerosas instituciones
educativas de las más diversas confesiones que son sostenidas gracias
a las aportaciones de sus propios seguidores, tal como las escuelas de
misioneros cristianos o las islámicas, judías, budistas y
de otras muchas creencias.
Según fuentes de
la Unesco, el mayor salto de la asistencia internacional, bilateral y multilateral,
destinada a la educación tuvo lugar entre 1969 y 1983, años
durante los que se paso de 600 millones de dólares hasta 4.025 millones.
Posteriormente ha sufrido un estancamiento y aun disminución, habiéndose
recuperado la tendencia al alza últimamente, aunque de forma moderada.
Estamos ante cambios considerables
en vísperas de comenzar un nuevo siglo, un nuevo milenio. Ante el
progresivo convencimiento de la primacía del conocimiento para la
solución de tantos y tan complejos problemas globales y locales,
cada persona, sus familias, las empresas, las instituciones religiosas,
las fundaciones, las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales,
las ciudades, las regiones autonómicas, el Estado y, en suma, la
sociedad entera, tendrán que financiar la educación y el
aprendizaje individual y colectivo de muy variadas formas. Las modalidades
de financiación educativa hasta ahora conocidas tendrán que
ser profundizadas y perfeccionadas, además de poner en práctica
otras desde la creatividad innovadora. Esta es sin duda una tarea importante
para todos si queremos garantizar un futuro para el aprendizaje.
(*) por Ricardo
Díez Hochleitner
Vicepresidente de
la Fundación Santillana. España.
E-mail: rojasos@santillana.es |