Alla lejos y hace tiempo

Había comenzado a correr el año 1976 y la realidad de nuestro país era un tanto aciaga. Nuestra flamante Escuela de Arte, que dependía de Rectorado, había tenido una preinscripción de 350 alumnos. 

El personal docente estaba constituido por la Profesora Belarmina Lueje, prestigiosa ceramista; Ignacio Colombres, Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Pintura 1973, además de ser una extraordinaria persona; el Profesor Mariano Ferreyra, Premio Alba del Salón Nacional de Pintura y verdadero inspirador de la creación de la Escuela de Arte;
Ricardo Embrioni, un gran pintor y bohemio que acostumbraba a decorar sus heladeras con finísimos trazos y que, una vez concluida su obra, comentaba que era hora de cambiar de esposa; Carlos Márquez, un gran pintor riocuartense que fue 6 periodos consecutivos Presidente de la Asociación Riocuartense de Plásticos y, por último, yo: Daniel Luis Gil, recién llegado de España y vinculado al Taller de Artes de la UNRC, que funcionaba en lo que es hoy el Rosarito Vera Peñaloza. Tal como estaban las cosas, en ese momento llegó el día por nadie esperado: el fatídico 24 de marzo de 1976.
Tropas en la calle, tropas en la UNRC, compañeros docentes a los que se llevaron y nunca más volvimos a ver; alumnos, algunos de los cuales tuvieron la suerte de poder volver y tenerlos a nuestro lado casi cotidianamente, hoy convertidos en excelentes docentes. Todo era confusión. Todo era temor. Temor por nuestros hijos. Exageradamente se realizaban allanamientos infructuosos, cerrando manzanas, todo esto lo conocimos y, créanme, nadie puede olvidar lo vivido.
La oportunidad de festejar los 30 años de la Universidad y poder hilar unas líneas en la revista VOCES nos hace bien a todos, por lo menos a mi.
Hoy, de aquella Escuela de Arte, quedan vivas dos personas: Mariano Ferreyra y yo, ambos fuimos testigos de los que pasó: el Secretario Académico de “facto” Teniente Campanelli, odontólogo asimilado al ejército nos informó que a partir del 26 pasábamos a depender de su órbita y, quien tenía la última palabra respecto a nuestro futuro en la UNRC era la Licenciada María del Carmen Avendaño, docente de la carrera de Comunicación; la misma que después firmara un manifiesto que expresaba: “Los argentinos somos derechos y humanos” (1978). La misma que en tiempos de la democracia tuvo problemas con los alumnos y se fue de la peor manera de nuestra Casa.
El resultado de la gestión Avendaño fue cerrar la Escuela de Arte y, por supuesto, el diligente odontólogo verde oliva así nos lo manifestó en una reunión sin anestesia. Durante la misma, le pregunté bajo que argumento se tomaba dicha medida y, palabras textuales: “porque había muchos zurdos”. Me mordí el labio y no pude con mi genio, le manifesté al “sacamuelas” que conocía a todas las personas inscriptas y que los únicos zurdos que había eran los que tomaban con la mano izquierda el pincel o el lápiz para expresar sus ideas en el lienzo o el papel.
Dos o tres días después estábamos “patitas en la calle”. Nadie nos defendió. No existía un Gremio; y si lo hubiera habido, después de todo a quién le importaba el Arte.
Quiero, por último, rendir homenaje en estas líneas a aquellos pioneros del Arte en la UNRC y que ya no están entre nosotros, ni en la Argentina, ni en ninguna parte tangible, tan solo los mantiene vivos mi recuerdo y el de mi amigo Mariano Ferreyra.

(*) por Prof. Daniel Gil / Secretario General AGD UNRC