1972. Recepción de
Rectorado
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La
creación de la Universidad Nacional de Río cuarto
Próxima a cumplir
treinta años de fructífera existencia, se puede afirmar que
la creación de la Universidad Nacional ha sido el acontecimiento
de mayor significación en la vida de nuestro Río Cuarto,
a tal punto que llega a marcar el comienzo de la etapa más decisiva
de su desarrollo integral, por las extraordinarias proyecciones que ha
tenido en el campo cultural, científico y técnico, como así
también en el orden económico y en los aspectos sociales
y políticos.
Ostentando un evidente perfil
de ciudad universitaria que día a día va cobrando mayor jerarquía,
hoy podemos palpar los efectos dinamizantes que el funcionamiento de una
casa de altos estudios de su nivel debía producir, lógicamente,
en todas las actividades locales y de la extensa región de su enclave.
Es natural entonces que
sea de sumo interés estudiar, conocer y valorar los antecedentes
de su nacimiento y los entretelones de los hechos que determinaron su fundación,
que de ninguna manera fueron accidentales no coyunturales. Por el contrario,
la creación de la UNRC es la resultante de la eclosión de
un estado de conciencia colectiva, reflejado en un movimiento comunitario
de características singulares que por su fuerza, su organicidad
y la claridad de sus propósitos pudo lograr un final exitoso.
Sin pecar de excesivo localismo,
en una valoración retrospectiva, los sucesos que produjeron la instalación
de la Universidad Nacional se pueden considerar, en su conjunto, las acciones
de una verdadera “revolución cultural y educacional” de aquel Río
Cuarto de los años sesenta y setenta.
Su signo distintivo fue
el protagonismo de los jóvenes provenientes de todos los sectores
y principalmente del campo estudiantil, que se movilizaron espontáneamente
brindándole a la gesta, en la etapa de culminación, una tónica
especial, llena de algarabía y entusiasmo, pero no exenta de firmeza
y decisión en el reclamo, que en una sucesión de acciones
cumplidas en el término de pocos meses (finales del año 1969
y principios del 70) invadió calles y plazas con sus cánticos
y pancartas, o colmó escenarios tradicionales como el Teatro Municipal
en asambleas bulliciosas. Fueron manifestaciones jubilosas, exentas de
la frialdad de los actos políticos partidistas, que esgrimieron
como única consigna reivindicatoria la creación de una Universidad
Nacional en Río Cuarto.
A estos grupos juveniles
se sumaron todos los demás sectores de la vida ciudadana, porque
participaron tanto las organizaciones empresariales como las sindicales
y profesionales, y también, las instituciones culturales, deportivas,
educacionales y de servicios. O sea que el reclamo fue unánime y
nadie quedó excluido del emprendimiento
El nacimiento de la Universidad
Nacional de Río Cuarto fue, por tanto, muy distinto del que tuvieron
las universidad tradicionales del país existentes por entonces.
En efecto, tanto la creación de la Universidad de Córdoba,
como la de Buenos Aires, la del Litoral, la de La Plata o la de Tucumán,
fueron el producto de la decisión de organizaciones religiosas o
de grupos políticos impulsores del progreso, que se movieron en
su tiempo en función de los reclamos culturales y políticos
de la época y del lugar.
La nuestra nació
como consecuencia de una movilización de la comunidad que traducía
una madurez cultural que se fue gestando en Río Cuarto en forma
lenta y progresiva hasta llegar a ese estallido, que por momentos adquiere
las modalidades de la insurgencia en razón de la pujanza y la amplitud
de la demanda comienza a evidenciar.
Hay que reconocer, en la
etapa previa a la creación de la Universidad Nacional de Río
cuarto, la existencia de una serie de antecedentes que en su momento han
marcado jalones valiosos que nos permiten explicar ese reclamo perentorio
de la población, destinada a obtener la instalación de una
Universidad Nacional en nuestro medio.
En el historial de Río
Cuarto hemos tenido algunos ejemplos muy demostrativos de experiencias
culturales que llegaron a adquirir tal relevancia que pueden ser consideradas,
por su proyección, verdaderas “universidades” populares locales,
porque contribuyeron decisivamente a crear ese microclima cultural excepcional
reconocido por propios y extraños, que ha sido siempre una nota
distintiva en la vida riocuartense.
La más antigua de
estas experiencias es la que ha desarrollado y aún desarrolla con
vigor la Biblioteca Popular Mariano Moreno, fundada en el año 1873,
convertida con el andar de los tiempos en un auténtico centro de
irradiación cultural, equiparable a cualquier casa de altos estudios
en cuanto a la difusión y promoción del saber y la cultura.
Bastaría para certificarlo recordar los centenares de conferencias,
cursos y cursillos de todo tipo que en ella se han cumplido: literatura,
filosofía, arte, ciencias, entre otros. Valga como muestra el cursillo
de Introducción a la Filosofía que desarrollara en el año
1955 el Profesor Vicente Fatone, para tener una idea aproximada del nivel
cultural del accionar de esta institución y de su extraordinaria
labor llevada a cabo en forma continuada y sin claudicaciones a lo largo
del tiempo.
La segunda iniciativa, que
merece recordarse como un valioso antecedente de cultura superior al alcance
de todos, se dio en Río Cuarto cuando comenzó sus actividades,
en el año 1953, la llamada Barraca Trapalanda, con su famoso local
de la esquina de Constitución y Buenos Aires. Fue una experiencia
inédita de divulgación de las artes, las ciencias y las letras
como nunca se había logrado en nuestro medio, porque llegó
en forma directa a todos los ámbitos de la ciudad que de esta forma
la sintieron como una viviencia propia, encarnada en su cuerpo social.
La ubicación estratégica de la Barraca, en plena Plaza Central,
en el camino de la tradicional “vuelta del perro”, que habitualmente se
cumplía todas las tardes, produjo el milagro de que jóvenes
y adultos, de todos los sectores sociales, se asomaron al local y disfrutaran
de las renovadas exposiciones artísticas, disertaciones literarias
y científicas de los mejores representantes de la cultura vernácula
y de todo el país.
La publicación de
una revista que tuvo el mismo nombre “Trapalanda. Artes – Ciencias – Letras”
completó la proyección de su accionar a un nivel nacional,
mereciendo múltiples elogios por la alta calidad de los trabajos
que en ella se registraron.
La tercera experiencia,
que debe consignarse como uno de loa antecedentes más importantes
de nuestra Universidad Nacional, fue la protagonizada por la inquietud
de un grupo de docentes de nuestro medio que promovió la creación
de una universidad de orden privado, que funcionó con la denominación
de Universidad del Centro y que, en su momento, llenó ese vacío
que existía en Río Cuarto en materia de enseñanza
superior. La desidia y el abandono oficial quedó en parte superada
por este proyecto privado que apoyó con entusiasmo la comunidad
y sus instituciones. El tiempo demostraría más tarde todas
las dificultades de una empresa de esa naturaleza cuando no cuenta con
el respaldo necesario.
Como es fácil deducir,
el clima preexistente era propicio, y lo que ocurrió en Río
Cuarto aquel 1º de Mayo de 1971, cuando se definió la fundación
de la Universidad Nacional, no puede considerarse un suceso desvinculado
de tales antecedentes. Sin embargo, para ser más completos y equitativos
en la enunciación de los hechos precursores, tendremos que agregar
otros que también tuvieron importante gravitación y contribuyeron
a la gestación de ese clima y de esa conciencia comunitaria que
hemos mencionado.
Por ejemplo, la creación
del Instituto de Cultura de la Ciudad de Río Cuarto, por Ordenanza
Municipal del año 1958, que representó en esa época
la coordinación y promoción de la actividad de todas las
organizaciones culturales existentes. Fue un ensayo valioso, que dejó
un saldo muy positivo, reincorporando el viejo Teatro Municipal totalmente
remodelado como centro de una labor artística y cultural intensiva.
Vinieron poco después
las gestiones ante el rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba,
realizadas en el año 1959, tendientes a lograr la creación
de una Facultad de Agronomía y Veterinaria en Río Cuarto,
como una dependencia de dicha casa de altos estudios. Luego, también
en el año 1959, la fundación del Instituto Superior de Ciencias
por un grupo de docentes del medio. Más tarde, en 1961, el Bachillerato
Agrotécnico, transformado después en Escuela de Agronomía
que aún continúa en funcionamiento.
Todos son precedentes que
deben sumarse al cúmulo de factores que contribuyeron a plasmar
un ambiente apropiado que dio origen e impulso a un estado de conciencia
colectiva que fue madurando progresivamente, para dar lugar al fenómeno
singular de una movilización total de la población a través
de sus organizaciones e instituciones estudiantiles, docentes, vecinales,
empresariales, sindicales, profesionales, culturales, deportivas, de servicios,
etc...
Participaron 92 entidades
e instituciones de nuestro medio y de algunas localidades vecinas, que
nombraron un total de 151 delegados o representantes, los cuales designaron
en asamblea pública lo que se denominó Comisión Pro-Universidad
Nacional en Río Cuarto, que fue la encargada de todas las gestiones
del caso . Se luchó sin claudicaciones, sin deserciones y sin concesiones
hasta que se alcanzó el propósito perseguido.
Este protagonismo de toda
la comunidad de Río Cuarto en la creación de su Universidad
Nacional, le ha dado a la misma un sello distintivo, porque son pocas las
Universidades argentinas que pueden exhibir como la nuestra, un grado de
presencia comunitaria y de vinculación con el medio tan llamativa
e intensiva.
Este rasgo que la singulariza
y distingue deberá afianzarse día a día, para que
llegue a convertirse en una verdadera tradición que nos llenará
de orgullo, que podremos exhibir a propios y extraños como una auténtica
conquista y que asegurará, por siempre, su rumbo al servicio del
pueblo, en cumplimiento del ideal de quienes contribuyeron a su gestación.
(*) por Dr. Ricardo
Martorelli
Vicepresidente Comisión
Pro-Universidad Nacional en Río Cuarto |
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