LA LECTURA DEL  LIBRO

En los últimos 100 años el estudio de los seres vivos se ha colocado a la vanguardia de la ciencia. El Proyecto Genoma Humano es hoy su parte más visible, por los alcances que involucra y el gran debate que moviliza.
Natt Ridley, en su obra Genoma: la autobiografía de una especie en 23 capítulos afirma:    “Algunos pueden declarar que el ser humano es algo más que sus genes. No lo niego. Hay mucho más en cada uno de nosotros que un código genético. Pero hasta ahora los genes humanos eran casi un completo misterio. Nosotros seremos la primera generación en penetrar ese misterio. Estamos en la antesala de nuevas y grandes respuestas, pero, aún más, de nuevas y grandes preguntas”. 

Nuestros cuerpos y el de todos los organismos vivos están formados por células. Éstas producen la mayor parte de las sustancias que necesitan los organismos para vivir. De ellas, las proteínas, cumplen múltiples funciones dentro de los organismos. Pero las células necesitan instrucciones para fabricar las proteínas necesarias. Estas instrucciones son impartidas por los ”genes”. Los genes son como frases escritas en un lenguaje químico y alineadas en una cadena llamada ADN (ácido desoxirribonucleico), por eso decimos que en todo organismo vivo, la molécula de ADN constituye un auténtico archivo genético. Los cálculos que manejan los investigadores sugieren que la información genética del hombre equivaldría a una biblioteca de 1000 volúmenes, con 100 páginas cada uno y 3000 letras cada página. Toda esta información, organizada en al menos 100.000 genes repartidos en los diferentes cromosomas (22 pares más los cromosomas X e Y que determina el sexo), es lo que se denomina genoma.
De este gigantesco código dependen no sólo las características que nos diferencian de las demás especies, sino también las que nos hacen únicos e irrepetibles. El problema es cómo sacar a la luz el contenido de esta gran cantidad de información, o lo que es lo mismo, cómo transcribir paso a paso este extenso lenguaje bioquímico. El alfabeto en el que están escritas las órdenes genéticas consta únicamente de cuatro bases bioquímicas denominadas nucleótidos, y que se designan por las cuatro letras de sus iniciales A (adenina), C (citosina), T (timina) y G (guanina). Todo el lenguaje de la vida es la combinación de enlaces A-T y C-G. Ahora bien, estamos hablando en el caso del hombre, de un texto escrito en 3.000 millones de pares de bases. Descifrar este texto es lo que se denomina secuenciar el genoma humano.
En su interés por descifrar los secretos del ADN, los genetistas y las empresas de biotecnología, bajo el auspicio del National Institutes of Health (Instituto de Salud Pública de EE.UU.) y el Departamento de Energía, han venido desarrollando un proyecto que, por su alcance y costo (3.000 millones de dólares en quince años), se ha comparado con el proyecto espacial de los Estados Unidos. Bajo el nombre de Proyecto Genoma Humano (HGP, en ingles), se intentó construir un mapa de todas las secuencias del ADN de un prototipo humano. Los objetivos y metas inicialmente plantadas en este proyecto fueron:

- Identificar cada uno de los aproximadamente 100.000 genes presentes en el ADN humano.
- Determinar la secuencia de 3.000 millones de bases químicas que componen el ADN humano.
- Almacenar la información en bases de datos.
- Desarrollar herramientas para el análisis de datos.
- Transferir las tecnologías relacionadas al sector privado.
- Discutir los alcances éticos, legales y sociales de estos descubrimientos.

El proyecto comenzó al final de la década del ochenta. Durante un largo período se avanzó poco, pero en los últimos años, los rápidos avances tecnológicos aceleraron su culminación. El 26 de junio de 2000, se presentó    un “borrador aproximado”   del código genético del ser humano, y hoy, éste se puede leer en Internet (www.ncbi.nlm.nih.gov)
Desde el  redescubrimiento de las leyes Gregord  Mendel, a la secuenciación del ADN humano presentada en junio del año pasado, por los grupos de Francis Collins y Craig Venter, ha pasado un siglo. Hoy nos encontramos frente al primer borrador de la secuenciación, incompleta por definición, de nuestra dotación genética y nos espera un largo camino para alcanzar a entender la misión que cumplen los genes.
Este  proyecto ha suscitado análisis éticos, legales, sociales y humanos que han ido más  allá  de la investigación científica propiamente dicha. A nivel internacional la  Organización Cultural, Científica y Educativa de las Naciones Unidas (UNESCO) ha redactado la “Declaración para la Protección del Genoma Humano” proponiendo un número de regulaciones dirigidas a proteger la libertad de investigación mientras no se atente contra los principios básicos de la dignidad humana universalmente aceptados. (Ver recuadro).
 

Figura 1.
La  introducción  de  genes  en  humanos  se  puede  llevar  a  cabo  dirigiendo  directamente (flecha naranja) los vectores (agentes que portan los genes con capacidad terapéutica) hacia los tejidos deseados (in vivo). Existe otra estrategia llamada  ex vivo (flechas azules). En ella, los médicos extraen las células de un paciente, les agregan en el laboratorio el gen deseado y las vuelven a introducir en el paciente una vez corregidas genéticamente. 
Una de las estrategias in vivo actualmente en estudio, se basa en la utilización de vectores idóneos, que se inyecten en el torrente sanguíneo o en otra parte y se dirijan hacia tipos celulares específicos de cualquier parte del cuerpo.

 

Figura 2.
Para convertir un virus silvestre en un vector seguro de terapia génica, se sustituyen varios genes víricos por otros que determinen proteínas terapéuticas, dejando sólo las secuencias víricas necesarias para la expresión génica. Tales vectores entran a la célula y producen las proteínas benefactoras, pero no se multiplican.

MEDICINAS A BASE DE GENES 

En medicina se han producido cambios revolucionarios en los últimos siglos como la introducción de la microscopia, anestesia, vacunación, antibióticos hasta el desarrollo de las técnicas de transplantes. La medicina ahora se prepara para entrar en una era en donde se emplearán de forma rutinaria los genes en la curación o alivio de enfermedades de todo tipo, heredadas o adquiridas.
Es probable que en un futuro inmediato los problemas de salud se aborden con técnicas genéticas. Las enfermedades hereditarias, el cáncer y las patologías vasculares son algunos de los ambiciosos objetivos de la terapia génica. Recordemos que un gen de una célula humana es un segmento de ADN que, en la mayoría de los casos, contiene la información para fabricar una proteína específica. Todas las células del cuerpo poseen los mismos genes en los cromosomas que están en el núcleo. Pero las células nerviosas, por ejemplo, no se comportan igual que las células hepáticas. Células distintas utilizan, o expresan, subgrupos diferentes de genes y , por lo tanto, fabrican distintos grupos de proteínas. Si un gen particular muta, su producto proteínico puede no fabricarse, funcionar poco o hacerlo de forma agresiva. En cualquier caso, el defecto puede alterar funciones vitales de las células y tejidos que utilizan el producto génico normal y , en consecuencia, originar alguna enfermedad.
La terapia génica representa una estrategia novedosa y la diferencia fundamental con todas las terapias empleadas hasta el momento, es la utilización de un gen como agente terapéutico. El conocimiento obtenido a partir de la secuenciación del genoma humano impulsará el desarrollo de este nuevo campo de la medicina.
Se conocen más de 5.000 enfermedades genéticas diferentes, que se originan por la alteración de un único gen. Ejemplos de éstas son la inmunodeficiencia congénita, que priva al organismo de sus defensas inmunológicas y transforma una infección banal en una amenaza mortal, la fibrosis quística, que daña progresivamente las vías respiratorias y el páncreas, la distrofia muscular y la hipercolesterolemia familiar que determina la aparición temprana de aterosclerosis grave. En general las enfermedades genéticas son complejas y afectan múltiples sistemas. Si bien se han realizado muchos avances en el conocimiento de los mecanismos patológicos y en el diagnóstico de estas enfermedades, no ha ocurrido lo mismo en el área del tratamiento. Solamente se pueden tratar los síntomas de este tipo de enfermedades, no existiendo forma de curarlas de raíz. Como resultado de otras investigaciones, hoy sabemos también, que las enfermedades adquiridas a menudo presentan un componente genético predisponente.
La terapia génica, experimentada por primera vez en los Estados Unidos, en 1990, es un conjunto de técnicas que tiene como objetivo reemplazar los genes de ADN defectuosos de los enfermos, y así resolver el problema desde su causa. Más de la mitad de los ensayos clínicos de terapia génica que se están llevando a cabo en la actualidad, están relacionados al cáncer, que en la mayoría de los casos no es hereditario, sino que se producen como consecuencia de mutaciones adquiridas producidas por factores externos (el humo del tabaco, las radiaciones a altas dosis, etc.). Otros ensayos se centran en el tratamiento de patologías cardiovasculares y en el Sida.
Para el tratamiento de las enfermedades hereditarias como la inmunodeficiencia congénita o la fibrosis quística, la estrategia consiste en  introducir el gen sano en un tipo celular seleccionado, para compensar la falta o el mal funcionamiento del gen alterado. 
Distinta es la estrategia utilizada por la terapia génica para el tratamiento de diferentes tipos de cáncer para los cuales se trata de que las células cancerosas fabriquen sustancias que sean tóxicas para ellas mismas, provoquen una respuesta enérgica del sistema inmune o corten el suministro de sangre que los tumores necesitan para seguir desarrollándose.
Cuando comenzaron las investigaciones sobre terapia génica, pocos predijeron que el corazón sería uno de los grandes beneficiarios de sus descubrimientos. Se suponía que serían útiles en enfermedades hereditarias, pero no para prevenir patologías coronarias, la enfermedad más corriente del mundo. El tratamiento de los males cardiovasculares es la última frontera de la terapia génica. Intervienen muchos factores en su aparición: puede depender de una predisposición hereditaria tanto como de causas externas, como el estilo de vida y la alimentación. En este caso la terapia génica no apunta a la corrección del ADN defectuoso, sino que intenta estimular el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos (proceso llamado angiogénesis) para aligerar la carga de los vasos dañados. De esta forma se intenta restablecer el abastecimiento del oxígeno necesario para que sobrevivan los tejidos.
La inserción de genes en células cerebrales puede brindar la posibilidad de revertir también lesiones producidas por enfermedades neurodegenerativas. En los últimos años, se ha avanzado en el conocimiento de la muerte de las neuronas provocada por una lesión súbita (accidente cerebrovascular), por convulsiones o por enfermedades de carácter progresivo como la enfermedad de Parkinson o la de Alzheimer. El éxito obtenido en animales de laboratorio fomenta la esperanza de que acabarán por surgir nuevos tratamientos para estas enfermedades en donde la terapia génica podrá ocupar un papel importante. 
La idea de utilizar genes para tratar enfermedades desde el punto de vista teórico es una realidad, pero para su aplicación generalizada queda mucho camino por recorrer. Algunos miembros de la comunidad científica y de empresas de biotecnología han puesto demasiadas expectativas, dejando de lado las dificultades que presenta su aplicación concreta. Es por eso que, entre la idea y su realización hay varios obstáculos por superar. Uno de ellos es encontrar un vehículo o “chofer” inocuo y eficaz para transportar los genes correctores. Los investigadores apuestan por un virus. Los manipulan en el laboratorio, para hacerlos inofensivos e injertar en su interior el gen sano. Aprovechan así su capacidad natural para introducirse en las células y volcar en el núcleo su propio material genético. Los virus más empleados son los retrovirus y los adenovirus. También se han hecho pruebas con liposomas, pequeñas perlas de grasas en las que se coloca un segmento de ADN que contenga los genes terapéuticos o con la inyección directa del ADN desnudo, es decir sin la envoltura lipídica. 
Existen otros problemas asociados a la utilización de la terapia génica: el rechazo y  la permanencia del ADN instalado. El sistema inmunológico del paciente ataca a los virus portadores del gen sano y mata a gran parte de ellos antes de que  puedan llegar a su objetivo, las células “diana”. A veces también ellas rechazan el gen extraño y lo neutralizan. Es necesario encontrar un “truco” que permita engañar estas defensas naturales. Cuando se logre, los efectos del tratamiento serán duraderos y no habrá necesidad de repetirlo periódicamente.
En la actualidad no cabe duda que los avances propiciados por el Proyecto Genoma Humano, así como el mejor conocimiento de las bases moleculares de las patologías y los estudios experimentales que se están llevando a cabo en terapia génica, permitirán en un futuro próximo que la utilización de genes como fármacos o medicamentos sea una realidad con insospechadas aplicaciones terapéuticas.

(*) Dra. Cristina Bogni, MSc. Valeria Primo, Dra. Claudia Raspanti, Mic. Elina Reinoso.
Fac. de Cs. Exactas, Físico-Químicas y Naturales. Dpto. de Microbiología e Inmuniología. UNRC. Orientación: Genética Microbiana. E-mail: cbogni@exa.unrc.edu.ar


P a r a   p e n s a r   s o b r e   e l   g e n o m a *

Sin lugar a dudas el secuenciamiento de los 3.000 millones de pares de bases que constituyen el genoma humano ha significado un hito muy importante en el avance del conocimiento.  Para su logro, alcanzado antes de lo previsto inicialmente, se revolucionaron los métodos de secuencia-miento automático y los programas de bioinfor-mática capaces de procesar la enorme cantidad de datos emergentes. Paralelamente al desarrollo del proyecto genoma humano y gracias a los avances técnicos concomitantes, se secuenciaron los genomas de decenas de bacterias, de la levadura, de un gusano (Caenorhabditis elegans), de la mosquita de la fruta (Drosophila melanogaster), de la planta Arabidopsis thaliana, y está en vías de realización el secuen-ciamiento del genoma del ratón (Mus musculus).
Múltiples son las derivaciones de estos avances y varias las sorpresas.  Aparentemente el enorme genoma humano contendría aproximadamente 30.000 a 40.000 genes que codifican proteínas.  Este número es sólo poco mayor que los 15.000 ó 20.000 genes llevados por la mosquita de la fruta o el gusano C. elegans y  ¡sólo 5 veces mayor que los genes de una levadura!  Craig Venter, director de uno de los grupos que lograron completar el secuen-ciamiento del genoma humano, ha expresado que la clásica visión reduccionista resultaría inadecuada para interpretar la función de todos los genes y propone que las complejas redes gené-ticas deben ser estudiadas bajo nuevos enfoques teóricos de acuerdo con la premisa que fenómenos no-deterministas o caóticos puedan controlar el funcionamiento del genoma humano.
Otras derivaciones dentro del ámbito de la biología involucran la posibilidad de una mejor interpretación de la evolución biológica.  Así se podrá en algún momento comparar nuestro genoma con el de nuestro pariente más cercano, el chimpancé, del cual diferimos en sólo ¡un 1%!.  Podremos también comprender mejor, entre otros, los intrincados mecanismos del desarrollo embrionario, la diferenciación celular y el envejecimiento celular. 
Ello redundará, como se ha sido señalado en los medios de comunicación masiva, en importantes avances en el área médica y la salud humana. 
Se agregan a todo esto las enormes implicancias legales, éticas y sociales que derivan del secuenciamiento del genoma humano. 
Así, ya se plantean grandes problemas a nivel del patentamiento de algunas secuencias génicas por las grandes compañías farmacéuticas y biotecnológicas en previsión de las potenciales ganancias que puedan derivarse de los nuevos conocimientos y de los productos derivados.
Otro de los muchos nuevos problemas consiste en establecer el grado de privacidad con que se debe manejar la información genética de un individuo. Se estima que cada persona portará en el futuro su carnet de identificación biológica, una tarjeta portadora de SNPs (indicadores de polimorfismos en las secuencias del ADN). Esa información permitiría predecir la probabilidad de la manifestación de una enfermedad    genética.  ¿Que sucedería frente a la predisposición a enfermedades de distinto grado de gravedad cuya prevención o cura se desconoce? ¿Cómo se deberá manejar la información derivada frente al paciente y con familiares, que también pueden ser portadores de esta anomalía?. Por otro lado, ese conocimiento bien podría ser empleado por empresas de seguro ó de salud para excluir a aquellas personas que mostraran en su genoma la predisposición a adquirir una determinada enfermedad, más o menos invalidante. Es necesario que las personas puedan acceder a un adecuado conocimiento de las distintas situaciones para que como individuos o sociedades puedan tomar las decisiones correctas y cuenten con un marco legal adecuado que los proteja frente a los abusos.

(*) por Dra. Rosa Nagel Investigadora principal de CONICET. 
E-mail: Ronagel@mail.retina.ar