El dormido poder de los pasivos*

Medio siglo atrás, con motivo de la reforma de la Constitución Nacional, quienes eran jubilados o estaban por serlo, recibieron un soplo de dignificación y esperanza cuando se inscribieron en la Carta Magna, los promocionados Derechos de la Ancianidad.

Sin embargo, con el correr de los tiempos, no solo fueron eliminados de la Constitución, sino que poco a poco y cada vez con mayor intensidad, derechos reconocidos por las leyes vigentes, les fueron retaceados permanentemente, primero con argumentos legales y luego ya en forma desembozada, por decretos de necesidad y urgencia o simplemente con el “eficiente” recurso de cajonear las tramitaciones administrativas y/o judiciales o bien manipulando a conveniencia la jurisprudencia.
Así es como, miles y miles de juicios se encuentran “detenidos” por falta de fondos, dado que en todos los casos tendrían fallo favorable.
En una de las reformas constitucionales, se estableció el derecho a la jubilación móvil, pero nadie imaginó que alguna vez la movilidad se hiciera para disminuir antes que aumentar.
Parece mentira, pero por razones de necesidad y urgencia en muchos casos se dedujeron porcentajes para paliar ajustes presupuestarios. Peor todavía, se trata aún a las jubilaciones estatales: la jurisprudencia de la Corte Suprema establecía que el haber pasivo no debía ser inferior a un cierto porcentaje del haber del activo, para un mismo cargo presupuestario. Este principio doctrinario fue respetado durante algunos años, hasta que alguien “inventó” el “pago en negro”; para ello, el haber activo se divide en dos partes: pago con aporte jubilatorio (en blanco) y pago sin aporte jubilatorio (en negro).
Esto se hizo para que el pasivo recibiera el porcentaje correspondiente sobre el pago “en blanco”, excluyendo el porcentaje del aporte “en negro”. Y esta burda trampa, violatoria de lo establecido constitucionalmente ha sido avalada por la justicia pero exceptuando del despojo... a los jueces que se jubilan.
En cuanto a la atención del jubilado por parte de sus obras sociales, es conocida la precariedad de la prestación de los servicios.
En fin... pues que no se descubre nada hablando sobre el indigno manoseo que sufrimos los pasivos. Y no queda otra que luchar para defender nuestros derechos. Si, es verdad que no se puede disponer de herramientas como el legítimo derecho a huelga, pero existen otras formas de ejercer presión, aunque es verdad que casi todo se ha probado con resultados más o menos infructuosos.
Sin embargo, estamos hablando de una masa de millones de personas, si sumamos a los jubilados los parientes cercanos que padecen la angustia de sus mayores; tenemos la posibilidad de constituir un factor de poder, nada despreciable por cierto, cuya herramienta tendría que ser la urna electoral.
La  CLAVE, está en votar todos unidos, de determinada forma, en cada proceso electoral. No digo formar un partido de jubilados para enfrentar y competir, sino todo lo contrario.
Que la fuerza de los pasivos sea dinámica, siempre orientada pero masivamente a quienes representen responsablemente la defensa de nuestros intereses. Para ello será necesario formar estructuras adecuadas ya que la organización vence al número y con toda seguridad que de los propios jubilados saldrá el o los conductores que guíen con acierto semejante fuerza social.

(*) por  Jesús Pérez
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