Cuando recordar se torna atractivo*

 Hace 10 años exactamente escuché hablar, por boca de sus creadores, y por primera vez, del nacimiento del PEAM. Aplaudí la propuesta y soñé con poder incorporarme al grupo de docentes que trabajaría con personas mayores. Al año siguiente fui convocada para hacerlo.

Mi mayor sorpresa y satisfacción fue comprobar, a pesar de mis propios temores, debo confesarlo, las formas de aprender y los logros intelectuales de los participantes adultos –alumnos, como a ellos les gusta llamarse-; formas que por otra parte, están revolucionando algunos principios pedagógicos tradicionales. Comencé así  una búsqueda casi obsesiva de toda información que me explicara qué pasa con la memoria, al aprendizaje y “otras yerbas” en la tercera edad. Fui encontrando que los avances en la ciencia gerontológica realizaban verdaderos aportes en lo referido a la educación de adultos, que pensar que se puede aprender hasta una determinada edad es un prejuicio, que nuestro cerebro va perdiendo las capacidades cognitivas... un error.
Pero la teoría no hacía más que confirmar lo que ya estaba comprobando en la práctica. Y me seguí asombrando de esta capacidad maravillosa que tenemos los seres humanos de pensar y pensarnos. Algunos autores la llaman “metacognición”, “autoconocimiento” ó como lo tituló San Agustín, allá por el año 300 de nuestra era, “el cuarto milagro de la memoria” (“poder recordar lo que hemos olvidado”, decía este famoso Doctor de la Iglesia, aludiendo ya en aquella época a esta capacidad propia del hombre...)
Y es un verdadero milagro que después de tantos años –lo he constatado en personas de más de 80 años-, aún sigamos recordando: nuestra primera ropa, el primer día de clases, el primer examen, el primer amigo, el primer beso, el primer trabajo, el primer viaje y un cúmulo de recuerdos de los cuales ni siquiera somos conscientes... Y esto es porque básicamente “la memoria sólo puede ser entendida a partir de la emoción”.
Y entonces, mirando estos diez del PEAM puedo afirmar que la emoción de los alumnos mayores, que es contagiosa, ha teñido cada encuentro, cada vivencia, cada tema desarrollado.
Estoy segura de que, a lo largo de estos diez años, quienes han participado de las diferentes propuestas del PEAM, tendrán muchos recuerdos que los emocionaron.
Felicitaciones a todos los docentes y alumnos del PEAM que impregnaron con emoción cada una de sus actividades, propiciando así el buen recuerdo, o reminiscencia. Y aunque la memoria no sea sólo recordar sino también proyectarse hacia el futuro, decidirnos por el buen recuerdo  que nutre nuestra vida y nos impulsa a seguir.
Que el buen recuerdo de estos 10 años del PEAM permitan seguir construyendo más PEAM. Por el bien de nuestro mayores...

(*)  por Prof. Susana Rocha
Docente PEAM / Facultad de Ciencias Humanas UNRC