Comentario: Ana Terreno
Los beneficios de la incertidumbre
En los escritos que conozco de este autor, diferencio al menos dos tonos:
uno, próximo a las rutinas académicas en boga y otro, donde
los argumentos se extreman y se exponen con mayor desenfado(término
que uso como adjetivo de libre-atrevido). Este artículo pareciera
corresponder al segundo. En ambos, de lo que generalmente se trata, es
descubrir lógicas de funcionamiento y desechando maniqueísmo,
pensar, para construir así un campo de posibilidades; en este caso
sobre el final del discurso pedagógico moderno.
Construcción de un origen y despedida con memoria
Para Bowen (1985) el utopismo constituyó un aspecto importante
de los planteos reformistas del siglo XVII y desde entonces, un rasgo permanente
de la literatura educativa occidental. Señala, que los cambios educativos
posteriores, fueron el desarrollo del sueño de Comenius. Desde otra
posición -y otras herramientas- Naradowski nos dirá, que
el punto cero de la pedagogía y la educación escolar de la
modernidad es la Didáctica Magna del anabaptista moravo. Trabaja
esta obra como un paradigma transdiscursivo, porque en su trama encuentra
presente todos los componentes de la institución escolar y especialmente
el núcleo común que orientó la reflexión pedagógica
durante los últimos tres siglos. ¿Qué componentes?
El autor menciona, entre éstos, la escolarización de la infancia,
el acuerdo entre familia y escuela que permite el traspaso de la educación
infantil a la esfera pública, el método de instruccióm
simultánea como forma de organizar la enseñanza y por supuesto
el maestro, tributario del pedagogo, pero poseedor de un saber legitimado
que le permite ocupar un lugar de privilegio en una relación asimétrica
con los alumnos. Analiza especialmente uno de los dispositivos del discurso
pedagógico moderno, las utopías educativas, como ideales
de vasto alcance, porque se relacionan con una propuesta de orden social
y como utopía metodológica, en la medida que se supone que
el aprendizaje sólo depende de una didáctica rigurosamente
aplicada.
¿Quo vadis?
Convengamos que, en esta suerte de posmodernidad (periférica,
para colmo) y el “canto” a la diversidad pero con ajustes económicos
estructurales, no es fácil encontrar un piso de afirmación
positiva para caminarlo en nuestra cotidianeidad.
Convengamos con Narodowski (¿cómo no hacerlo?) que las
utopías sociopolíticas totalizantes están en crisis
o lo que es lo mismo, está en crisis su poder prescriptivo. Pero
como es sabido, que de los laberintos se sale por arriba, creo que podemos
convenir (o no) sobre dos cuestiones.
Una de ellas, es que si bien los discursos pedagógicos orientados
por una finalidad totalizante, se legitiman internamente a partir de un
modelo determinado de sociedad, esa legitimación supone niveles
de consenso sobre sus prescripciones. Por eso necesitamos conocer más
acerca de la construcción de esos niveles y necesitamos también
saber cómo incidieron en la dinámica concreta de la práctica
escolar de cada docente y cómo fueron procesados por las instituciones
educativas, dado que si bien la escuela no es sólo un espacio de
“llegada”, tampoco el maestro es un sujeto soberano dentro del aula.
La según cuestión se vincula con la utopía metodológica,
utopía que para Narodowski sigue vigente, como búsqueda de
un modelo perfecto de enseñanza, libre de impurezas. Convengamos
que la educación tiene un componente utópico en la medida
que pretende racionalmente modificar una situación y que –por suerte
para mis vecinos académicos- si es correcto el apotegma de un sagaz
especialista en administración educativa, que afirmaba que las soluciones
de hoy son los problemas de mañana, las búsquedas orientadas
a lograr aprendizajes mejores serán permanentes. Pero que, desde
hace bastante tiempo, los “filósofos de la sospecha” y los enfoques
etnográficos, entre otros aportes, han barrido con la “dictadura”
normatizante de los didactistas. Ya hace veinte años que Regina
Gibaja, en su libro El mundo simbólico de la escuela, afirmaba,
que cada aula representa una manera posible de desarrollar un proceso de
enseñanza y que este proceso era en algunos aspectos, único
y particular y en otros, comparable y compartido.
Ninguna realidad sociopolítica es tan homogénea como
para no permitir la construcción de espacios de cambio, aunque éstos
sean comparativamente modestos. Entre la nostalgia y el pragmatismo, Narodowski
apuesta al hombre de carne y hueso más que al hombre genérico,
a las luchas cotidianas más que a las epopeyas, y finalmente apuesta
más a la desregulación del deseo que al disciplinamiento
uniformador como acceso a la condición posmoderna. ¿Convenimos?
Referencias
Bowen, James. 1985. Historia de la Educación Occidental. Tomo
Tercero. Barcelona. Editorial Herder.
Gibaja, Regina. 1992. La Cultura de la Escuela. Creencias pedagógicas
y estilos de enseñanza. Buenos Aires. Aique Grupo Editor.