Deficiencia mental: definiciones y enfoques


Amalia Ester RINS
Marhild CORTESE

Uno de los mayores problemas que se le presenta a los especialistas en educación especial, es la falta de una definición funcional del concepto de deficiencia mental.
Los deficits, producto de ésta condición de desventaja que sufre la persona con deficiencia intelectual, se manifiestan en la conducta social y adaptativa y constituye el criterio por el que se reconoce socialmente a las mismas.
Cómo funciona el intelecto, cómo reacciona cuando está afectado por una patología y qué es la deficiencia mental, siguen siendo interrogantes que generan polémica.
En cuanto a definiciones sobre el concepto de deficiencia mental, no hay un criterio único y en el curso de los siglos el mismo experimentó numerosas modificaciones.
Lambert (1981) considera que el problema para definirlo de manera unívoca, guarda estrecha relación con los momentos históricos, con los cambios sociales y con el desarrollo de las ciencias, en especial de la psicología.
Prueba de ello lo constituyen algunas definiciones que se enuncian a continuación:
La primera definición de la Asociación Americana para la Deficiencia Mental (A.A.M.D), en 1959, define al retraso mental como "Un funcionamiento de la inteligencia, situado por debajo de lo normal, que tiene su orígen durante el período evolutivo. Ese funcionamiento va asociado a trastornos de madurez, de aprendizaje y de adaptación social ." (Heber, citado por Lambert,1981 :17)
En esta definición, basada en un concepto psicométrico, se empleó el término “inteligencia”, en el contexto de una psicología que adoptó un concepto de inteligencia psicométrico (se define en función de un instrumento de medida) y global (se identifica con el cociente intelectual).
En general esta definición daba cuenta de que se trataba de un estado de debilidad intelectual, que afectaba de manera global el intelecto y la conducta de la persona y que además era congénita e irreversible. Sus manifestaciones evaluadas a traves de tests, se sintetizaban en una cifra llamada cociente intelectual (C.I.).
El C.I. se consideraba inamovible y dió lugar a una clasificación de la deficiencia mental, basada en esa cifra.
Se consideraba que una persona padecía deficiencia mental, cuando el C.I. estaba por debajo de una puntuación de 70, en una escala de 0 a 100.
Ya en la década del ‘70, comenzaron a cuestionarse los criterios en los que se basaba ésta definición y las críticas surgieron fundamentalmente a partir de la demostración de que el C.I. puede variar (aumentar o disminuír) y de que los tests se limitan a medir un rendimiento en un momento dado y por lo tanto éste rendimiento puede variar en función de estímulos posteriores.
Sucesivas aportaciones provenientes de disciplinas científicas y en particular de la sociología, contribuyeron a revisar las definiciones anteriores.
Lambert hace referencia a la nueva definición propuesta por la A.A.M.D. en 1973: "el retraso se refiere a un funcionamiento intelectual general, notablemente inferior a la media que se da junto con déficits de comportamiento adaptativo y que se manifiesta durante el período de desarrollo." (Grossman citado por Lambert,1981 :18)
En la práctica, se diferenció de la definición anterior porque los adelantos de las ciencias médicas y los cambios producidos en las concepciones educativas respecto a sus posibilidades de aprendizajes, hicieron variar la postura frente a la persona con discapaciadad.
La evaluación de la persona discapacitada comienza a realizarse con un sentido más práctico y tomó en cuenta el comportamiento actual del individuo y el déficit en la conducta adaptativa.
Según Lambert, la revisión del concepto de deficiencia mental realizada en 1992 por la Asociación Americana Retardo Mental (AAMR), introduce importantes cambios en relación a la forma de comprender a las personas deficientes mentales.
Conceptualiza el retardo mental como una condición en la que el funcionamiento intelectual se encuentra disminuído sustancialmente, como un estado particular de actuación que describe el desajuste entre las capacidades y necesidades individuales y entre las demandas y expectativas del entorno personal y social. De esta manera, se pone el énfasis en el funcionamiento general, es decir, en el desarrollo y se reconoce la importancia que el ambiente ejerce sobre el individuo.
En síntesis: La conceptualización de la deficiencia mental no escapa a las generales de la ley, por lo tanto está sujeta a cambios como consecuencia de nuevos descubrimientos científicos en relación con la inteligencia y de modificaciones producidas en el campo de las ciencias de la educación y de las ciencias sociales.
El sintagma “deficiencia mental”, encierra en sí mismo diferentes concepciones, según el enfoque con que se lo analice.
En las distintas definiciones aparecen términos como: déficit intelectual, comportamiento social, lenguaje, desarrollo de la personalidad. Y es sobre éstos aspectos que se hacen las evaluaciones.
La tendencia actual, lleva a describir cuadros, antes que definirlos, respetando asi la individualidad de las personas. Este criterio es mucho más práctico, ya que orienta al educador en la búsqueda de estrategias que ayuden al desarrollo integral para una mejor integración social.
Por otra parte, los progresos en las ciencias médicas, al evitar la muerte natural de aquellas personas que nacen con serios problemas congénitos o heredados, han hecho posible el aumento del número de personas discapacitadas, dando lugar asi a una problemática social insoslayable a la que se le debe buscar solucion. La realidad educativa se orienta hacia la búsqueda de esas soluciones sociales y educativas que constituyen los problemas imperantes.

Enfoques
Los avances en el campo de la psicología promueven diferentes definiciones sobre deficiencia mental, según el enfoque con el que se analiza el concepto de inteligencia.
Nuevos enfoques psicológicos han desplazado la investigación hacia el análisis de los procesos cognitivos. Esta expresión está vinculada a un concepto funcional y analítico de los procesos cognitivos (se estudia cómo se procesa la información y cómo se elabora la respuesta).
En relación a la inteligencia, es sabido que las posibilidades actuales de analizar los procesos subyacentes a los aprendizajes, crea expectativas en el campo pedagógico. Los cambios en el mismo, se producirán en tanto y en cuanto las investigaciones hagan aportes en relación a los déficit cognitivos de la deficiencia mental.
La mayoría de los programas de intervención con deficientes mentales, tiene como finalidad, mejorar el rendimiento cognitivo para que pueda aplicarlo de manera práctica en el contexto natural.
Desde el enfoque cognitivo, Sainz Sánchez y colaboradores (1991) consideraron que es importante diferenciar el término inteligencia, del término procesos cognitivos.
Durante muchos años se aludió a la inteligencia de manera global, estructural, mientras que a la expresión procesos cognitivos, en cambio se la vincula a un concepto funcional y analítico del funcionamiento cognitivo.
Este enfoque profundiza el estudio del procesamiento de la información y de la elaboración de la respuesta.
Los mismos autores agregan que, "es más útil concebir la inteligencia como un conjunto de procesos cognitivos, definidos como procesos de pensamiento formal, construcción de la verdad, aprendizaje y solución de problemas, que como una entidad global en sentido estructural ." (Haywood, citado por Mayor Sánchez, 1991 :400)
El modelo de la psicología cognitiva, trata de explicar las deficiencias en el aprendizaje y la misma deficiencia mental como un déficit en el procesamiento de la información, ya sea por un déficit generalizado (menos velocidad de procesamiento atribuída a los deficientes) o un déficit específico en la codificación, percepción, recuperación o memoria que explicarían los déficit en los aprendizajes específicos .
Esta perspectiva de inteligencia como procesos cognitivos permite articular teorías y modelos que expliquen tanto el funcionamiento cognitivo normal, como el funcionamiento cognitivo de la persona deficiente mental y asi poder determinar el tipo de variables intervinientes en ambos procesos.
Según Mayor Sánchez, existen dos tipos de deficiencia mental, en uno existe un deficiente funcionamiento cognitivo en todas o algunas áreas (memoria, solución de problemas, razonamiento, metacognición etc.) y en el otro, se justifica la “diferencia entre sujetos normales y deficientes, como resultado de un más lento desarrollo, aunque los procesos cognitivos sean los mismos en ambos" (Mayor Sanchez, 1991 :400)

En los dos casos, los déficit pueden deberse a:
a) ausencia de información relevante para dar respuesta (déficits mediacionales o en la base de datos) .
b) ausencia de procesos que actúen sobre ésta información previa, con vistas a su ejecución (déficit de producción o en los procesos que operan en la base de datos) .
En ambas situaciones se hace referencia al déficit cognitivo, por lo tanto la respuesta depende de la información que dispone el sistema, de la representación, de la elaboración y de la manipulación de ésta información.
Desde el psicoanálisis se hicieron numerosas aportaciones .Entre ellas es importante señalar las orientaciones dirigidas al educador especial, en el sentido de dejar de lado el impulso desmedido de enseñar incesantemente, para centrarse también en otras necesidades que demanda la compleja atención de la persona con discapacidad.
Para este enfoque psicológico, la educación especial ocupa un lugar intermedio entre lo educativo y lo terapeútico.
Alfredo Jerusalinsky y colaboradores (1988) afirman que "La reducción del sujeto a un conjunto de regularidades lógicas, (en el caso de Piaget), o a un conjunto de comportamientos convenientes, en el caso del conductismo, pueden tentar al educador a someter al niño constantemente, a la presentación de problemas pre-definidos o a la adopción de actitudes pre-fijadas. Tal constancia educativa deja poco o ningún espacio para que el propio sujeto sea interpelado sobre sus propias elecciones y construcciones de objetos..." y luego agrega:
"Refugiarse en éste aspecto imperativo de la educación, cuando estamos en el campo de la deficiencia, es particularmente grave. Porque para el deficiente mental ,decirle todo lo que tiene que aprender y hacer, y sus modos, no es solamente suprimir provisoriamente su creatividad, como ocurre con la aplicación del conductismo en un niño común, equivale, lo que es mas grave aún, a decirle que no se espera que sepa nada por sí mismo o que lo deduzca o que invente ". (Jerusalinsky, 1988 :91)
Estos mismos autores opinan que en el campo de la deficiencia, la experimentación activa, núcleo de la pedagogía piagetiana, sufre serios obstáculos como consecuencia de la dinámica cognitiva misma del deficiente: excepcionalidad, pasividad, viscosidad del pensamiento, oclusión de las estructuras ante nuevas perturbaciones, etc.
Bruno Castets (1987) propuso, desde otra línea, una nueva concepción de retraso mental: los "retrasos mentales estructurales" y describe ésta condición como un comportamiento que se manifiesta por un trastorno en la comunicación y que trae como consecuencia un desarrollo patológico de la personalidad y afirma: "Nada se adquiere ni se aprende sin motivación, bien sea directa o indirecta, ...nada se adquiere que no sea investido por el individuo." (Castets,1988 :40)
El término “ïnvestido”, desde esta postura significa cargado de una significación afectiva en la relación con el otro.
Ante estas nuevas propuestas, las corrientes pedagógicas se vieron compelidas a profundizar en las nuevas corrientes de pensamiento para poder fundamentar criterios educativos y al mismo tiempo investigar sobre las características cognitivas de la persona deficiente mental.

En los últimos años, numerosas escuelas psicológicas han brindado sus aportes.
Howard Gardner (1994) reunió evidencias en el sentido que existen diferentes tipos de inteligencias. Para Gardner no tenemos una inteligencia, sino múltiples inteligencias, cada una independiente de la otra. Identificó aptitudes específicas relacionadas con la realización musical, el análisis espacial del mundo visual, la comprensión conceptual de nosotros mismos, la asimilación de cualidades del movimiento, las aptitudes verbales y matemáticas, etc.
Pero es necesario continuar las investigaciones en relación al desarrollo de los procesos cognitivos y al desarrollo de las capacidades de aprendizaje y ampliar el campo de acción de la educación especial como así tambien, ocuparse de los problemas psicológicos, familiares y sociales que aquejan a la persona discapacitada y su entorno.
Por otra parte, ha quedado demostrado claramente que, las personas deficientes, como cualquier otra persona, difieren enormemente unos de otros,"tanto por la estructura de su personalidad como por la posibilidad de utilizar sus capacidades intelectuales” (Maistre,1994 :31)

Conclusion
Para poder definir la deficiencia mental de manera mas o menos unívoca, sería necesario llegar a un acuerdo sobre el concepto de inteligencia. Y es sabido que sobre el particular no hay consenso ya que existen numerosos criterios para su definición. No obstante es importante tratar de unificar criterios que permitan a la pedagogía especial poder realizar mayores aportes a la educación especial.

Bibliografía
Castets, Bruno. 1988. En Deficiencia Mental y Lenguaje. Maistre, Marie. Editorial L.A.I.A. Barcelona. España.
Gardner, Howard. 1994. Estructura de la mente. La teoría de las inteligencias múltiples. FCE. México.
Jerusalinsky, A lfredo y colaboradores. 1988. Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires.
Lambert, Jean Luc. 1981. Introducción al Retraso Mental. Editorial Herder. Barcelona España.
Maistre, Marie 1988. Deficiencia Mental y Lenguaje. Editorial L.A.I.A. Barcelona. España
Mayor Sánchez, J. 1991. Manual de Educación Especial. Editorial Anaya. Madrid. España.
Sainz Sánchez, Javier y Juan Sánchez Mayor, J. 1991. Procesos cognitivos en los deficientes mentales En Sánchez Mayor (comp) Manual de Educación Especial. Editorial Anaya. Madrid.



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