Comentario: María Cristina Rinaudo
Una década atrás, Emilio Tenti (1988), sostenía
que en Argentina teníamos muchas utopías y poco conocimiento
de la realidad, que sabíamos muy poco sobre lo que ocurría
dentro de las instituciones educativas. No discutiremos aquí la
vigencia del juicio de Tenti para el momento presente; la referencia pretende
introducir lo que me parece es el mérito principal del artículo
de Esteve para los lectores de Argentina: el modo en que su lectura puede
ayudarnos a comprender mejor el estado actual de la educación en
nuestro país.
El enfoque de lectura que propongo no está reñido con
el reconocimiento de la importancia del artículo para informarnos
sobre la realidad española. Entiendo, sin embargo, que la profundidad
del planteo de Esteve y la claridad de su desarrollo constituyen una verdadera
invitación a reflexionar sobre las propias realidades; en lo que
sigue presentaré algunas ideas que apoyan esta afirmación.
Me voy a referir a tres características que confieren al trabajo
la posibilidad de ir más allá del contexto en el que fue
escrito; a saber: lucidez en la definición de los problemas; agudeza
en la discriminación y uso de indicadores para analizarlos e importancia
de los ejes sobre los que se centra la propuesta de solución.
La definición de los problemas
Quizás una de las notas más salientes del artículo
sea la perspicacia de su autor para definir los problemas que conforman
lo que denominamos crisis de la educación. Más allá
de la comparación de las características y cobertura del
sistema educativo español y argentino —que siempre es útil
considerar—, el artículo hace explícitas tres ideas que en
mi opinión son de gran importancia para orientar el estudio de la
crisis: una, que es impropio analizar los logros del sistema educativo
extendido que tenemos hoy, con los criterios que empleamos para analizar
el sistema de élite que hemos superado; dos, el reconocimiento del
componente utópico dentro de las metas educativas y sus consecuencias
en el análisis de los resultados del sistema, permanentemente en
falta respecto de los propósitos, siempre más ambiciosos,
que legítimamente nos proponemos como sociedad; tres, la advertencia
acerca de que el sistema educativo puede empeorar si no actuamos inteligentemente
en la solución de sus problemas. No se trata ciertamente de ideas
que no hayamos pensado con anterioridad: conocemos los datos relativos
a matrícula, permanencia y promoción, sabemos por consiguiente
que como país hemos logrado la democratización del sistema;
sabemos que las utopías son propias de los propósitos educativos;
observamos, con alarma, el deterioro en la calidad de la enseñanza;
no obstante, en el análisis de nuestros problemas educativos, no
hemos usado estos conocimientos tan explícita e integralmente como
lo hace Esteve.
Desde las agrupaciones gremiales se ha seguido reclamando por las tasas
de analfabetismo y deserción —y es necesario que nos preocupemos
si un solo niño queda al margen de la educación—, pero al
desconocer los logros del sistema equivocamos el diagnóstico de
los problemas que tenemos que atender.
Eichelbaum de Babini (1991 :1994), con seguridad quién más
conoce acerca del funcionamiento del sistema educativo argentino, mostró
esta realidad en muchos de sus escritos y nos advirtió acerca de
la importancia de atender a los diferentes indicadores del funcionamiento
del sistema para orientar el estudio de los problemas de enseñanza
y aprendizaje dentro de las instituciones. Entiendo que no hemos sabido
aprovechar suficientemente esas orientaciones dentro de los círculos
pedagógicos, más afectos a desarrollos teóricos e
ideológicos, que a la consideración de los datos empíricos
y descriptivos de nuestra realidad. Por eso resulta útil el artículo
de Esteve, porque fue capaz de usar el conocimiento empírico acerca
del funcionamiento del sistema educativo de su país para orientar
la reflexión en profundidad sobre la crisis educativa, y mostró
con ello un modo para hacerlo.
2. Dimensiones en el diagnóstico de la crisis educativa
¿Por qué deberíamos considerar útil el
diagnóstico de la crisis educativa española para el análisis
de la educación en Argentina? Porque conjugando diversas perspectivas,
Esteve logró definir pautas significativas para un análisis
pedagógico de los problemas educativos. Le ayudan a ello su lucidez
para identificar las dimensiones que hay que tomar en consideración
y también la franqueza en señalar problemas sobre los que
poco se habla entre los especialistas en educación y que la sociedad
tampoco desea reconocer: inhibición de la familia y de la sociedad
en la formación moral de las generaciones jóvenes, exigencias
de metas contradictorias, influencia de los medios masivos de comunicación
en la mentalidad infantil y la fragmentación que caracteriza el
trabajo de los profesores ... entre otros.
La discriminación de dimensiones de la crisis muestra diferentes
facetas del problema de la baja calidad de la enseñanza y nos ayuda
a comprender las razones que llevaron al desconcierto en el que viven muchos
docentes e instituciones educativas en los últimos años.
Afortunadamente el reconocimiento de las causas y las características
de esta crisis está acompañada de criterios para proponer
y ensayar una solución. Esto constituye otro de los méritos
del artículo que comentamos.
3. Tópicos para una propuesta de solución
Otra razón para acordar con Esteve es, como mencionamos recién,
la identificación de las áreas de acción para tratar
con la crisis en educación. Aquí también su perspectiva
resulta de interés, probablemente a causa de la honestidad de su
planteo.
Ubicando como áreas críticas para la acción a
la formación inicial de los profesores, el apoyo a los docentes
en ejercicio con vistas a una mayor capacitación, el mejoramiento
de las condiciones de trabajo y la necesidad de actuar sobre la deteriorada
imagen social de la profesión docente, el artículo nos presenta
una verdadera agenda de trabajo para los próximos años.
Esteve se preocupa por el docente, su persona, su imagen, su enseñanza;
atiende a la salud emocional y a las posibilidades de llevar a cabo un
trabajo profesional de calidad; va más allá del reclamo indiscriminado
de mejoras salariales, que lejos de desconocerse se plantea también
en forma explícita. Estos reconocimientos que se integran en el
reclamo por una era del docente, constituyen un aspecto decisivo para el
éxito de la Reforma recientemente iniciada entre nosotros; sólo
si apoyamos la tarea de maestros y profesores podremos ver mejoras en la
educación.
Hace poco leí en un libro de Csikszentmihalyi (1998) un comentario
de Barry Commoner -bioquímico y biofísico, paladín
de la lucha ecológica-, en el que expresaba su descreimiento por
el trabajo de los intelectuales en la universidad diciendo que muchas veces
se trabaja más para escribir artículos que para resolver
problemas. En mi opinión el artículo de Esteve nos pone ante
un estimado contraejemplo; no nos quedan dudas sobre la relevancia de su
escrito para orientar acciones encaminadas a solucionar los problemas educativos.