Comentario

Ricardo Chrobak

Ingeniero Químico. Master of Science (Cornell University, Ithaca, N. Y., USA). Universidad Nacional del Comahue. Buenos Aires 1400. (8300) Neuquén
E-mail mecen@uncoma.edu.ar


La declaración que hace el autor del artículo, de tomar como objeto de estudio "las actitudes de los estudiantes universitarios en la Universidad y hacia lo universitario, pero con la deliberada intención, además, de poder reflexionar sobre la calidad misma del sistema de educación superior a partir de los dilemas que nuestro objeto suscite y revele", enmarca con exactitud y precisión el contenido de este trabajo.

A lo largo de sus páginas se puede leer un exhaustivo análisis de ese objeto de estudio y de las variables que con él se relacionan, realizado, desde las perspectivas de diversos autores, cuyas citas son evocadas con feliz precisión. Esta reflexión crítica sobre lo actitudinal en el ámbito universitario, observa-do desde un lugar no ajeno a la institución, es, de por sí, un valioso aporte a la hora de una reforma que intente responsablemente me-jorar la calidad de los servicios educativos.

Sobre todo, si esta Universidad de la que hablamos aspira no sólo a dar una preparación instrumental para el desempeño eficiente en de-terminadas posiciones empresaria-les, sino también a que el profesio-nal universitario pueda proyectarse desde estos puestos de trabajo e, incluso, contribuir a la construcción de nuevos contenidos científicos.

El planteo que adopta el autor tiene la particularidad de apartarse de los consabidos paradigmas que existen sobre el tema en particular, ya que la línea elegida se sitúa en un accionar centrado en el escla-recimiento de los propósitos que deben definir las instituciones uni-versitarias para afianzar los niveles de logros de sus estudiantes, los que supuestamente deberían en-marcarse en el proyecto educativo institucional que las mismas se pro-ponen. Surge del análisis efectuado que solamente una acción soste-nida de la universidad en lo que respecta a una evaluación crítica de las actitudes, que abarque todas las instancias involucradas, con aplicación de una metodología ade-cuada, tenderá a instalar de modo paulatino las condiciones requeri-das para garantizar el logro de los objetivos propuestos.

Siendo que las actitudes se pueden considerar a la vez como causa y como efecto del aprendiza-je, (como determinantes y objetivos del aprendizaje) podemos decir que como causas, las actitudes pueden favorecer o entorpecer el aprendiza-je según sean positivas o negativas. Por otro lado, consideradas como efectos del aprendizaje, se pueden tomar como un contenido más a aprender, y por lo tanto ser educa-das en la Universidad. De esta ma-nera, una actitud positiva se puede constituir en garantía de motivación y esfuerzo en los estudiantes, lo cual es aceptado por los profesores como elementos coadyuvantes para favorecer el rendimiento en el estudio.

En nuestras universidades los profesores son conscientes del im-portante papel que juegan las acti-tudes de los estudiantes, pero, sin embargo, es muy común que se las ignore al momento de planificar los objetivos y contenidos educativos; por supuesto que, tampoco se eva-lúan y quedan entonces fuera de la currícula explícita.

Sin embargo, en todos los pro-cesos de reforma las actitudes son enunciadas como nuevos conteni-dos, diferenciándolas de los conoci-mientos y sentando las bases para su enseñanza sistemática.

El artículo que aquí se comenta hace una contribución interesante al aspecto referido a la definición de los objetos de las actitudes, brindando una taxonomía básica para su clasificación. Sería igual-mente importante converger en la confección de instrumentos de medición más o menos estandari-zados que permitan iniciar el proce-so reflexivo sobre este tema, al menos en el nivel de toma de con-ciencia por parte de las autoridades universitarias.

En efecto, creemos que ha lle-gado la hora de que tanto las acti-tudes de los profesores como de los estudiantes se puedan consus-tanciar con el momento espléndido en el que se encuentra la ciencia, debido a los grandes avances que se están produciendo en la Físico-química y en las Ciencias de la Vida, la existencia de proyectos de gran envergadura, como por ejem-plo el del genoma humano, la ex-ploración espacial, la Ciencia de los Materiales, etc.. Todo esto abre un sinnúmero de posibilidades de aventuras intelectuales de lo más excitantes, apareciendo de esta manera temas de interés teórico, práctico, filosófico, etc.

En este contexto, la actitud de los profesores será ver a cada estu-diante como un futuro colega, to-mando para sí la responsabilidad de introducirlo en el fascinante mundo de la Ciencia, de tal forma que los estudiantes dejen de verla como un conjunto de "verdades" ya acepta-das, sino como a un conjunto de conceptos, procedimientos, ideas y actitudes de carácter tentativo y cambiante, creadas por los seres humanos (y por lo tanto falibles) que buscan entender al mundo que los rodea.

Como contrapartida, la actitud de los alumnos deberá ser la de asumir la responsabilidad que ellos tienen y dejar de pensar que apren-der es memorizar y aplicar repetiti-vamente un conjunto acabado de conocimientos, sino que verán el aprendizaje como un reto perma-nente al que deben enfrentar con esfuerzo, valentía y creatividad.

Ante la realidad que acabamos de exponer, se nos ofrece como contrapartida al esplendor científi-co, el encontrarnos con una socie-dad que está atravesando un mo-mento crítico y de difícil prognosis. Tal es así que la Universidad está cada vez más en contacto con un sistema tecnológico-industrial que condiciona no solo a la universidad, sino también al desarrollo social y profesional de los científicos. De esta manera vemos que no se trata solamente de disminuciones presu-puestarias, sino, y fundamental-mente, de diversos cambios actitu-dinales. En efecto, la Ciencia es observada críticamente y, en mu-chos casos, con sospecha; cada vez más hay que rendir cuentas ante una sociedad que demanda resultados inmediatos, exigentes exitosos, y algunas veces poco razonables.

Esta situación origina una inter-fase entre los centros académicos y los centros comerciales e industria-les que, al mismo tiempo que ne-cesaria, requiere de ambas partes, actitudes y condiciones que eran ig-noradas en la formación tradicional: gran capacidad de negociación, de comunicación, entendimiento mu-tuo, conocimientos de informática, control de personal, psicología, ini-ciativa, liderazgo y mucha creativi-dad.

Por todo esto, en la Universidad es necesario reflexionar a fondo sobre los modelos de enseñanza, centrándose en una instrucción que combine conocimientos fundamen-tales, conocimientos técnicos, pro-cedimientos válidos y actitudes frente a la sociedad y ante el saber.

Esto último implica una educa-ción del carácter, con apertura so-cial y responsabilidad ante los otros, teniendo en cuenta que, últi-mamente, se observa a la sociedad en general apreciando, cada vez más, a las personas con bases só-lidas y con actitudes despiertas y flexibles, capaces de desempeñarse en un mundo dinámico con deman-das que cambian rápidamente.

De lo expuesto, surge clara-mente lo irrenunciable que es para la Universidad, el ocuparse de las actitudes de los estudiantes y, por consiguiente, incluir su evaluación como indicador de la calidad universitaria.

No obstante, la medida de las actitudes es un área que afronta numerosos problemas conceptuales y dificultades prácticas y metodoló-gicas. La dificultad de medición de las actitudes ha sido motivo de numerosas controversias y crisis sobre la validez y confiabilidad de los instrumentos diseñados. Es im-portante entonces, definir con cla-ridad el objeto de cada actitud, como base indispensable para construir instrumentos de medición válidos y, principalmente para dejar en claro de qué se habla cuando se mencionan a las actitudes.

Por lo expuesto, es importante destacar la propuesta del modelo que realiza el autor, en cuanto a su valiosa contribución al debate que se ha instalado sobre la naturaleza de las actitudes, especialmente a la relación de las mismas con una función socializadora y a su indis-cutible pertinencia para ser incluida en todo proyecto de reforma educativa.

Siendo así, es importante reva-lorizar las cinco ideas planteadas en las conclusiones:

• Exhortar a las universidades sobre la necesidad de contar con un crite-rio explícito para hacer efectiva una evaluación de las actitudes de los estudiantes.

• Tener en cuenta que la evalua-ción debe ser coherente con lo que se ha enseñado.

• No renunciar a saber cuáles son las actitudes que afloran en la reali-dad actual.

• Elegir las estrategias de enseñan-za en coherencia con el modelo constructivista.

• Reafirmar que la calidad de las instituciones de enseñanza se rela-ciona directamente con la calidad de los procesos de aprendizaje que promueve en los estudiantes.

Resulta valioso destacar la ne-cesidad expresada por el autor de que las instituciones universitarias cuenten con proyectos educativos que especifiquen las actitudes a ser construidas, de manera tal de su-perar la aparente contradicción de que no pueden ser evaluadas por-que no son enseñadas.

Este artículo aporta, desde una visión poco transitada, al debate sobre la necesidad de desarrollar en el ámbito de las universidades procesos válidos de evaluación que, sin dejar de tener en cuenta a las actitudes, vayan más allá en sus alcances, incluyendo temas como proyecto educativo, planeamiento curricular, modelos metodológicos basados en teorías del aprendizaje, aportes epistemológicos, formación en servicio del cuerpo docente, investigación educativa, etc.

En síntesis, el trabajo consiste a mi entender, en un meritorio es-fuerzo, que se ocupa de seleccionar y ordenar las ideas centrales y los antecedentes, referidos a una te-mática relevante y de reciente ins-talación en las universidades, con la finalidad de realizar un abordaje crítico que enmarque el problema para su inserción y tratamiento.



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