Retorna a página principal de Hoja Aparte

 
Los gritos del silencio

Alcira Battle, investigadora superior del Conicet, está desconsolada: acaba de quedarse absolutamente sin becarios. La doctora De Siervi se fue a los Estados Unidos; el doctor Méndez, a Francia... Ambos eran expertos en la genética de las porfirias, un tema en el que su laboratorio era uno de los pocos en el mundo, y ciertamente el único en América latina, que hacía estudios. Los pacientes porfíricos llegaban hasta desde los países vecinos a utilizarlos.

»Llevó largos años formar a estos jóvenes -me informa, en un correo electrónico-. Ahora ya no están más, el Conicet los ha dejado afuera, como a Adriana Casas, a quien le fue suspendida la beca con que pretendían retenerla en el país, y a tantos otros. Es una verdadera tragedia.» 
Más adelante agrega: «En estos momentos prácticamente no podemos trabajar porque este año no he recibido un centavo. He tenido que adelantar dinero para pagar los servicios, pero ya no puedo. Estamos muriendo por inanición y no le importa a nadie.»
¡Qué testimonio abrumador! Particularmente en momentos en que, mientras aquí aún nos tomamos tiempo para discutir si un país con los problemas económicos del nuestro puede darse el lujo de tener ciencia y tecnología, nuestros vecinos redoblaron la apuesta y ya están cosechando beneficios.
Un grupo de investigadores del Estado de San Pablo acaba de completar hace unos meses el secuenciamiento del genoma de la Xylella fastidiosa, una plaga que causa 100 millones de  dólares anuales de daños a las naranjas brasileñas. El trabajo se publicó en la revista Nature, la misma que hace medio siglo publicó el trabajo en que Watson y Crick decodificaban la estructura del ADN, que saludó la hazaña con admiración.
Claro que estos resultados no son casuales. En los últimos años, Brasil multiplicó su inversión relativa en ciencia y tecnología, ordenó su gestión administrativa y hoy exhibe con orgullo un índice notable: en la última década, más del 80% de los científicos de ese país que partieron a  obtener su doctorado en los Estados Unidos prefirió regresar.
¿Por qué? Atribuirlo al fútbol y la caipirinha parece poco serio. Más sensato es reconocer que en Brasil los mecanismos de recompensa son similares a los de las naciones desarrolladas..., aunque  allí también tienen problemas económicos y deuda
externa. José Fernando Pérez, director científico de la Fundación de Protección a la
Investigación del Estado de San Pablo, lo dijo claramente: «La mejor forma de asegurar nuestros cerebros es ofrecer proyectos a la altura de sus talentos».
Habrá quienes argumenten que, dada la magnitud de nuestras dificultades, éste no es momento  para invertir en ciencia. Sin embargo, como afirma en
un artículo para Escenarios alternativos el matemático y ex presidente del Conicet, Pablo Jacovkis, hubo épocas -como en plena Guerra del Paraguay- en que incluso en medio de una situación dificilísima, los dirigentes se permitieron pensar para el futuro. «Si no hacemos nada o, mejor dicho, si reducimos los presupuestos para ciencia y tecnología, cada vez estaremos peor –escribe Jacovkis-. (...) Para los países pobres la
ciencia y la tecnología no son un lujo, son una necesidad imperiosa.» Por mi parte, nada que  agregar.

Por Nora Bär (publicado en diario La Nación, 9/5/01)

Escríbanos y envíe
sus sugerencias y
comentarios
a nuestro e-mail
Página Principal de la UNRC