La unidad de la Facultad de
Ciencias Humanas
La universidad ha cancelado el debate. Esto por cierto no es exclusivo
de la Universidad de Río Cuarto. En términos generales la
universidad argentina ha dejado de discutir muchas cosas. También
la universidad ha caído prisionera del ”discurso único”,
que reprocha a otros. O con más precisión de una variedad
de ”discursos únicos”, totalizadores, verdaderos en sí mismos,
sólo refutables a costa de ser considerados herejes o algo peor.
De esta forma se concluye que tal o cual aspecto de la universidad es indiscutible,
que tal o cual política es la única posible y quien ose hacerlo
recibirá los peores calificativos.
Por cierto que en el último año hemos visto proliferar
asambleas multitudinarias y en el caso de nuestra universidad de la convocatoria
luego de casi una década de la Asamblea Universitaria. Pero de ordinario
en ellas sólo se reiteran las viejas consignas y se repiten las
conocidas muletillas. Normalmente todo se reduce a repudios (por cierto
que muchas veces legítimos), de las políticas de ajuste y
a devotas afirmaciones de las supuestas virtudes de la universidad argentina.
Básicamente lo que se termina discutiendo son las tácticas
y mecanismos de rechazo de aquellas políticas de ajuste.
Pero deliberadamente se rehuye debatir políticas de ingreso,
de financiamiento o las peculiares relaciones de la universidad argentina
con el Estado, que son los “a priori”, los “postulados” que no se discuten.
Estas maratónicas sesiones de oratoria, suelen ser la caricatura
de un auténtico debate universitario.
En algún sentido es comprensible, la magnitud del descalabro
de nuestra sociedad, la incertidumbre sobre los posibles desenlace de la
crisis nacional, ha permitido eludir el análisis de muchos males
de la universidad, que son muy difícilmente imputables a los distintos
gobiernos de turno y que tienen orígenes exclusivamente internos.
Una de las consecuencias evidentes de la ausencia de debate es la incapacidad
de detectar las oportunidades, que por cierto la crisis ofrece, como la
carencia de nuevas ideas, de proyectos innovadores, de propuestas alternativas.
Es en estas condiciones que la Universidad de Río Cuarto debe
realizar una nueva renovación de autoridades. En consonancia con
el clima general, no se propone casi nada, no se debate casi nada, ni por
cierto tampoco nadie parece reclamar nada de las autoridades. Hasta la
fecha, esta elección de Rector aparenta pasar como la más
desapercibida de la historia. Ninguna promete ser tan anodina como esta.
Esta curiosa discreción, ¿responde a un tácito
y universal acuerdo, de no exponer la universidad a críticas? ¿Esconde
una secreta prudencia, que remite al viejo consejo de: “desensillar hasta
que aclare”? De ser así no lo compartimos por cierto, pero lo aceptamos
como tal.
Solamente en la Facultad de Ciencias Humanas se detecta una iniciativa
movilizadora. En términos formales el Decano de la misma el Doctor
Muñoz plantea la necesidad de la unidad de la Facultad de Ciencias
Humanas. La idea es razonable en la situación actual. A quienes
en ocasiones pasadas nos ha tocado ejercer responsabilidades de conducción
de la Facultad, conocemos las consecuencias de ciertas mezquindades, de
tener a la hora de negociar un presupuesto o de enfrentar a las criticas
de otras Unidades Académicas, una ”retaguardia” que se exhibe gratuitamente
dividida.
Hay al menos dos razones para atender la propuesta: ante todo la Facultad
de Ciencias Humanas ha iniciado transformaciones (como la implementación
de la carrera de derecho, que por cierto no ha tenido oposición
pública, aunque nos consta la existencia de variedad de objeciones
de pasillo), que involucran no sólo a nuestra Facultad sino a toda
la Universidad, que es preciso completar o ostensibles mejoras en los procedimientos
administrativos que hacen desaconsejable el cambio gratuito de conducción.
Más importante es que hasta el momento, también en nuestra
Facultad es notable la carencia de ideas innovadoras, de proyectos alternativos
y nada sugiere que espontáneamente puedan surgir. Por supuesto que
es posible su precipitada redacción, pero muy difícilmente
puedan eludir la improvisación, la clásica enunciación
de buenas intenciones con las que nadie puede estar en desacuerdo, por
que no dicen nada, o las habituales generalizaciones compatibles con aquellos
”discursos únicos”. Lo que se desprende de nuestras palabras es
que es aconsejable actuar sin mezquindades ni egoísmos, por eso
la unidad de la Facultad es posible, legítima y necesaria, aunque
la misma no debe ser un apoyo acrítico o una adhesión incondicional,
que por otra parte no es lo que el doctor Muñoz reclama. Hay quizás
una sola condición que inevitablemente se desprende de nuestras
propias palabras: la necesidad de la reinstalación del debate sincero,
sin restricciones políticas o ideológicas. |
Nelson CIMMINELLI,
docente de la Facultad de
Ciencias Humanas
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