Qué hacer
Generalmente al despertarme, luego de asearme y mientras desayuno,
enciendo el televisor o me pongo a hojear el diario; quienes comienzan
el día de esta manera, tal vez sientan como yo una suerte de ametralladora
que te perfora, un amasijo de bronca, desesperanza, inseguridad, desesperación,
algo que termina pareciéndose mucho a la frustración y el
agobio.
En este marco afectivo es lógico que, como reacción
de autodefensa, uno intente encerrarse en las cuestiones que menos lo comprometan
con esta realidad adversa donde parece que nada se puede.
Recuerdo que allá por los años setenta, cuando
rondaba los veinte, creía que a esta altura del partido, rondando
ya los cincuenta, le habríamos dado sepultura al imperialismo norteamericano,
Argentina y varios países de América latina estarían
construyendo un socialismo, habría una mejor distribución
de la riqueza, menor mortalidad infantil, menos analfabetos, mucho trabajo
comunitario y más solidaridad. Obviamente que esto no ocurrió,
y lo que es peor aún, estamos muchísimo más lejos
de este ideario de lo que estábamos entonces.
Ahora comprendo que los procesos sociales tienen una dimensión
del tiempo muy diferente a la nuestra como individuos. Que treinta años
en términos de sociedad no es nada, pero para nuestra expectativa
de vida es bastante tiempo.
En este sentido, pienso que podemos ser coautores de esta historia
con la posibilidad de escribir algunas páginas. ¿Qué
hacer entonces?.
Uno se avergüenza cuando ve que en la gira de nuestro presidente
Duhalde y nuestro ministro Lavagna por Europa y EE.UU., suplicando ayuda,
ya el FMI fijó posición, «Anne Krueger ha dicho que
quiere un plan Bonex», siendo este apenas un detalle de todo lo actuado
y dicho sobre la entrega de nuestro país en estas últimas
décadas, entonces mi pregunta es ¿y la soberanía?.
Cuando uno se entera que el presidente de la corte suprema de
justicia, Dr. Julio Nazareno, aparte de tener 11 pedidos de juicio político
en su contra, cobra más de $ 14.000 por mes y llegó a su
tercer mandato como presidente tras un empate de sus pares, con su propio
voto, es decir yo me recontrautoelijo (buen neologismo), entonces mi pregunta
es ¿y la justicia? ¿y la ética? ¿y la vergüenza?¿y
la honestidad?. Lo mismo podríamos hablar de muchos legisladores,
gobernadores, directores, etc., en su mayoría profesionales formados
en nuestras universidades.
Estoy convencido que algo se puede hacer para enfrentar este
modelo neoliberal de esta era postmoderna, esta pérdida de valores,
estos dirigentes nefastos. Quizás lo primero sea salir de nuestro
propio corralito, cambiando el «nada se puede hacer» por «algo
puedo hacer». Es importante estar convencido que al menos en nuestro
ámbito de influencia, ya sea el barrio o nuestro lugar de trabajo,
es un excelente lugar para empezar a pintar nuestra aldea.
Nuestra universidad tiene la ventaja de ser como un barrio,
tiene un único lugar de pertenencia y nos conocemos bastante bien
entre todos sus actores. Tiene sus cuerpos orgánicos donde podemos
estar representados o participar de ellos, construir nuestra línea
de política universitaria, generar nuestras propias reglas de juego,
cambiar o ratificar a nuestras autoridades en forma directa; pero quizás
sea lo más significativo, saber que estamos formando profesionales
y muchos de ellos serán los dirigentes dentro de 15 ó 20
años. Paulo Freyre decía que el aula y la clase encierran
en sí mismas un acto político. ¿Cuánto tiempo
dedicamos a formar en ese futuro dirigente algo más que el conocimiento
específico de la disciplina?. Estos lúcidos economistas y
abogados neoliberales, los médicos corruptos responsables, entre
otros, de la quiebra de nuestro sistema de salud y buena parte de nuestros
dirigentes, se han formado en nuestras universidades. ¿Estamos haciendo
algo al respecto?.
Realmente tenemos condiciones privilegiadas como para hacer algo,
en comparación a otros ámbitos institucionales, entonces
¿cómo no aprovecharlas?.
Yo empezaría por romper nuestro propio corralito, darnos
tiempo para pensar, reflexionar, cambiar nuestros patrones comunicacionales
y actuar, no sólo en nuestros ámbitos de conducción,
también en nuestras clases y con nuestros compañeros de trabajo. |
Por Guillermo E. Ashworth,
docente de la Fac. de Ciencias Exactas
UNRC
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