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Respeto a los mayores

Hoy me tomo un momento para hablar sobre el respeto, por sobre todas las cosas del respeto que le debemos a los Adultos Mayores y a los Ancianos. Cuando éramos chicos, nos enseñaban que los abuelos eran lo más, como dicen ahora, que debíamos  darles el asiento en el colectivo, o ayudarlos a cruzar la calle y algunas otras cosas.

Hoy estamos viviendo en esta locura de la competencia, de la falta de trabajo, de quién es mejor, de quién tiene más, cómo sobrevivimos a esta crisis, cómo pagamos, cómo comemos, al stress que nos está causando esta sociedad en crisis, y nos estamos olvidando del respeto al otro. Todos estamos en crisis. El que tiene lo abruma el corralito y el que no tiene, sobrevive o no llega a comer, y yo pienso qué pasa con los que se jubilaron y tenían que descansarrrrrr.......están tan pero tan, tan desprotegidos, tan estafados como nosotros...

En  este tiempo que nos toca vivir lleno de incertidumbre, -creo que estamos en una crisis de valores donde no se respeta al individuo en sí-,  donde crecer con todas  las necesidades básicas parece ser sólo cosa de los ricos; donde la clase media está a pique; donde los pobres ya no comen; donde el pan y la leche no están al alcance de todos; donde los viejos que tanto lucharon por construir una Patria grande, generosa, hoy deben continuar luchando en la plaza pidiendo por  una mejor  jubilación, por  el PAMI  (“Malditos Delincuentes”) o por un país mejor en los cacerolazos. Pero nuestros mayores siguen en la lucha por sus nietos, por un futuro al que apostaron siempre, para que tengamos la posibilidad de seguir creciendo, la posibilidad de seguir leyendo un libro, soñando, teniendo objetivos o metas que no se frustren.

Nuestros adultos, cariñosamente “nuestros viejos”, merecen nuestro respeto. Todos hemos tenido o tenemos un padre o una madre o ambos, o no, ellos son los que nos enseñaron lo que somos, bien o mal. Por eso somos los responsables de enseñarles a nuestros hijos el respeto al otro,  solo a partir de ahí construiremos una Argentina Mejor, donde estemos orgullosos del hombre o la mujer que hayamos criado, cada uno desde su lugarcito, desde su corazón, desde la razón, desde el respeto.

No nos olvidemos de que existen. Cuidémoslos y respetémoslos. Porque a la vuelta de la vida, nosotros estaremos como ellos, y vamos a necesitar de nuestros hijos y nuestros nietos. Rescatemos sus experiencias, escuchémoslos, porque ellos pudieron pasar por diferentes momentos críticos y supieron levantarse.  Ahora nos toca reclamar por ellos, aliviarles el dolor y gritar a los cuatro vientos que necesitan una buena cobertura médica, es un DERECHO, que los que la manejan dejen de robarles, de estafarlos, de quitarles la esperanza de sentirse mejor, que las Gerencias de los Bancos implementen sistemas de cobro más humanos que eliminen las colas a la intemperie soportando el frío, el sol y el dolor de las piernas.

Tenemos que tomar conciencia y volver a las bases, me refiero al respeto fundamentalmente. ¿Tanto nos cuesta ser generosos con ellos...? Tengámosle paciencia. El envejecimiento no es un sinónimo de enfermedad, ni mucho menos. Debemos hacernos un tiempo para compartir, para darles un cacho de afecto y de decirles que los queremos.

No dejemos que esta crisis nos abrume y preguntémosle cómo están, qué necesitan, si tienen frío, qué sienten, porque ellos en su momento hicieron grande a la Argentina. 

Fga. Fabricia A. Argüello
e-mail: farguello@rec.unrc.edu.ar

“Hay que devolver la verdadera justicia, reintegrarla  al corazón de todos sin la infamia del hambre, la ignorancia y la miseria del prójimo. Lo que consiste en unirse al movimiento de superación de la humanidad con un aliento generoso de amor”.
Juan Filloy – “Caterva”

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