La hora argentina
Un largo sueño parece haber acabado: un apacible, tranquilo y
manso sueño parece finalizar: el ruido de las cacerolas, de las
panzas vacías; la bronca, la impotencia, el hartazgo, el dolor y
la desesperanza, parece que han comenzado por despertar a un pueblo dormido;
a una sociedad argentina que por décadas y décadas vio impávida
y adormecida cómo se robaba el país, como crecía el
desempleo, como reinaba la frivolidad y la corrupción política,
como se destruía el sistema educativo público, cómo
desaparecían los valores más importantes, cómo se
relegaba a la vejez, cómo crecían el hambre, la pobreza y
la miseria, cómo se devastaba la salud, cómo se violaban
una y otra vez todas las leyes básicas de un país sin que
nadie fuera preso, reinando así la impunidad y la vergüenza.
Ha pasado mucho tiempo, es cierto, pero necesario y es bienvenido que
este extenso letargo comience a desaparecer, augurioso es que la sociedad
argentina use la democracia para la construcción real del país
que queremos; ya que el gran desafío para los ciudadanos es hacer
una dura crítica democrática a la democracia, para no dar
lugar a la crítica autoritaria que ya se manifiesta en la sociedad.
Argentina vive tiempos difíciles, duros; pareciera que caminamos
de cabeza: no avanzamos, no pensamos. Arrasamos en estas últimas
décadas con los cimientos más importantes de una sociedad
civilizada y pareciera que perdimos todo: nuestra historia, nuestro presente
y, lo que es peor aún, nuestro futuro. Parece que dilapidamos nuestra
credibilidad, nuestra confianza, nuestras fortalezas, nuestros valores;
hemos devastado todo: la economía, la política, la salud,
la educación, la dignidad: hemos devastado el país.
Argentina vive una etapa de transición, de grandes y profundos
cambios, esos momentos en los que las viejas estructuras parecen resquebrajarse
en mil pedazos, para luego desplomarse. El país se encuentra ante
una de esas situaciones históricas en que lo viejo prolonga su agonía
y lo nuevo no acaba de nacer, donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo
recién comienza a germinar.
La sociedad argentina a comenzado a moverse, a reclamarle a un tambaleante
esquema de poder político y a sus inoperantes representantes, un
cambio absoluto a la actual realidad. Así, la agonía del
viejo esquema es evidente pero no se ve con claridad por qué y por
quiénes será reemplazado luego de su irremediable caída.
Y luego de esta caída, cuando esto acontezca, habrá que
preguntarse: ¿Y después? ¿Estamos preparados como
nación, como sociedad, a ver nacer lo nuevo garantizando honestidad,
responsabilidad, austeridad, decencia, solidaridad y respeto?.
No hay gobierno que sea mejor que su pueblo, y precisamente es el pueblo
quien debe garantizar la re-organización social basada en valores
fundamentales, la reconstrucción del país, es la propia sociedad
argentina la que debe re-fundar la nación pero debe hacerlo sin
buscar soluciones mágicas ni milagrosas.
La solución es el camino más difícil, más
laborioso, el más largo, pero también el más seguro:
la reconstrucción de una sociedad argentina menos corrupta, menos
inmoral, menos incapaz, menos indecente, menos pútrida y menos deshonesta;
para que así esta nueva sociedad pueda parir el nuevo esquema, a
la nueva dirigencia que cambie la triste realidad que cambie la triste
realidad que vivimos.
Sí, aunque cueste creerlo la solución está en
nuestra manos, y como tal es nuestro deber como ciudadanos comenzar la
lenta tarea de re-alzar a la Nueva Sociedad, a legitimar sus instituciones
por medio de nuestra participación activa, nuestras inquietudes,
requerimientos y actividades.
Es hora de recuperar al pueblo desde su propio poder de gestión-política
con un profundo sentido social, la política de valores éticos
y morales, la ciudadanía tiene el poder del cambio tan ansiado;
debemos entenderlo así de una vez para poder saber utilizar ese
poder.
Es la hora de tomar en nuestras manos, la resolución de nuestro
propio destino, es la hora del gran cambio, la historia así lo ha
marcado, es hora de apretar bien fuertes los puños y comenzar a
revertir el curso de las cosas, es la hora de la sociedad argentina, es
la hora del nacimiento; por fin es la Hora Argentina. |
por Germán Monge
Alumno de la Facultad de Ciencias Económicas
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