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Pobreza: producto “larga vida”
“Entreayudarnos”Solidaridad de raíz latinoamericana No le tema a la oscuridad: es cuando mejor se ven las estrellas”.
Días pasados tuve la oportunidad de ser comisionado junto a otros compañeros, para distribuir en comedores populares de la ciudad, alimentos adquiridos con recursos provenientes del Fondo Solidario. La mayoría pensará que realizar una tarea de este tipo gratifica y reconforta. Es así. Pero no dude también en pensar que tuvo mucho de desolación y tristeza, que lo deja a uno con la boca amarga, casi sin respuestas. Pude comprobar que la pobreza golpea rudamente en el Imperio del sur cordobés (“la realidad supera toda imaginación”, decía un profesor amigo), al palpar las necesidades que tienen los sectores carenciados de la ciudad. Actualmente se cuentan por miles los riocuartenses que no alcanzan por sí mismos cubrir sus necesidades más elementales de alimentación y muestran un angustiante deterioro de sus condiciones de vida. ¿¡Dónde está la Argentina que otrora ostentaba con orgullo su condición de granero del mundo, pero que hoy le está frustrando el futuro a 18 millones de compatriotas a causa del hambre, del desempleo, de la exclusión, de la enfermedad y los condena a la indignidad de la indigencia?! ¿¡Cómo atender tamañas necesidades?! En un primer momento la sensación es abrumadora. Pero pronto encontré una respuesta que me reactivó y me devolvió a un camino esperanzador: “entreayudarnos” como decía Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar: “los hombres estamos en este mundo para entreayudarnos, no para entredestruirnos”. La realidad que me tocó palpar parece colocar a alguna gente lejos de este predicamento, especialmente aquellos que gozan de los privilegios de esta maldita sociedad neoliberal. Porque no se puede entender que en un país tan rico como es Argentina, pueda existir gente que pase hambre, que tenga que recurrir a comedores populares para cubrir una necesidad básica: alimentación, y a veces no en forma integral porque los recursos no alcanzan. Sin embargo son increíbles los esfuerzos – por momentos casi sobrehumanos - que realizan vecinos que sólo disponen de un recurso que por fortuna es renovable hasta el infinito: capacidad de amar y de dar. Fue alentador observar que existen personas, que a pesar de sus propias carencias, por ser también muy pobres y a veces ancianas, tienen una capacidad de amor al prójimo que asombraría y daría ejemplo a dignatarios y dirigentes; que los lanza, es cierto, con voluntarismo, pero con muchas ganas de hacer y con asombrosa eficacia porque se mueven con rapidez y férrea voluntad; a paliar tantas necesidades, que conmueve y emociona. A la vez pude escuchar voces en nuestro ámbito que piden para llevar a cabo estos emprendimientos, “no caer en el asistencialismo”, “prolijidad”, “objetivos claros y trascendentes”, “políticas y acciones estratégicas”, lo cual resulta como mirar para otro lado. Ante la gravedad de la situación en primera instancia no es posible ni tan prioritaria demasiada organización, sino que hay armarse de paciencia y cariño. El principio solidario del “entreayudarse”, de profunda raíz latinoamericana, es simplemente revolucionario. Pero con una diferencia esencial: es de todos y para todos. La diversidad de formas con que se puede ayudar es diversa e infinita. Lo que importa es hacer algo, sumarse de alguna forma. Por ejemplo desde donar algo que nos sobra - a veces un solo peso realimenta la esperanza de los que concretan la proeza de ayudar a los necesitados, tarea gratificante por ser tan humana y los incentiva y fortalece en su accionar al sentirse rodeados, comprendidos y ayudados. O aportando materiales, sumándose como voluntario para hacer una tarea, para enseñar, para transmitir una habilidad que ayude a otros a emerger del estado de pobreza (educativa, material, humana, sanitaria, jurídica, ciudadana) en que se encuentran nuestros vecinos. ¡Y cuántas cosas más que la creatividad unida a la generosidad puede ayudar a generar! Todos tenemos algo que ofrecer para ayudar a quienes más lo necesitan, en especial a niños, ancianos, enfermos, desocupados, embarazadas, discapacitados y carenciados. En comunicación decimos que no sólo hay que hablar. Primero y ante todo hay que abrir las orejas (oír), ver (mirar), sentir (acercarse), percibir (abrirse para encontrarse con el otro). Luego diga lo que quiera, claro que con responsabilidad y constructivamente, pero no deje de pasar a la acción. ¿Se une a ayudar?
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![]() Lic. Miguel Angel Tréspidi Coordinador de Comunicación Institucional E-mail: comunica@rec.unrc.edu.ar Tel. Int. 332 |
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