Cuestión de materia prima
«Un buen técnico es la mitad del equipo» y
«sin jugadores no hay milagros» son algunas de las frases del
mundillo del fútbol acerca de la incidencia del adiestrador en el
rendimiento de un plantel. Es inevitable hallar ejemplos para satisfacer
a todos.
Durante años, lo mejor que podía hacerse para encontrar
a Gimnasia en la tabla de posiciones era buscar por la mitad. Hasta la
dirección técnica de Timoteo Griguol, bajo cuya conducción
los platenses estuvieron a punto de ser campeones en 1995, 1996 y 1998,
tras San Lorenzo, Vélez y Boca, respectivamente. Los jugadores con
los que Carlos Ramacciotti llevó a Belgrano a estar entre los ocho
mejores del Apertura 2001 fueron los mismos con los que Carlos Mc Allister
inició el camino al descenso.
Claro que más allá de los técnicos están
los futbolistas, como bien lo sabe cualquier argentino que hubiera preferido
las ausencias de Sebastián Verón, Gabriel Batistuta y Diego
Simeone en el Mundial de haber sabido cómo iban a jugar. Américo
Gallego ilustra este aspecto desde que se hizo cargo de Independiente a
fines del Clausura 2002. Ni un solo triunfo mostró en la competición,
a diferencia de las tres victorias y un empate en cuatro juegos del actual
Apertura. Obviamente, hubo altas y bajas en masa entre los integrantes
de la formación del Clausura y la de estos días.
Tal vez aquí resida la clave, que funciona para todos los casos,
más allá de las excepciones: sin buenos jugadores no hay
técnicos magos, del mismo modo que con futbolistas superiores a
la media, hasta jugando regular nomás es factible ganar y ser puntero.
Ante la duda, piénsese en el juego parejo de Chacarita - River y
de Banfield - Boca y recuérdese que Alejandro Domínguez es
de River, que ganó el partido, y que
Sebastián Battaglia es de Boca, que superó a los banfileños.
Alberto Ferreyra
Otra Vez Fútbol
Lunes, 21.30 a 22.30,
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