Susanita, la niña que Mafalda parecía aceptar como parte de su práctica de la tolerancia, se dolía de ver niños pobres en la calle. Claro que no pretendía revertir su situación; para ella, bastaba con esconderlos. Los argumentos de algunos vecinos del B° Jardín parecen propios de aquella criatura de Quino, aunque su capacidad para esgrimirlos los acerca más al perfil de Manolito.
El dilema de los vecinos que rechazan el traslado de otros vecinos de la ciudad a su barrio es cómo encontrar el modo de oponerse sin resultar, en el mejor de los casos, antipáticos.
"Desvalorización de la propiedad", "inseguridad" y otras yerbas secadas al sol no alcanzan para ocultar posturas que, antes que discriminatorias, resultan inconmensurablemente estúpidas. Me pregunto qué harían si, a falta de un planteo integral, "los pobres" compraran los mismos terrenos para construir casas aún más modestas que las que se proyectan. Lo lamentarían sentados en el living, aunque se beneficiarían ahorrándose dar pena.
Ahora razonemos como un modo de evitar que lleguen al poder. Si los caminos para la adquisición de los terrenos son lícitos y no existen normas limitantes sobre los aspectos arquitectónicos de la propiedad, no hay recursos legales que anteponer a esta iniciativa. Sencillamente por eso se cae en los argumentos "susanísticos". 
Debe haber alguna página en internet llamada erradicacióndevillas.com o algo por el estilo, porque algunos esclarecidos salieron rápidamente por TV planteando que este no es el modo de trasladar las familias que viven en las costas del río. Los discursos se ubicaron en la vereda de una supuesta filantropía pero enseguida quedó en evidencia que era simplemente la vereda de enfrente. 
Las movilizaciones post corralito y una clase dirigente en permanente entredicho parecen ser para algunos razón suficiente para todo tipo de reclamo. Con éste, no habrá más remedio que cambiar de canal para no sufrir vergüenza ajena. Culpa de aquellos empeñados en confundir lo que está bien con lo que les conviene.