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¿Democracia?

Según S. Lipset, la democracia está ligada al desarrollo económico (industrialización, urbanización, alfabetización, etc.), de manera que cuanto más rica es una nación más posibilidades tiene de instaurar un régimen democrático.  Sin embargo, detalladas investigaciones posteriores no lograron confirmar esta tesis. Lo que sí es verdadero, es que la ausencia de desigualdades extremas puede conducir al desarrollo pleno de un sistema democrático.
Según Robert Dahl, las condiciones político-culturales de la democracia son: 1) creencia de la población en la legitimidad de las instituciones; 2) mínima creencia en la eficacia del sistema para resolver los problemas; 3) confianza recíproca entre los actores del sistema político; 4) disponibilidad para la cooperación, el acuerdo y la negociación, sin excluir por ello el conflicto y la compresión.
Observando la situación imperante en la que se encuentra nuestro país y en relación a lo concluido al final del primer párrafo, se podría estar conjeturando que estamos lejos de estar insertos en un sistema democrático ya que hay una fuerte presencia de marcadas desigualdades, producto del modelo económico neoliberal que se profundizó con la llegada de Cavallo a la cartera de Economía durante la gestión del presidente Menem. Este modelo sólo benefició las grandes empresas monopolistas y oligopolistas, cuyos propietarios son, en su gran mayoría, empresas transnacionales con capitales extranjeros y a un grupo minoritario de la población. 
Por otra parte, y como contrapartida de esto último, día a día la pobreza avanza a paso agigantado, estando dentro de esta categoría más del 50 % de la población y un porcentaje importante de ellos viven en la indigencia. A esto hay que sumarle que la salud y la educación públicas están en franco deterioro, por no decir que están al borde de su extinción, por el escaso presupuesto afectado para el normal funcionamiento de dispensarios, hospitales, escuelas, universidades, etc.
En lo que respecta a lo sostenido por Robert Dahl, se puede asegurar que, en cierta medida, ninguna de las cuatros condiciones planteadas por este politólogo se cumplen en su totalidad en nuestra querida y vapuleada República Argentina. Un alto porcentaje de la población no cree en la legitimidad de las instituciones. El ejemplo más claro, es la presidencia de la Nación a cargo del Senador Duhalde, ya que, más allá que su nombramiento está avalado por la legalidad y lo legitima los procedimientos establecidos en la Constitución, el pueblo es quien no lo legitima porque fue elegido por un puñado de legisladores, que según nuestra Carta Magna son los representantes del pueblo. De más esta decir que el pueblo no está ni se siente representado por los legisladores y partiendo de ello, surge el sentimiento de ilegitimidad popular que posee el nombramiento del presidente.
Lo que sostiene la segunda condición, se puede asegurar que desde el advenimiento de la democracia en el año 1983, con la llegada al ejecutivo nacional del Doctor Raúl Alfonsín, casi nunca se cumplió. La mayoría de la población tiene sobrada experiencia para no creer en la eficacia del sistema para resolver problemas ya que las soluciones que han dado los responsables de la toma de decisiones, siempre han sido pasajeras o en su defecto, sólo han servido para paliar algunas situaciones coyunturales. Por ejemplo, las medidas tomadas en la faz económica sólo han servido para aumentar la deuda externa y para sumergir al país en la crisis más grave de su historia. En la faz política, las medidas tampoco han sido del todo halagüeñas. Basta recordar, por ejemplo, el indulto a los militares. El entonces presidente Doctor Carlos Menem sostenía que esta medida traería la reconciliación de la sociedad. Muy lejos de ello. Hoy la sociedad sigue recriminando y "escrachando" a dictadores y represores del proceso militar del período 1976-1983. Además de ello, en  sondeos y encuestas es alto el porcentaje de quienes opinan que el defecto más evidente en los políticos es su falta de credibilidad. Por ende, esto afecta también al sistema.
Tampoco hay confianza recíproca entre los actores del sistema político, tercera condición sostenida por Dahl. Las pruebas contundentes de ello las proporcionan los innumerables "cacerolazos", piquetes, cortes de rutas, huelgas y manifestaciones que, diariamente se suceden a lo largo y ancho del vasto territorio argentino bajo la consigna "que se vayan todos" y pidiendo estridentemente a gritos elecciones para revalidar todos los cargos políticos,  desde los concejales hasta el presidente, ya que el pueblo se siente defraudado -obviamente, con demasiadas razones- por los dirigentes y creen que sólo sirven a sus propios intereses y a los intereses de los grandes grupos económicos y de los organismos internacionales. Otro signo de ello, es el pedido de renuncia a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que  no han demostrado independencia pues han estado al servicio del poder político y no sirviendo a la necesidad de justicia que tiene el pueblo.
Analizando la cuarta condición, el acuerdo y la negociación a los que han arribado, por ejemplo, los partidos políticos mayoritarios sólo han servido para sumir cada vez más al país a esta grave crisis política, social y económica y a estar cada vez más arrodillado ante los organismos internacionales. Esto nos ha llevado a estar, constantemente pidiendo clemencia y auxilios económicos que sólo terminan siendo más compromisos con el F.M.I., el Banco Mundial y el país del norte y nunca se cristalizan en mejoras en las condiciones socio-económicas de la población.
Por lo planteado, y de acuerdo a las condiciones políticos-culturales por las que el país está atravesando, es preciso preguntarse si el Estado argentino vive en democracia. En mi humilde opinión, creo que a nuestro régimen político se lo puede calificar de democrático pero con muchísimas debilidades e imperfecciones; con grandes e incontables yerros. Por lo tanto, debemos aprender de las equivocaciones que hemos cometido en estos casi 20 años desde el retorno de la democracia para fortalecerla porque la democracia se perfecciona con más democracia y porque sólo con más democracia ayudaremos a nuestro país para que comience a caminar por la senda del desarrollo que nos lleve a  salir de esta crisis institucional. 
¡Fuerza Argentina, que podemos!


Claudio Carabaca
Estudiante de la Lic. En Ciencia Política y Personal No Docente.

 
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