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Elecciones en la Asociación Gremial Docente de la U.N.R.C.
El silencio como convalidación de la exclusión.

El último proceso electoral de la AGD de la U.N.R.C. ha estado viciado desde su inicio: convocatoria a elecciones no respetando los plazos establecidos por el estatuto y no difundida ampliamente, luego ausencia de un cronograma electoral claro y,  posteriormente, otro completamente irregular que fue cambiado por solicitud de algunos afiliados. Finalmente, la única lista opositora a la lista Presencia Gremial («encabezada» por Daniel Gil), fue desestimada por la junta electoral por no presentar vocal en la Fac. de Cs. Económicas, rompiendo así con una tradición democrática ya que en repetidas ocasiones anteriores esto no había sido motivo de exclusión. Además,  el estatuto no menciona la necesidad de presentar listas con todos los vocales, lo que hace que la decisión de la junta se convierta en una interpretación. Esto muestra cómo la dimensión jurídica es inseparable de las dimensiones político-ideológicas.
Más allá del problema de la legalidad de la decisión de la junta electoral lo notable ha sido y es el silencio de la única lista oficializada. Si este sector  hubiera manifestado una ética política basada en la participación y en la expresión plural, debiera haber retirado la lista posibilitando un nuevo llamado a elecciones que garantizara una participación democrática. Pero no lo hizo. Las consecuencias: sólo fue a votar un 40% de los docentes afiliados, de los cuales obtuvo un 80% de los votos. Es decir que consigue la conducción del gremio con un 32% de los afiliados. 
Es en esta condición de vacío de representación y, en consecuencia,  de ilegitimidad, en que la lista Presencia Gremial continúa con la conducción de la asociación. Esto no sorprende ya que es la confirmación de un perfil gremial que este espacio ha tenido en todo el tiempo (prolongado) en el que ha estado a cargo del sindicato y que se ha caracterizado por:  una vocación poco democrática, una política gremial que no se plantea con profundidad los problemas que afectan al conjunto docente de la universidad y que no articula con las luchas que otros sectores sociales hoy están dando para resistir el embate de la política neoconservadora. Esta “ausencia gremial” es de la más absoluta irresponsabilidad frente a la profundización de la desesctructuración social y laboral que las políticas del neoliberalismo proponen para nuestro país. 
Hoy necesitamos reconstruir y fortalecer el movimiento docente, lo cual supone consolidar las organizaciones gremiales, pero a partir de un cambio de la concepción, del pensamiento y de la cultura política. Una política gremial que incorpore como centralidad la vocación democrática, la participación colectiva como instancia de conformación de las estrategias, la ampliación de su horizonte de acción articulando sus luchas con las de otras organizaciones de la sociedad civil, que se plantee con compromiso la defensa de los intereses sectoriales pero que al mismo tiempo represente intereses sociales más amplios.
Frente al discurso hegemónico de la globalización que pretende presentar a la resistencia de los trabajadores a la dominación como una acción que va en contra del progreso hay que contraponer una praxis contrahegemónica que incluya, entre algunos de sus ejes, la solidaridad como valor social, la redistribución de la riqueza y la democratización del conocimiento y la cultura. Para la concreción de esta praxis los docentes universitarios, en tanto trabajadores de la cultura, tenemos un compromiso ineludible. Sabemos que  en el proceso de reproducción de la dominación material lo simbólico detenta un papel estratégico. Y si entendemos lo simbólico como el espacio donde se ponen en disputa las concepciones del mundo (de la realidad), en tanto educadores podemos aportar a la construcción de un pensamiento liberador. 


Marcelo Ruiz, docente de la Fac. de Cs. Exactas - UNRC

 
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