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Volver a tener fe

El 20 de marzo nos despertamos con un mundo en guerra y vivimos con impotencia el genocidio en Irak. Mientras se vivía en medio de la impotencia y la bronca; a poco más de un mes en  nuestro país elecciones presidenciales, junto con el descreimiento y las dudas. Y hoy, la tele me muestra una bandera argentina colgada de un balcón con dos metros de agua por debajo y detrás una familia desolada que lo ha perdido todo. Y no nos olvidamos que en medio de todo esto está un 24 de marzo que pasa casi inadvertido después de 27 de historia, el doloroso recuerdo de Malvinas eclipsado por el ansia de un fin de semana largo, las campañas presidenciales y las promesas impregnadas de sospechas, a las que se suman los medios de comunicación y la falta de ética, un 1° de Mayo con un casi 20% de argentinos que no tienen qué festejar, la tristeza de los episodios vividos en Brukman… y lo de “costumbre”: la inseguridad, la violencia, el hambre de los mas débiles (niños, abuelos, pobres, enfermos…), y como si fuera poco, un hombre sin memoria (ni cara) que pretende volver a ser presidente de los argentinos.
Y así, de esta forma, vivimos los jóvenes argentinos: en una época de desilusiones, desesperanzas, de falta de representatividad, con hechos como los anteriores (entre otros)  que atacan permanentemente nuestra subjetividad boicoteando los sueños y anhelos de un futuro distinto y mejor. Una época en donde Paz y Justicia se viven como  búsqueda de utopías y estandartes, no como compromiso y opción.
En este escenario, el que puede mira hacia Ezeiza y el que no, enfrenta como puede este difícil desafío que es el de convivir con la incertidumbre.
Por eso, cuando hoy veo la catástrofe de Santa Fe y la respuesta del resto del país al padecimiento de ese pueblo vuelvo a creer. Cuando veo la solidaridad de la gente (generalmente de los que menos tienen), la sensibilidad del pueblo y su compromiso moral hacia los más necesitados, ese dolor que nos une al ver que hay otros a quienes no les quedó nada, que lo perdieron todo y que necesitan unas cuantas manos.
Cuando veo los vagones llenos, los camiones repletos, los médicos, bomberos, policías, voluntarios sin dormir y mojados hasta el cuello salvando vidas y luchando contra la adversidad, vuelvo a creer que el pueblo argentino sigue vivo a pesar de la pasividad y la indiferencia demostrada por momentos. Vuelvo a tener fe en la Argentina como Nación, a pesar de que algunos quieran desdibujar sus fronteras en pos de ideales globalizantes,  revivo en la esperanza de que esta  espléndida demostración de solidaridad que se ofrece hoy en medio del dolor no cese cuando las aguas terminen de bajar y que nos conviertan en un país tan unido en el infortunio como en la voluntad de crecer.
 


Por Leticia González
Estudiante de 5° año de Psicopedagogía
 

Y así, de esta forma, vivimos los jóvenes argentinos: en una época de desilusiones, desesperanzas, de falta de representatividad, con hechos como los anteriores (entre otros)  que atacan permanentemente nuestra subjetividad boicoteando los sueños y anhelos de un futuro distinto y mejor.

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