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Entre la razón y la injuria

En los últimos cincuenta años, el mundo se dividió crecientemente en dos clubes -el de los países ricos y el de los países pobres-. Lo más notable es que esta distribución bimodal del ingreso no se debe a la concentración de factores de producción, tales como el capital, sino al conocimiento.

Después de que se dieron a conocer los nombres del nuevo elenco ministerial, los integrantes de la comunidad científica local se preguntaban con cierta ansiedad quién sería la persona encargada de decidir de aquí en más sobre los asuntos científico-tecnológicos del país. Más de uno suspiró deseando que la dilación no fuera una señal de que continuará el tradicional desinterés hacia ese renglón de la actividad nacional... frecuentemente el último en la lista de preocupaciones de los gobernantes. 
Por una curiosa coincidencia, al mismo tiempo llegaban a las redacciones periodísticas cables de agencias noticiosas con detalles de la III Reunión de ex Presidentes Latinoamericanos, en México, donde Ernesto Samper -que ocupó el sillón presidencial de Colombia entre 1994 y 1998- exhortó a los gobiernos latinoamericanos a «intervenir sin pudor en apoyo de la ciencia para frenar el gran atraso» de la región. 
«Todos estamos de acuerdo en que se necesita una política de desarrollo (pero) no es el mercado el que va a solucionar (el retraso)», advirtió Samper. Y en su ponencia sobre Ciencia, tecnología y competitividad , el ex mandatario recordó que en América latina vive el 8% de la población mundial, pero se recibe sólo el 2% de la inversión. Esto refleja una suma, en promedio, veinte veces menor que la de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): 448 dólares contra 23 dólares por persona anuales. 
Según los despachos periodísticos, en la misma reunión el hondureño Carlos Roberto Reina se preguntó si los gobernantes «son conscientes de la inmensa brecha tecnológica que existe y que sigue aumentando». 
Por su parte, un reciente informe del Banco Mundial sobre educación y tecnología en América latina y el Caribe se refiere a esta situación sin medias tintas: «En los últimos cincuenta años, el mundo se dividió crecientemente en dos clubes -el de los países ricos y el de los países pobres-. Lo más notable es que esta distribución bimodal del ingreso no se debe a la concentración de factores de producción, tales como el capital, sino al conocimiento.(...) La relación entre el ingreso de los países latinoamericanos y los desarrollados cayó de más del 40% en 1950, a alrededor del 25% en 2000, y la mayor parte de la divergencia ocurrió en el último cuarto de siglo. Esto debería perturbar a los planificadores políticos de la región». 
Ojalá que la administración que asumirá sus funciones en los próximos días tenga en cuenta algunas de estas cosas. Ya lo dijo sor Juana Inés de la Cruz: «Nunca lo que es razón ha sido injuria». 

Publicado en La Nación el 21/05/03

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