(a propósito de la Escuela
de Fútbol)
Los niños de la Universidad
Demás está decir, que todo gesto, todo acto y toda decisión
que surja en el contexto de la Universidad debe ser responsable. Por este
motivo, todo debe ser cuidado y atendido como si en cada caso se tratara
de la causa más noble que tuviera la Universidad.
Mi reflexión viene curiosamente a cuento de un ámbito
en el que no tengo demasiada competencia: el fútbol.
Sin embargo poco importa aquí esa competencia.
Sí es importante la experiencia compartida por un grupo
de familias de dentro y fuera de la Universidad que regularmente acompañan
a sus hijos de 5 a 11 años a los entrenamientos de 6 horas
semanales y a los partidos de cada tarde del sábado que esos
niños juegan representando la «Escuela de Fútbol
de la Universidad Nacional de Río Cuarto» en la Liga Regional.
En nombre de todas esas familias quiero decir que esto importa. Tal
vez algunos recién ahora se enteren de la existencia de esta
Escuela. En ella la clave son los niños. Y qué extraño
que haya que recordarlo. En estos años han tramado entre
ellos, los profesores y nosotros, sus familias, un vínculo grandioso
en el que el la voz de «la UNI» (como apasionadamente
suele sonar en la cancha), nos convierte mágicamente a todos
en uno.
El fútbol no es un deporte nada más: es una ocasión
inconmensurablemente rica para saber: saber que se es generoso en el pase
a un compañero, saber que nace la compasión frente
al dolor del amigo, saber que hay dedos cruzados a la espera de un
gol, saber cómo se abrazan los niños, saber que hay
un mate de mano en mano andando todo el tiempo, saber que todavía
hay mucha risa, saber que no importa el frío ni tampoco el viento...Es
curioso que el fútbol nos haga saber tanto.
Frente al desconocimiento de la mayor parte de la comunidad universitaria:
aparte de dictarse clases, escucharse conferencias y tomar exámenes,
en la Universidad hay niños jugando a la pelota. La escena es muy
hermosa. Por eso nos vienen preguntas: ¿Por qué tanto
olvido? ¿Por qué tanto descuido? ¿Por qué
tan poca atención?
El equipo que ellos visten y lleva el escudo de la Universidad
lo compramos nosotros. No puede la Universidad ofrecerles una gaseosa y
algo para comer después de un partido. Insistentemente pedimos que
se terminara la cancha grande porque debíamos pedir una prestada.
No hay transporte para los que viven lejos y algunos padres luego
de terminar su trabajo vuelven a traer a sus hijos. Es grande la desatención.
Pero el gran descuido fue el sábado último: fuimos citados
a las 13:30 para que tomaran un ómnibus de la Universidad con destino
a Gigena para jugar una fecha: niños, profesores y padres a la espera.
Pero alguien se olvidó de los niños de la Universidad , alguien
los dejó esperando en una vereda más de dos horas.
Después de 10 ó 20 llamadas telefónicas desde
el celular de un papá, alguien apurado e improvisado los vino a
buscar. Nadie nos explicó nada. Los niños ya cansados, desanimados,
partieron a Gigena representando a la «UNI».
En la Universidad Nacional de Río Cuarto hay niños jugando
al fútbol. Fue una decisión de la Universidad, es hora de
un gesto: hay que cuidarlos.
Gabriela Müller y todos los papás que me pidieron
que hiciera esta nota. |
Gabriela Müller.
Docente del Departamento de Filosofía de la
Fac. de Ciencias Humanas
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