Víctimas de la inocencia
He aquí cómo la sangre de un hijo que
ya no está, de un padre que no pudo llegar y una madre que ya no
lo es son las lágrimas de un pueblo que sigue sufriendo, que sigue
llorando. Un pueblo que mastica el dolor, ese dolor que parece ser
infinito, cruel y sin piedad.
Como si todas las malversaciones que nuestra sociedad padeció
a lo largo de décadas no fueran nada, ahora se le suma el
terror del delito, la fuerza de la violencia y el silencio de la
muerte. Juntos, éstos tres nos guían hacia la tierra
de la barbarie, ese paraíso de la injusticia de donde nada ni nadie
podrá escapar, donde todos seremos presa fácil de un
sistema que parece perfecto y exacto para disparar, con esa arma que se
esconde detrás de lo que no queremos ver. Eso que no tiene forma
pero te deforma, nos deforma, te come.
Cómo empezar. No se cómo pensar, frente a esas
imágenes que en los últimos días aturden nuestra
mente, esas imágenes que brillan por su ausencia de vida.
Qué es esto, qué hemos criado o qué han criado.
Pareciera que no tiene solución o tal vez la tenga y no nos damos
cuenta. Creo, y eso aún es peor.
Cada vez que nos despertamos, un nuevo ser dormirá para siempre.
Siempre es tarde para enfrentar el delito, la violencia callejera, las
masacres y los secuestros con más pólvora. Por que el fuego
más el fuego es explosión. No podemos pretender que humillando
o escrachando (llamémoslo como quieran) a una comisaría o
un intendente frenemos hechos que van mas allá de un policía,
dos policías o un ejército custodiando nuestras espaldas.
De ser así no seríamos una sociedad sino un campo de batalla.
A la violencia se la vence con la inteligencia y la inteligencia está
aquí, en la universidad o al menos eso siento. No te confundas,
no quiero decir que todos seamos especialistas en derechos humanos sino
que podemos tomar una posición, algo se nos debe ocurrir.
No debemos caer en la tentación de la mano dura. Tenemos que reflexionar
sobre esto porque el tiempo pasa pero el dolor queda. Vos también
sos alguien que existe. No te aísles, un pueblo nos
espera y nosotros aquí en un nube de conocimientos. ¿Conocimientos
para qué?, para ser más ricos y de esta manera comprarnos
una casa con las mejores rejas y alarmas. ¿Y los pobres?, ¿y
los excluidos?. Que se pudran, porque yo en cada elección
voy a votar y con eso suficiente.
Cada vez más Argentina se acerca, con suma precisión,
a esos países donde la sangre suburbana pareciera ser moneda corriente.
Esas naciones donde ya ni la vida tiene valor. Si, la vida, el matar
por matar, golpear por golpear. Parecemos animales o ellos tal vez sean
los humanos.
No puede ser que jóvenes universitarios, también docentes,
pretendan frenar al delito bajando la edad de imputabilidad para
ir a la cárcel. Conociendo que es en este lugar donde el hurto se
expande.
No puede ser que digamos que un pibe de la villa esté cinco
años en la cárcel por robar una bicicleta, sabiendo -¿sabiendo?-
que los mayores ladrones, esos de guantes blancos, los mayores asesinos,
surgidos en las décadas de plomo, caminan libremente. Es más,
todavía algunos opinan y nosotros los escuchamos (a
veces los votamos). Los escuchamos, te pusiste a pensar. Tal vez no sepamos
su prontuario o nunca lo divulgaron, pero lo que sí nos muestran
son esas madres desoladas y torturadas, lastimadas de por vida y ahí
reaccionamos. Demasiado tarde, como siempre apuntando a una simple comisaría
o a gente sin recursos.
Las estadísticas no mienten. Más pobreza, menos educación:
igual a inestabilidad. Una fórmula casi perfecta para un buen
experimento. Experimento en donde cada uno de nosotros somos objeto de
prueba. Prueba para ver lo que somos. Prueba para ver si tenemos sentimientos
y si sabemos o no entender, y así ser dominados por esos impulsos
que dicen que a la barbarie se la controla con más sangre,
más plomo y más penas. Ergo mano dura.
Inseguridad ¿fuimos alguna vez seguros?. Seguro que nunca nos
mintieron, seguros nuestros depósitos bancarios, seguros nuestros
pibes en Malvinas. El tiempo pasó y la historia nos registra la
verdad (aunque a veces oculta) de que todo lo que hoy somos
es parte de lo que ayer se hizo.
Lamentablemente y como era de esperar la corrupción (nuestra
mejor amiga), se hace presente. Pero esta vez al reaccionar con el
delito el producto es muy radiactivo. Se expande y bifurca todas las paredes,
pareciera imposible de frenar.
Corrupto es el modo en que se consiguen las armas, corrupta es
la policía que intenta protegernos y la justicia que dicta
las leyes. Corrupta es la forma en que nos venden la información,
esos medios de comunicación que juegan al ritmo de las elecciones.
Así de este modo es como fomentan el caos, dominando
nuestros pensamientos y saturando nuestro conciente. Es aquí donde
nuestro criterio debe despertar, poniendo en jaque cualquier tipo de opresión.
Por que después del fin solo encontraremos el vacío, ese
que muchas familias encontraron cuando fueron consumidas por las olas de
la inseguridad. |
Lucas Forlani
Alumno de Microbiología y Lic.en Biología
Secretario de prensa y difusión del C.E.C.E.x.
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