BASE MARAMBIO 35 años de presencia
argentina
en el continente blanco
Cuando la unidad es vital para el conjunto
Los más de 3.700 kilómetros que separan Río
Cuarto de la Base Marambio en la Antártida, una de las seis permanentes
que tiene nuestro país además de ocho temporarias, nos pueden
llevar a imaginar que la vida en ella transcurre de manera tranquila y
en un marco de aventura. La realidad muestra lo contrario. La actividad
es intensa, difícil, en permanente riesgo en un medio severo donde
la naturaleza domina hegemónicamente en el cual el hombre puede
proponer, pero no disponer.
Para que la vida sea posible en esta Base es necesario aplicar
procedimientos muy ajustados y el despliegue de una tarea de equipo de
cuyo ajuste y cooperación depende la supervivencia de todo el grupo.
La complejidad del funcionamiento de la Base se ha ido acentuando con el
correr de los años, tanto por el crecimiento de la dotación
de personal y de las instalaciones como por el tipo y número de
operaciones y actividades que en ella se llevan a cabo.
Alcanzar y mantener la capacidad logística que se espera de
la base demanda realizar una tarea altamente coordinada que recorre invariablemente
caminos críticos, donde cada sector se torna vital para el conjunto.
Por ejemplo: la usina que genera la energía que alimenta los sistemas
de calefacción e iluminación debe funcionar las 24 horas
del día los 365 días del año, porque un corte de suministro
podría inutilizar por congelamiento los sistemas de cañerías,
que estallarían ante temperaturas que oscilan entre 20 y 22 grados
bajo cero y sensaciones térmicas que pueden pasar los –60°.
La temible inclemencia del clima en los meses invernales obliga a realizar
salidas al exterior siempre en grupo, con equipos de comunicación
y control de destino, salida y arribo; y contar con islas de supervivencia,
por seguridad y eventualidades. El mantenimiento permanente de la operatividad
de la pista de aterrizaje para la actividad aérea a fin de posibilitar
el contacto con el continente, con otras bases antárticas, entre
campamentos científicos y el rompehielos Irizar, o la “fabricación
de agua” que hace posible la vida humana es una tarea diaria muy complicada
en algunas épocas. También lo es realizar sistemáticamente
las mediciones meteorológicas fundamentales para todo el mundo atento
a que la Antártida es una “fábrica del clima”; o el funcionamiento
del comedor, donde mientras algunos almuerzan otros desayunan; o el manejo
cuidadoso de los residuos domésticos y derivados de las distintas
actividades que se evacuan regularmente al continente previamente acondicionados,
como el tratamiento de líquidos cloacales y el plan de manejo de
combustibles antárticos que no se congelan son sólo puntos
sintéticos de la variada actividad que desarrollan los 28 integrantes
de la dotación de la Base.
La intensidad de las actividades queda demostrada en las más
de 1300 operaciones aéreas -siempre bajo el rango de alto
riesgo - que contabilizó la Torre de control de su aeródromo
en la campaña de verano 2003/2004, al igual que la presencia de
medio centenar de investigadores y científicos de institutos nacionales,
extranjeros e internacionales.
Transformaciones: globalización e internacionalización
Los tiempos de la globalización y de la mundialización
han incidido sobre la misión de la Base y sus fines son ahora más
trascendentes. Algunos indicadores advierten sobre transformaciones en
las estrategias geopolíticas actuales superadoras de las primigenias
de ocupación permanente de un espacio en el continente con vista
a posicionar al país para fijar pretensiones territoriales. Ahora
ya no es más Base Aérea Militar Vicecomodoro, su nombre es
solamente Base Marambio.
La Dirección Nacional del Antártico, que
financia investigaciones e inversiones científicas, pasó
de la órbita del Ministerio de Defensa al de Relaciones Exteriores.
La misión de Marambio es hoy apoyar a la ciencia, la evacuación
sanitaria, el rescate y traslado de cargas y personal, entre otras. Existe
compromiso efectivo con la protección y preservación del
medio ambiente y los ecosistemas dependientes y asociados, en tanto la
“Antártida es una reserva natural consagrada a la paz y a la ciencia”.
También la colaboración entre los países con bases
cercanas y a otros que desean crear asentamientos de este tipo, como es
el caso de la República Checa, cuyos científicos este verano
hicieron base en Marambio para estudiar un terreno apto para instalar su
propia base.
Es un esfuerzo cotidiano el necesario para que los hombres de cada
dotación cumplan sus tareas en medio de insospechadas condiciones
adversas y extremas. No sólo requieren fortaleza física y
espiritual, sino poseer coraje y disposición a arriesgar la vida,
convirtiendo su supervivencia en una hazaña diaria, lo que los convierte
según palabras de Julio, un suboficial mendocino, en “héroes
olvidados, porque en el continente muchas veces por desconocimiento ignoran
nuestro esfuerzo, la significación de nuestro protagonismo y nuestro
aporte en la ocupación pacífica de un retazo de territorio
que pretendemos se reconozca para el patrimonio nacional”.
Lic. Miguel Angel Tréspidi
Coordinador de Comunicación Institucional |
El Mar Weddell y sus tèmpanos gigantes como
mudos testigos de esta visita a la Base Marambio. En el fondo, la isla
Cock Burn, donde los antàrticos guardan una reserva alternativa
de vìveres.
Vista panorámica de la Base Marambio
El cabo principal Hugo Hernán Gallardo prepara
la sonda que luego sujeta de un globo serìa lanzada a la atmosfera
para monitorear la capa de ozono.
«La usina que genera la energía que alimenta los
sistemas de calefacción e iluminación debe funcionar las
24 horas del día los 365 días del año, porque un corte
de suministro podría inutilizar por congelamiento los sistemas de
cañerías, que estallarían ante temperaturas que oscilan
entre 20 y 22 grados bajo cero y sensaciones térmicas que pueden
pasar los –60°». |