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Reflexiones sobre la violencia en tiempos de totalitarismo

 “Violencia es mentir” 
(Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota).

Una muerte duele, una muerte injusta duele aun más.  No es correcto afirmar que por el salvajismo y la impunidad de la fuerza policial, o de cualquier otra fuerza de seguridad, se deba actuar con una violencia igual y de sentido contrario, aun así debemos asistir al mediático espectáculo del linchamiento público, la violencia se manifiesta como respuesta a la impunidad.  El sentido duelo de los familiares y amigos de aquellas víctimas del anónimo “gatillo fácil” –y digo anónimo porque la mayor parte de los casos no tienen culpables condenados- no es respetado y es incitado, fomentado como fuerza de choque frente a quienes impunemente asesinan, pero este camino es errado.  La justicia no se obtiene con violencia, se obtiene con lucha, perseverancia, con amor, luchando por la vida y con el tesón propio del dolor.
   La antinomia violencia policial - violencia de las víctimas es una reafirmación de la teoría de los dos demonios. Se encubre a los asesinos haciendo ver a las víctimas como vándalos y se utiliza esta excusa para victimizar a la policía.  Es un desafío pendiente la superación de esta antinomia en caminos de construcción prudente, reflexión crítica y acompañamiento solidario de las víctimas ; el choque enérgico, la catarsis colectiva y la violencia infecunda sólo reanudan la cacería de disidentes o excluidos del sistema.
   La violencia y la intolerancia en nuestro país son engendradas desde los sectores que monopolizan la riqueza, la tierra, el dinero, la justicia y también el uso de la violencia. Desconocer ese estado de cosas impide un análisis correcto de la situación, no es que no deba darse una lucha contra la impunidad, sino que ésta debe derivar en un fortalecimiento del tejido social, no debe producirse un divorcio entre sociedad y víctimas; al contrario, ambas deben reconocerse y aceptarse para solucionar el problema de la violencia institucional y luchar concienzudamente para transformar el sistema jurídico, junto con la remoción de cuanto magistrado ampare la impunidad.
   La justicia y su administración en nuestro país no es para nada confiable, pero no por ello debe dejar de existir. Las instituciones deben ser transformadas, democratizadas y legitimadas socialmente; en este sentido la Justicia aún tiene deudas pendientes con las víctimas, pero no es a través de un regreso a la inquisición –al estilo de la ley Blumberg- que devolveremos credibilidad a las instituciones ni justicia reparadora a las víctimas.
   Las leyes de mano dura sólo son falsos fetiches de nostalgias totalitarias. La construcción de la democracia reclama una sociedad abierta, crítica, solidaria, no una pantomima de estado de derecho fundado en el espíritu de cuerpo de las fuerzas de seguridad y la administración de la justicia; el desafío es democratizar las instituciones, democratizar la Justicia, democratizar los reclamos.
   Valorar la construcción democrática en estos momentos es la mejor apuesta a futuro y la mejor vacuna contra el retorno del totalitarismo y la sociedad cerrada, sociedad temerosa que necesita restringir su libertad para sentirse segura. En estos tiempos donde el miedo deviene mano dura, la seguridad deviene negocio y los aires nostálgicos añoran el orden de los uniformes y las botas, debemos unirnos en un grito esclarecedor: ¡¡¡Democracia para todos!!!


Luciano Giuliani. Estudiante de Profesorado y Licenciatura en Filosofía, Facultad de Ciencias Humanas.

 
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