ASPURC: El estrés
El estrés es una de las situaciones más frecuentes
en estos días. Tiempo atrás era considerado el mal del ejecutivo
y del hombre de negocio; sin embargo, hoy, la mitad de la población
argentina padece este cuadro.
Ya Hipócrates, a quien se considera el padre de la medicina,
subrayó la existencia de un «vis medicatrix naturae»
-un poder curativo de la naturaleza-, es decir, la puesta en marcha de
una serie de mecanismos biológicos con el fin de defendernos de
las agresiones provenientes del exterior. Pero recién en el siglo
XIX el médico Claude Bernard investigó en profundidad sobre
la temática.
Ahora bien, ¿qué es el estrés? Es la respuesta
del organismo a un estado de tensión excesiva y permanente que se
prolonga más allá de las propias fuerzas y se va a manifestar
a través de tres planos específicos: físico, psicológico
y de conducta. La persona se sitúa en unas condiciones de vida que
la llevan continuamente al borde del agotamiento, acumulando un sobreesfuerzo
constante, una tensión emocional y/o intelectual fuerte, un ritmo
vertiginoso de vida, sin tiempo para nada. Aquí lo fundamental es
el estilo de vida.
Las exigencias externas (por lo general laborales) sumado a una persona
con estructura de personalidad que responde al tipo «responsable»
conlleva fácilmente a un cuadro de estrés. Así, tenemos
a una persona abrumada, sobrepasada en las propias posibilidades, permanentemente
desbordada, agobiada, sin un minuto libre, arrastrando un cansancio crónico.
Este cuadro, que se ha convertido en el mal de nuestros días,
llega a provocar resultados desagradables que van desde crisis conyugales,
problemas de comunicación y cambios negativos de la personalidad
hasta consecuencias que ponen en juego la vida, como un infarto de miocardio.
El estilo de vida vertiginoso, el cambio social, las exigencias diarias,
la modificación de la estructura familiar, la tecnología,
el consumismo, la realidad económica y política proponen
un cambio propicio para la aparición de este cuadro y hacen que
la persona viva en tensión permanente.
Generalmente, la secuencia sigue un orden trifásico:
A partir de allí se complejizan mecanismos metabólicos,
endocrinos y nerviosos.
Hoy, la mayoría de las personas se pasan la vida trabajando,
se suben a un ritmo febril, trepidante y todo tiene que llevarse a cabo
con urgencia, para sacarle al tiempo la mayor eficacia.
Aquí radica el error. Amor y trabajo son dos elementos esenciales
en la vida de una persona. Entonces, si trabajar es importante también
lo es descansar, lo que no significa que uno no haga nada. Propongo el
amor ordenado al trabajo. Esto nos permitirá poner en orden nuestra
jerarquía de valores.
Por este cuadro, la persona se pierde en sí misma perdiendo,
en el camino tras un objetivo, hasta la vida misma.
No olvidemos que la vida es un arte y estamos de paso. Por esto recomiendo
llevar a cabo actividades según preferencias personales, ordenarse
la vida.
Lic. en Psicología Ivana Gutiérrez
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