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Opinión
De memorias y memoriosos
(O de cómo la verdad nos hará casi libres)

Parece que en los tiempos que corren se considera importante indagar y hablar de la memoria. Algunos por la memoria misma, otros, quizás, como un intento de recuperar el pasado, aún otros, como una manera de resignificar el pasado, o tal vez, simplemente como una manera de mejor comprenderlo. Lo cierto es que parece que estamos en tiempos de hacer memoria.
Digo lo anterior en directa referencia al artículo que apareciera en “Hoja Aparte”, firmado por la Megister Zulma Larrea, Decana, en el cual, al hacer algunas consideraciones sobre hechos acaecidos en el período 1973/76, reflexiona sobre hechos, memorias y valores, de esa y de otras épocas.
Por cierto que no puedo menos que agradecer a la Profesora Larrea, Decana, el hecho de haber presentado un escrito que, a su vez, me permita este ejercicio reflexivo que puede conducirnos, al menos es mi deseo, a ensanchar el campo de la discusión propuesta. Digo propuesta porque considero, siguiendo a Silvina Barroso, que todo texto (aún con independencia de las intenciones del autor) siempre espera que se le hagan preguntas, por más que nunca las logre responder. De otro costado, también supongo que, como dijo en rueda de discípulos ese fino y proverbial ironista, el inefable Maestro Perfumo, “no sé si fue San Pablo o Saulo de Tarso el que dijo que “la verdad os hará libres””. Discusión de autoría y paternidades al margen, creo que la búsqueda de la verdad (¿será alcanzable…?) es muy posible que nos haga cada vez más libres. Y ahora volvamos al texto. A preguntarnos y respondernos sobre lo que nos sugiere el texto, ya que desentrañar las intenciones de quien lo firma escapa a mi nivel de comprensión.

El texto se abre con el comentario de un hecho puntual, cual fue la cesantía de un grupo de trabajadores no docentes, que fueran expulsados de la UNRC en el año 1975. El contar el hecho da pie para hacer consideraciones sobre el contexto de violencia, arbitrariedad y miedo ya que se vivía “el peor momento del período 1973-1976, el de la confrontación sin tregua entre las vertientes derecha e izquierda del peronismo…”.
En este punto surge el primer interrogante, y es referido a preguntarnos y respondernos sobre si cuando hablamos de la violencia, es posible acotar los límites del tema a una pequeña unidad –tanto en tiempo como en espacio- o si por el contrario, debemos apelar a estructuras más amplias para intentar la comprensión.
Adelantando opinión, digo desde ya que creo que debemos ir a estructuras mayores para intentar la comprensión no tan sólo de tan espinoso tema sino ya de cualquier otro cuyo tratamiento sea intentado con un poco de hondura.  Y desde esas estructuras mayores, sin duda, es desde donde podemos lograr alguna comprensión, digamos, más “comprensiva”. En nuestro caso, y para el tratamiento del tema propuesto, podemos (tal vez debemos) remontarnos, como para poner un punto de partida más o menos arbitrario a ese largo camino del desencuentro de los argentinos, por lo menos al fusilamiento de Dorrego. No se me escapa que otros preguntones de los textos pueden querer remontarse, tal vez, hasta Tupac Amaru, Juan Chelemin u otros jefes igualmente martirizados; otros fijarán la fecha desde el desembarco de los españoles, y quizás algunos se remonten hasta las conquistas incas. Posibilidades hay, de preguntas y de respuestas.
Pero para que la cadena retrospectiva no sea infinita, y terminemos echándole las culpas de nuestras torpezas a, por ejemplo, el venerable padre Job, digo que pongamos un punto de inicio más o menos arbitrario: Dorrego/Lavalle. Desde este punto es muy posible que podamos visualizar varias posibilidades de ejes de confrontación, sin considerar que ninguno sea excluyente de los otros ya que son sólo posibilidades interpretativas, tal el caso de unitarios/federales, poder central/poderes provinciales, ganaderos/agricultores, exportadores de materias primas/sector de la industria, etc.
Desde esta perspectiva de plantear diversos ejes de confrontación, es que el texto publicado en “Hoja Aparte” nos resulta insatisfactorio, en cuanto se queda en una confrontación secundaria y parcial, como es el plantear el conflicto únicamente entre derecha/izquierda del peronismo.  Claro, a no ser que se hipostasie al peronismo con la sociedad argentina. Tampoco parece adecuado circunscribir el espacio temporal a los años elegidos, toda vez que si de violencia hablamos nos quedaría fuera del análisis hechos como, por ejemplo y en rápido conteo, también hecho de memoria, los bombardeos a la Plaza de Mayo de junio de 1955, la revolución de septiembre de 1955, los fusilamientos del basural de José León Suárez en 1956, y pueden seguir las fechas. Sin hablar de proscripciones y persecuciones, ni de cierto decreto refrendado por prohombres que, inventando los delitos de portación de nombre y de ritmo, punía el nombrar a una persona o cantar cierta marcha que enfervoriza el ánimo. Pero es cierto, eran épocas.
Aclaro que no hago ningún juicio de valor sobre los hechos que puntualizo. Sólo quiero llamar la atención que para una mejor interpretación de ciertos hechos y actitudes, debemos contextualizarlos muy bien, a riesgo de traicionar –por omisión- el recupero integral de la memoria.

El texto publicado continúa su viaje de aventuras y sorpresas, de guiños y provocaciones (aclaro, digo provocaciones en el buen sentido), se desliza por otros cauces, tales como el rememorar una edad de ilusiones quizás ya perdidas…(oh tempora, oh mores, dijo el clásico); el “progresismo” dentro del peronismo; el “temible estilo del verticalismo” y algún otro tema tan arduo como opinable que, sin presumir de ser poseedor de ningún “peronómetro” ni de otro sucedáneo artefacto pero igualmente apto para medir ideologías que pueda tener a mano, me gustará discutir con más espacio y detenimiento en otra oportunidad. Lo que si debo compartir del texto, es aquello de repudiar que todavía “persistan conductas autoritarias y clientelísticas” en el ámbito de la educación superior. Siempre en tren de hacer preguntas al texto, habría que interrogarlo de nuevo y preguntarle por qué no se puntualizó con mayor detalle sobre esas conductas y sus autores; al fin y al cabo si lo que tenemos que hacer es “un ejercicio vigilante para que no logren torcer nuestra voluntad” se me ocurre, deberíamos empezar dando el ejemplo de una voluntad no doblegada nombrando, precisamente, a los pecados junto a los pecadores; y no precisamente para que el fuego eterno los consuma, sino con mayor simpleza para que todos podamos saber quién es quién; para que todos podamos saber quienes son los que reparten –y los que se benefician- de una suerte de “bolsones académicos” o “planes trabajar de altos estudios”. De otro modo, corremos el riesgo de incurrir en peligrosas generalizaciones que, valga la paradoja, suelen no servir más que para mantener el mismo estado de cosas que se dice combatir.
Tengo para mí, y ya como cierre de estas reflexiones, que una voluntad libre se ejerce en todo momento, sin temor a sombras ni a bultos que se meneen. Sin condiciones, de manera pura y simple. Y así notamos, quizás con admiración, como se cierra el círculo, volvemos al principio: la verdad os hará libres, como dijo Perfumo. O Saulo de Tarso.
 


Justo A. Sorondo Ovando. Director del Dpto. de Lengua y Literatura.
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