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Bruxismo y stress

El bruxismo ha crecido progresivamente en los últimos tiempos. El ritmo de vida y el stress han contribuido a acentuar esta conducta, constituyéndose en un motivo cada vez más común de consulta al odontólogo. 

El bruxismo es una actividad anormal de la masticación que se produce de forma inconsciente y suele darse de noche, aunque también puede ocurrir durante el periodo de vigilia. Es producido por un constante apretar y rechinar de los dientes debido a una contracción rítmica, repetitiva y violenta de los músculos de la masticación.
Suele presentarse en los niños de entre 4 y 6 años y tiende a disminuir con la edad, después que erupcionan las muelas permanentes y los dientes incisivos. Igualmente, puede producirse de manera leve en la mayoría de las personas, generalmente al iniciar el sueño. Estas situaciones, en la mayoría de los casos, no necesitan tratamiento.
Cuando se producen casos severos o el rechinar se mantiene constante en la adultez, las consecuencias se agravan debido a las molestias que acarrea y sus posibles consecuencias, relacionadas con el deterioro de los dientes y enfermedad en las encías.

Síntomas y consecuencias
Los síntomas más comunes del bruxismo son:
· Rechinamiento dental, severo o muy ruidoso que ocurre durante el sueño. 
· Maxilares apretados. 
· Dolor en la mandíbula o dolor de oído, principalmente al despertar.
· Alineación dental anormal. 
· Contracción muscular en la mandíbula. 
· Ansiedad, estrés y tensión. 
La intensidad y duración puede ser muy variable y pueden ocurrir varios eventos durante el sueño nocturno. 
Si bien el bruxismo no es un trastorno peligroso, puede causar lesiones dentales permanentes. Entre sus consecuencias se encuentran la erosión dental, fracturas de dientes, pérdida de movilidad dental, fatiga o dolor muscular en cara y cuello, dolores y ruidos articulares.

¿Qué lo provoca?
Existen diferentes factores que inciden en la aparición del bruxismo, por lo que conviven diversas teorías que relacionan aspectos físicos y psicológicos. En cuanto a los primeros, defectos en la mordida o algún diente roto o faltante pueden contribuir a la aparición del bruxismo. Respecto de los segundos, todas concluyen en que el stress y la ansiedad lo acentúan y, en muchos casos, pueden ser los factores desencadenantes.
Como mecanismo psicológico, el individuo tiende a somatizar la tensión psíquica en el organismo, generando diferentes dolencias según sea el órgano donde se manifieste la patología. En el estómago,  las úlceras y gastritis; en el aparato respiratorio, los accesos asmáticos; en la piel, la dermatitis seborreica o la psoriasis; etc. En este marco, la bruxomanía es la representación del estrés en odontología.
Este cuadro exige de un tratamiento que abarque todas las variables que causan la patología. Cuando se descartan los posibles factores anatómicos alterados, el abordaje debe encaminarse a tratar los aspectos psicológicos que pueden estar incidiendo. 
Las técnicas de relajación muscular pueden resultar de gran utilidad. Pueden usarse también protectores dentales que si bien no curan el bruxismo, ayudan a prevenir el daño en los dientes. En algunos casos, debe considerarse la posibilidad de psicoterapia.
Cuando el bruxismo se produce en niños pequeños, se recomienda evitar el ejercicio extenuante, los juegos muy bruscos y los programas de televisión violentos. Asimismo, un baño por la noche para ayudar a relajarlos y cambiarlos de posición mientras duermen si se detecta que están rechinando los dientes, son medidas que ayudan a controlar el problema.

Fuentes: www.tuotromedico.com; www.icqmed.com; www.zonapediatrica.com; www.apo.com.ar. 

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