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Bioética en la Universidad

La emergencia de la bioética en la década del 60 la convierte en una disciplina relativamente nueva que, sin embargo, ha expandido su horizonte de modo tal que ya no se limita a la reflexión sistemática sobre los problemas morales que surgen en el campo de las ciencias médicas y biológicas sino que sus principios originales – autonomía, justicia y beneficencia – son actualmente aplicados a la ética de la mayoría de la disciplinas académicas. 

La internacionalización de la bioética se remonta a 1985 cuando el Consejo Europeo reunió un comité de expertos con amplia consultoría internacional para establecer lineamientos sobre cuestiones bioéticas centrales. En 1993 UNESCO formó un Comité Bioético Internacional, y desde 1997 existe una Asociación Internacional de Bioética cuyo primer presidente fue el reconocido bioeticista Peter Singer. Actualmente existen centros e institutos de bioética en todo el mundo y en muchas universidades de Europa y los Estados Unidos la aprobación de un curso en bioética es requisito indispensable para la graduación. 

Por otra parte, el tratamiento mediá-tico de ciertos temas que conmueven a la opinión pública, como la clonación o la eutanasia, popularizan aspectos tradicionalmente reservados a la privacidad de los laboratorios, del ámbito familiar o de las argumentaciones legales. Esto, más allá de la mayor o menor seriedad con que los medios tratan estas cuestiones, tiene como efecto positivo la instalación de preguntas básicas que nos conciernen como seres humanos y como miembros de una sociedad que debe enfrentar constantemente nuevos desafíos que se suman a los ya existentes. Muchos de estos problemas se encuadran dentro de lo que la filósofa e investigadora argentina Florencia Luna llama bioética ‘sexy’ que tiene que ver con las manipulaciones genéticas, los problemas ambientales, la inteligencia artificial, los organismos transgénicos; es decir, todo aquello que aparece como misterioso, desafiante, atrayente. Paralelamente, según la Dra. Luna, hay una bioética ‘aburrida’ y que sin embargo está más próxima a nuestra cotidaneidad ya que se relaciona con la privacidad, la prevención, el rol del Estado, la pobreza, la desnutrición, la deserción escolar, la discapacidad, la ancianidad, la muerte digna, los riesgos del tabaquismo y otras adicciones, etc. 

Tal dimensión abarcativa de la bioética presenta nuevas exigencias a la educación superior que debe formar profesionales con imaginación moral, capaces de reconocer dilemas éticos, de utilizar estrategias de análisis, de desarrollar el sentido de obligación, compromiso y responsabilidad para reducir la brecha existente entre los avances científicos y tecnológicos y el progreso moral de la humanidad. No se debe suponer que los expertos tienen las respuestas a mano, ni tampoco que el mero pensamiento abstracto, aunque es intrínsecamente estimulante, pueda brindar resultados concluyentes. Es más bien de la confluencia de ideas que surgirán las mejores contribuciones para la toma de decisiones y será el mejor motor para la acción. Es por ello que la Universidad, rica en diferentes campos del saber, se encuentra en una posición única para enfrentar los retos de nuestro tiempo, no solamente a través de la actividad diaria dentro de las aulas, sino también generando espacios de debate en el ámbito de la sociedad, a fin de promover los valores fundamentales de la vida desde una perspectiva integral científica y humanística. 

Mgter. María Cristina Boiero de De Angelo. Centro de Estudios y Actividades para una Cultura de la Paz. Facultad de Ciencias Humanas
 
 

 
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