Opinión
¿Por qué educar en bioética?
William Smith, del Instituto de Biología Woodrow Wilson, utiliza
la palabra «bioshock» para describir el impacto de los avances
científicos producidos desde finales del siglo XX que indudablemente
modifican nuestra visión de la vida y de la naturaleza y reafirman
la predicción de que el siglo XXI será el siglo de las ciencias
de la vida. El término no podría ser más adecuado.
Sin embargo, esta biotecnología que expande nuestro conocimiento
y nos da nuevos poderes y libertades, nos abruma al mismo tiempo
con nuevas responsabilidades cuando la situamos en el marco de una sociedad
inequitativa y de un planeta cuya supervivencia se ve amenazada. Hay una
relación inversa entre el acceso a los beneficios de la tecnología
y el mejoramiento de la calidad de vida de todos los habitantes del planeta;
relación que se reproduce cuando se habla de biotec-nología
y protección de la biodiversidad. En efecto, los ideales de bienestar
para la humanidad y de desarrollo sustentable se hacen añicos ante
un panorama de guerras, pobreza, deforestación, contaminación,
pestes, extinción de especies, y otros males que podrían
‘explicarse’ por la particularidad del “homo sapiens” en ser virtualmente
el único dentro del reino animal que carece del sentido de protección
instintiva por su propia especie 1.
¿Qué implica el panorama anterior para la educación?
Básicamente que, además de impartir las enseñanzas
disciplinares, los maestros y profesores deberán hablar de bioética,
la “más sublime de las éticas aplicadas”2 a fin de instilar
en los estudiantes el respeto y adhesión a los principios éticos
básicos y desarrollar una actitud positiva hacia la reflexión.
En el ámbito universitario, el refuerzo de los valores de los futuros
científicos no solamente les permitirá mantener su integridad
científica y asumir su responsabilidad ética y social, sino
que también adquirirá una dimensión global, ya que
las decisiones que ellos tomen pueden tener consecuencias de largo alcance
en el espacio y en el tiempo. En muchos países la inclusión
de la bioética en las universidades e instituciones de educación
superior ya es una realidad (principalmente en las Facultades de Medicina);
sin embargo, no sucede lo mismo en las escuelas secundarias y menos aún
en la educación primaria, pese al impulso de la UNESCO que, entre
otras acciones, en el Artículo 20 de la Declaración Universal
sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, adoptado unánimemente
por 186 Estados Miembros en 1997, establece: “Los Estados tomarán
las medidas adecuadas para fomentar los principios establecidos en la Declaración,
a través de la educación y otros medios pertinentes, y en
particular, entre otras cosas, la investigación y formación
en campos interdisciplinarios y el fomento de la educación en materia
de bioética, en todos los niveles, particularmente para los responsables
de las políticas científicas.”
Ahora bien, es importante tener presente el contexto en el que se habla
de bioética, pues el ‘preciosismo académico’ o la ‘asepsia
moral’ que caracteriza a la bioética de los países desarrollados
se convierte en un discurso vacío ante la pobreza, la marginalidad
y la expoliación de los recursos naturales de los países
subdesarrollados. Inclusive el precepto aparentemente incuestionable
(aunque ciertamente incumplido) de ‘preservar la naturaleza para las generaciones
venideras’ tendrá poco o ningún significado para una vasta
proporción de la población mundial que, bajo el flagelo del
hambre, está condenada a morir sin descendencia. Ante realidades
como éstas, debe levantarse una bioética militante, comprometida,
que aúne pensamiento y acción, con una proyección
educativa y social, no sólo en la academia sino también en
la comunidad y en las escuelas, para formar un nuevo perfil humano que
revierta las enfermedades sociales y ambientales. Tal cruzada educativa
implica capacitar al ciudadano, promover un foro para el debate y la discusión
comunitaria, facilitar un proceso social por el cual la comunidad evalúe
continuamente lo que se hace dentro de la sociedad y ejerza el control
de acuerdo con los valores centrales de esa sociedad. La acción
pedagógica, por lo tanto, debe ser uno de los eslabones más
fuertes en una cadena de acciones que en conjunto muevan al mundo hacia
un futuro sostenible.
1 Uno de los cuatro síntomas patológicos
reflejados en la desastrosa historia de la humanidad según Arthur
Koestler, citado por Bernard Crick Essays on Politics and Literature, Edinburgh:
Edinburgh University Press, 1988, p. 68.
2En opinión de Javier Luna Orozco, coordinador
del Comité Nacional de Bioética de Bolivia. |
Mgter. María Cristina Boiero de De Angelo
Centro de Estudios y Actividades para una Cultura
de la Paz
Facultad de Ciencias Humanas. Co-organizadora de
las IV Jornadas de Bioética
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