Historia regional
Marcas del pasado en el presente de la Villa de la
Concepción y el proceso de reorganización territorial en
la modernidad
Fue presentada recientemente una nueva edición, la octava,
de la Revista de la Junta Municipal «Cuarto Río». En
este marco, María Rosa Carbonari, docente del Departamento de Historia
de la Facultad de Ciencias Humanas-UNRC presentó un trabajo sobre
marcas del pasado en el presente de la Villa. A continuación, un
resumen del informe.
«Vivimos en un mundo en que mapas y calendarios ordenan
nuestras vidas. Mapas y calendarios hacen referencia a dos coordenadas
construidas por la civilización occidental para situarnos. Mientras
que los mapas, con sus paralelos y meridianos, son representaciones espaciales;
las cronologías, periodizaciones y los calendarios son representaciones
temporales. Ambos nos ofrecen una orientación estática, casi
cronométrica (heredera de la Ciencia Moderna) para comprender la
realidad temporo-espacial de manera disociada. Ello se ve reflejado en
el establecimiento del damero inicial y en la valorización de todos
los rincones. En ese cuadro, del espacio urbano, eje central es la plaza
y a su alrededor están los poderes que dominan.
En ese sentido, el damero es la cuadriculación del espacio al
que recurren los distintos poderes y sobre el cual conviven o luchan por
mantener su hegemonía, real o simbólica. En nuestro caso,
con la conformación urbana de la Villa, se colindaron en su centro
el poder político laico (el cabildo) y el poder de policía
(la cárcel), junto al poder espiritual (la iglesia) y las casas
de los «vecinos» propietarios «donantes» (la elite
local que controla los distintos poderes). Luego, cuando el capital comercial
invadió, éste buscó el dominio del espacio central
y se instaló en los comercios a su alrededor.
Pero en esa dinámica, posteriormente
nuevos propietarios disputaron el espacio central con la destrucción
de «antiguas» casas para la construcción de edificios
cuyas alturas competían con la torre de la Iglesia (símbolo
del antiguo poder que no puede ser derrumbado). A ello se sumó el
capital financiero, presente a través de los edificios bancarios.
Así, cada construcción nueva implicó una pulverización
del pasado, en función que el espacio (la futura rentabilidad económica)
resulta más valorizado que la propia historia de ese espacio (obsolescencia
y obstáculo a ser superado).
La base del damero, ese trazado inicial de veredas y calles
angostas, es una de las marcas más significativas del pasado urbano
colonial: Pero de él renegamos y pretendemos ampliarlo con calles
adecuadas a la modernidad. A diferencia de otros centros urbanos
(con relocalizaciones) que pueden diferenciar entre su casco histórico
o centro histórico y su centro comercial o parte nueva, aquí
pareciera que el comportamiento fuera siempre destruir lo viejo para construir
lo nuevo». |
El centro de la ciudad
«Río Cuarto dejó de
ser la ciudad mediterránea, chata uniforme de principios de siglo,
con balcones barrocos y torres almenadas. Afloró al presente con
pujanza de progreso del siglo XX, con conquistas espaciales y viajes interplanetarios.
Inquieta en todas las manifestaciones, no fue ajena al adelanto edilicio
de las grandes urbes. Y se mostró pletórica de inquietudes
y anhelos.
Y así fue como surgieron los primeros «rascacielos»,
monumentos de acero, hierro, mampostería y vidrios abiertos hacia
el infinito. Las miradas se elevaron hacia arriba de los techos y se encontraron
con andamios y estructuras de hierro y cemento. Y fueron formándose
lentamente las primeras fisonomías de mampostería y vidrios.
Primero fue, allá por el año 1952, el Grand
Hotel Río Cuarto, que constituyó el primer paso de avanzada
en el progreso edilicio. Luego le siguió el «Delta»y
más tarde, el «Opera», ubicado en la intersección
de las Calles Sobremonte y Belgrano. Triología maravillosa del quehacer
riocuartense, proyecto al futuro. (En Folletín del Día de
la ciudad de Río Cuarto, 1967. Municipalidad de la ciudad de Río
Cuarto).
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