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Opiniones
Gobierno Universitario y Dogma

En esta nueva instancia reformista el debate político alcanza sus mayores picos de tensión cuando se introduce en la composición de los órganos de gobierno. Y es natural que así ocurra, ya que al hablar de gobierno se habla de la forma organizativa con que se ejerce el poder político y además, ya se sabe, quienes detentan ese poder rara vez lo ceden graciosamente por las vías argumentales. Creo no equivocarme si digo que la inmensa mayoría de los individuos que integramos esta comunidad universitaria, incluyendo muchos compañeros docentes, cuestionan la distribución inequitativa del poder universitario la que otorga mayoría absoluta de decisión a un solo claustro, el de docentes. Verificar esta  afirmación demandaría de una simple consulta popular. Y así legislar en consecuencia con la realidad. Esto no va a ocurrir.
Es dificultoso encontrar en la forma de gobierno de la Universidad, algún parangón con lo que se entiende por democracia, sea ésta representativa o directa.  Solo reconozco estos aspectos en la organización interna con que algunos claustros, no todos, se expresan políticamente, y poco más. Ponderaciones, excesivas representaciones territoriales, difusa división de poderes, distritos superpuestos para algunos claustros, cercenamiento de derechos políticos para vastos sectores son algunos ejemplos que alejan a la universidad del concepto de democracia en cuanto a sistema de gobierno. Las propias características de la institución darían una definición más acertada si decimos que es una comunidad organizada bajo los principios de la cogestión de sus claustros.  Si convenimos que dichos estamentos comparten objetivos institucionales,  es natural concluir que tengan representación igualitaria. En su defecto es necesario argumentar que algún claustro no comparte  aquellos objetivos, lo que justificaría arrogar mayores atribuciones para otros, que de hecho serían los garantes de los fines establecidos. 
Encuentro esta concepción en  algunos discursos que defienden el actual estado de las cosas.
Entre estos, se destacan las referencias a los fines educativos de la Universidad y a los distintos grados de responsabilidades que surgen de los mismos. Encuentro aquí razonamientos indiscutibles pero que a través de la manipulación discursiva se transforman en justificaciones engañosas. 
Así ocurre cuando se hace referencia a las responsabilidades. La universidad, en cuanto comunidad, se integra con tres sectores activos, los que asumen las responsabilidades funcionales propias. Cuando se extiende esa responsabilidad a la acción de gobernar, se asume que existe competencia sobre ellas. Ahora bien, ¿por qué la función docente tendría entre sus competencias la de una mayor responsabilidad de gobierno? 
Pareciera ser que la respuesta viene dada por los fines de la Institución. El hilo conductor sería: las universidades existen para generar, transmitir y compartir conocimientos, luego el sector docente tiene mayor responsabilidad de decisión.
Es obvio que es de total responsabilidad docente decidir cómo se genera, cómo se comparte y cómo se transmite el conocimiento.
Pero se transforma en una justificación engañosa cuando se traslada esta responsabilidad al gobierno de la institución, lo que comprende, entre otras cosas, organizar, gestionar y conducir los recursos necesarios para la consecución de los fines.
Nuestra planta docente posee alta idoneidad para conducir el proceso de enseñanza-aprendizaje. Y así se reconoce.
Pero convertir esta idoneidad en una condición necesaria y suficiente para gobernar no es un argumento irrefutable. No para concitar la adhesión de mi voluntad, la que entiende que gobernar no es patrimonio exclusivo de ningún sector social. 
Si excluimos el dogma de la idoneidad irrestricta, no encuentro causa de aceptable razonabilidad que legitime la actual distribución del poder universitario. Y  se sabe, en política, lo que no es legítimo es cuestionable. Así, retomando el concepto de institución cogestionada, no puedo dejar de avalar una distribución de poder político más equitativo, tendiente a la representación igualitaria de los claustros, para la formulación de un proyecto de universidad nacional y popular.
Se ha dicho con pretendido ingenio metafórico: “No por cortar todas las fetas de mortadela del mismo tamaño el fiambre será mas rico”.  Lo que importa es que en todos los casos, siempre, será más justo.
Y de eso es lo que se trata.
 



Eduardo Tello. 
Claustro No Docente

 
 
 
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