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De canillita a profesora de Matemática
Pasado, presente y futuro en la mano

Mientras trabajaba de canillita repartiendo diarios en la Universidad, alentada por el personal del Registro de Alumnos de la Facultad de Ciencias Exactas, decidió emprender el sueño de empezar su carrera universitaria. Finalmente, a los 43 años logró su objetivo: Gabriela Pérez egresó de la carrera de Profesorado en Matemática. 

Gabriela, ejemplo de horizontes elegidos y proyectos en marcha, pese a las dificultades y contratiempos por ser madre de tres hijos (Valentín, Gabriel y María) y el tiempo que hacía que no estudiaba porque ya transitaba los 37 años de su vida, eligió el saber como sustento para el próximo paso y comenzó su carrera universitaria.
“Al principio tenía miedo por la edad, de encontrarme con chicos jóvenes y no me podía sacarme de la cabeza como podían reaccionar ellos y como me iban a tratar, pero finalmente me inscribí”, cuenta Gabriela, quien al igual que dos de sus hijos había empezado a desempeñar el rol de estudiante.
Todos los días, bien temprano, a las cuatro de la mañana Gabriela se levantaba para ir a buscar los diarios y realizar el primer reparto en el centro de la ciudad, luego cuando promediaba la mitad de la jornada matutina atendía un kiosco, que más tarde dejaba al cuidado de una joven que la ayudaba y partía hacia la universidad para iniciar el segundo reparto de diarios y revistas y asistir a clase.
Gabriela dice que siempre se fijó metas cortas y alcanzables. A pesar de estar al cuidado de sus tres hijos y atender un kiosco y repartir diarios y revistas, de a poco se fue adaptando la vida a la universitaria. “Tenía mis compromisos, mi vida, pero no quise adaptar la universidad a mí, siempre traté de adaptarme a la universidad”, comenta Gabriela.
En su inserción a la vida universitaria, otro de sus miedos  era el tema de la competencia y la integración al grupo de jóvenes estudiantes, ya que ella hacía veinte años que había finalizado el secundario. Al respecto, Gabriela cuenta que “tenía miedo de cómo me iban a recibir, cómo me iban a tratar. Muchas veces se escucha el tema de la competencia con respecto a las notas, pero estoy muy agradecida al grupo de estudio porque jamás pasó eso, además yo me había propuesto no compararme con nadie porque traía otra vida. Un mes de estudio de un joven de 20 años no es lo mismo que un mes de estudio mío.”
Satisfecha por el objetivo alcanzado recuerda -mientras se le escapa una sonrisa- aquel día que una profesora pidió los números de documentos y “todos empezaban con 28, 26…y el mío con 14, pero bueno esa vez nadie se dio vuelta, nadie miró y yo contenta y aliviada”.
Gabriela, quien atendía un kiosco y organizaba los horarios de reparto de diarios en la universidad acorde a las horas de clase, dice que desde siempre tuvo interés por matemática. “Siempre me gustó la matemática, desde el secundario que me interesaba y me sedujo la idea de investigar sobre los problemas de la enseñanza en el secundario, por qué pasan esas cosas, eso y la estadística es lo que más me gusta”, dijo Gabriela.
Ni bien terminó el cursado de la carrera decidió dedicarle menos horas a su actividad de canillita y comenzó a dar clases particulares y apoyo a estudiantes del nivel inicial y medio.  Ahora, lejos del kiosco, con el título de Profesora de Matemática y “agradecida por el apoyo de la Universidad y los docentes”, se desempeña como ayudante de segunda en nuestra Facultad y profesora de matemática en el IPEM 258 de La Base.


Tres hijos, diarios, revistas. Gabriela también le hizo lugar al estudio y hoy es profesora de Matemática.
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