Las sociedades han encomendado a las escuelas la “formación de las nuevas generaciones “.
Tarea compleja y sujeta a múltiples interpretaciones porque formar 
a las nuevas generaciones puede ser entendido como "prepararlas para el trabajo", "darle los rudimentos del saber", "formar al ciudadano", "ayudarle a construir el conocimiento científico"...
 
Estas respuestas históricas, que se pueden encontrar como finalidades de la educación surgida de decisiones políticas, también son comunes en la bibliografía científica sobre el tema, ya que las propuestas sociológicas, pedagógicas y didácticas se piensan desde dichos planteos, aunque a veces no se expliciten. 
Cualquiera sea la respuesta, esta pregunta cerca de lo que se entiende por "formar a las nuevas generaciones" remite a la problemática del "contenido educativo", que cobra singular importancia dada la situación socio-económica actual. 
En esta actualidad caracterizada por el avance del liberalismo, el empobrecimiento, la globalización, la concentración del poder, la linealidad ideológica,  el desinterés por lo colectivo, el exacerbado individualismo, adquiere relevancia  la problemática de lo educativo, de lo curricular,  y especialmente la selección de contenidos. 
Dejando de lado, las finalidades educativas enunciadas políticamente y las propuestas operativas de las ciencias de la educación, reflexionaremos sobre la tarea, verdadera encrucijada del docente, que implica la selección del contenido educativo, ya que como dice Diaz Barriga A. “... existe un cierto descuido en el tratamiento de la cuestión de los contenidos...” y a la vez una delegación de esta tarea por parte del docente en especialistas, que operan en los Ministerios de Educación elaborando los currículos,  y en las editoriales preparando los textos de enseñanza y aprendizaje. Se delega con ello un compromiso esencial de la tarea docente. 
El docente que hoy reduce su acción a organizar actividades y estrategias de enseñanza, tendría que estar recuperando los espacios de decisión que le imponen su compromiso social, especialmente su compromiso con los contenidos educativos, que es de una doble naturaleza: epistemológico y ético. 
Podemos preguntarnos acerca de este doble compromiso del docente. 
Generalmente se acepta que el contenido educativo se refiere a los conocimientos y específicamente a los conocimientos científicos, como  los “mejores” conocimientos para la formación de un sujeto social, en tanto ellos proveen una explicación y comprensión de la realidad y un ajuste del comportamiento a ella, que aparece como el más preciado en esta civilización científica,  técnica e informática. 
Este supuesto valioso por cierto, ha dado lugar a numerosos planteos didácticos, llamados didácticas especiales, fundadas en la epistemología, la filosofía y la historia de la Ciencia. 
Fue el científico, el que recuperando el supuesto del valor de la ciencia para la formación de las nuevas generaciones, y manifestando un interés especial por la educación, los que han elaborado las propuestas didácticas, llegando algunos de ellos a reconocer los valores que sustentan al conocimiento científico. 
Valiosos los estudios, meritorias las intenciones, pero creemos que hay que profundizar el análisis del contenido educativo, para asignarle un justo valor. 
Creemos que la cuestión del contenido, excede la esfera del conocimiento y plantea problemáticas sociológicas y axiológicas ineludibles, ya que la selección, en tanto implica la formación de una nueva generación para una sociedad situada históricamente (en un aquí y ahora social, cultural, económico, político, científico...) tendría que asentarse y justificarse desde una reflexión interdisciplinaria, histórica situacional, cargada de contenido ideológico, que responda: 
-Cuál es la sociedad y hombre deseado y con ello al “por qué” y “para qué” educar.  
-Cuales son las fuentes y los contenidos educativos necesarios para formar dicho hombre, respondiendo al “qué” enseñar y aprender. 
-Cómo se apropian de dichos contenidos educativos, los sujetos que aprenden, desde los cuales pueden elaborarse algunos “como”. 
La selección de contenidos implica respuestas que van aportando la sociología, la psicología, la epistemología, la axiología... y moviliza planteos esenciales del campo de la cultura en el que se destacan los valores como concepciones de lo deseable relativas a características individuales o de un grupo y que orientan las modalidades y el sentido de su acción. 
Compromiso epistemológico ineludible, pero también compromiso ético irrenunciable, el que debe asumir un docente que se precie de tal, cuando asume la tarea docente y especialmente la elaboración curricular y la pedagógica. 
La tarea docente entonces, remite necesariamente a los valores, y centrándonos en él, podemos afirmar que remite a los valores en una doble dimensión: 
Los que justifican los fines educativos. 
Los que orientan la elección de principios de procedimientos legítimos (Stenhouse) posibilitando la internalización de los mismos. 
Afirmamos esto, porque reconocemos que la enseñanza como actividad intencional  consiste en una influencia que se traduce  en proponer -cuando no imponer- significados sobre la realidad a través del conocimiento y las formas en que este se hace accesible a los estudiantes y está dirigida por ciertos fines que sugieren la dirección en que habrán de situarse las actividades educativas. 
Los fines de la educación, que tenían una relevancia especial hasta el desarrollo de las “ ciencias de la educación” y de la “ tecnología educativa”, perdieron con ella su significación y se convirtieron en expresiones de resultados deseados de aprendizaje, importando más su formulación y derivación técnica, que su contenido axiológico. 
La reflexión sobre los fines es recuperada por las teorías críticas, y su preocupación refleja una doble dimensión, la de los valores que sustentan y la de los criterios éticos valorativos que entran en juego en las decisiones. 
La acción docente, como vemos está atravesada por valores, ellos sustentan los fines, desde ellos se identifican los fines (intencionalidades) deseables, pero además los valores dan lugar a principios de procedimiento que como los define Angulo, son criterios de actuación que delimitan las acciones educativas admisibles y legítimas del conjunto entero de las posibles. 
Sintetizando:  el docente, no sólo selecciona conocimiento y con ello una significación de la realidad, sino que también, desde su postura ética valorativa, asume intenciones educativas y seleccionar formas concretas de enseñar y aprender y con ello traslada a la prácticas principios éticos. 
La acción materializa el sustrato ético del fin educativo, que no puede ser entendido como objetivos o productos finales en relación con unos medios adoptados, sino como maneras “siempre discutibles de hacer unas cosas en lugar de otras y de hacerlas de ciertas formas".  
Los principios de procedimientos son principios prácticos a través de los cuales la ética de los fines educativos se realiza en la acción. Afirma Reid “No alcanzamos ideales,  obramos con arreglo a ellos”. 
La relación entre la norma ética y la acción educativa es la que diferencia la racionalidad de la acción práctica de la racionalidad de la acción técnica. 
Con ello afirmamos que los docentes enseñan no sólo por los conocimientos que seleccionan sino que también forman por las maneras en que enseñan. De allí su doble compromiso; epistemológico, con los conocimientos, y ético, con los valores que movilizan con sus procedimientos de enseñanza. 
Una pregunta final, ¿qué principios de procedimientos aparecen como valiosos?. 
Recordando que la selección de contenidos educativos se realiza en una situación concreta (institucional y social), que plantea imagen-objetivos de hombre en función de una sociedad posible y deseable y que en este momento histórico la sociedad democrática aparece como la más valiosa, podríamos afirmar que se consideran valiosos los procedimientos didácticos  movilizadores de procesos de interacción y discusión  informada que permita además la discusión razonada y la discusión crítica de los participantes. 
Aparecen como natural, aquellos que posibilitan la asunción democrática de roles; respeto por el otro y por la diferencia, pensamiento pluralista, actitudes cooperativas y de participación, construcción social del conocimiento. 
Difícil y comprometida la tarea docente, que lo define como un sujeto social activo en la toma de decisiones que lo involucran epistemológica y éticamente. Importantes las reflexiones sobre los contenidos educativos en su doble vertiente, porque en estos últimos años se ha enfatizado el aspecto epistemológico y  casi se ha olvidado, en un afán instrumentalista y neutral el compromiso como los valores. 
En este momento de necesidad de recuperación de los planteos éticos, en toda las actividades sociales, en la tarea educativa dicha recuperación es urgente y necesaria, precisamente, por la misión encomendada por la sociedad a las escuelas : “la formación de las nuevas generaciones”. 

(*) Gladys Schwartz               
Didáctica y Práctica  de la Enseñanza   
Dpto. de Ciencias de la Educación                                                           
Facultad de Ciencias Humanas - UNRC