La Universidad, como  reformista que es, apasiona a Raúl Alfonsín. Nada que interese a esta institución universal de los conocimientos le puede ser indiferente. 
En la Universidad Nacional de Río Cuarto, donde recibió el máximo título académico que otorga la casa de altos estudios, habló de la «Universidad del Siglo XXI». 
Emocionado sin duda por la distinción y en medio del entusiasmo de los jóvenes «franjistas», que ven hoy en él a un líder incorruptible, sostuvo que en «las puertas de un nuevo siglo y un nuevo milenio es lógico que nos preguntemos, haciendo un alto en el camino, qué nos depara para el futuro». 
Luego afirmó: «Preguntarnos por la sociedad y sus instituciones en el siglo XXI tiene un sentido especial porque en estos últimos años del siglo XX estamos viviendo transformaciones que se proyectan hacia el futuro y cuyo último sentido debemos comprender y desentrañar». 
En medio de algunos carraspeos, producto de una lectura rítmica de su discurso, Alfonsín señaló que «el conocimiento juega un papel central en el proceso histórico contemporáneo. Es por ello que las instituciones del conocimiento, entre las cuales la Universidad ocupa un lugar predominante, resultan ser esenciales como instrumentos para que la sociedad pueda cumplir con sus propósitos». 
 «En este punto, preguntarnos por la Universidad del siglo XXI equivale -subrayó- a preguntarnos por el país del siglo XXI y su destino en el conjunto de las naciones». 
Luego Alfonsín se refirió a la Sociedad del Conocimiento, concepto con el cual calificó la época actual. 
En este marco, citó a varios documentos internacionales, como el Informe de Europa y la Sociedad Global de la Información, el Libro Verde y los autores Daniel Bell y Carlos Fuentes, y el especialista estadounidense James Duderstadt, entre otros. 
Afianzó luego el concepto de que «las universidades, desde el comienzo de su historia, son instituciones del conocimiento. Ellas están llamadas a ocupar un lugar central en los procesos que transforman hoy nuestras sociedades», destacó. 
En este marco, citó al experto en educación Burton Clark, y se remontó al nacimiento de las universidades, pasando por la universidad medieval reformada en Europa en el siglo pasado y por el modelo de la universidad napoleónica. Para seguir con las citas, en este caso nombró a Immanuel Kant y retomó un informe de la UNESCO. 
En su disertación hubo naturalmente un espacio para el modelo universitario argentino, haciendo pie en la reforma del ’18, y luego enderezó su discurso hacia la universidad en la Sociedad del Conocimiento. 
En este sentido, dijo que «en todo el mundo la universidad tiene un papel nuevo a cumplir ante la consolidación de la sociedad del conocimiento», y agregó que «si la sociedad está en plena mutación, forzosamente lo están las universidades y todo el sistema de educación superior, lo que -dijo- conlleva ciertas paradojas inevitables». 
Al referirse a ellas, retomó algunas mencionadas por la UNESCO, como son «una manifestación de la educación superior a contrapelo de una reducción de los recursos económicos, materiales y humanos asignados; la intensificación de los mecanismos de exclusión; el aumento del índice del desempleo; la necesidad de internacionalizar, por una parte, y la de contextualización, por la otra; y la existencia de menos investigaciones efectivas referidas a problemas locales de resolución urgente». 

La Universidad del Siglo XXI 
«Cómo será la Universidad del siglo XXI», se preguntó el ex presidente, a la vez que se respondió: «Seguramente existirán los campus universitarios, pero al mismo tiempo se producirá un enorme incremento de la educación a distancia. Se expandirá lo que se conoce como universidad virtual, basada en la informática y en las telecomunicaciones», vaticinó. A la vez, dijo que «la Universidad del siglo XXI deberá afrontar el desafío de resolver la relación entre educación y trabajo». 
Además, adelantó que «la universidad formará parte de un complejo sistema de educación superior que estará orientado a ofrecer distintos tipos de capacitación». 
Dijo luego que en el futuro «el funcionamiento pleno de las universidades será cada vez más compatible con una alta eficiencia en la gestión, con transparencia y con elevación de la calidad de las instituciones de educación superior». 
Finalmente Alfonsín, recurriendo a la Carta a los Argentinos de la Alianza, resguardó «la intangibilidad de la autonomía plena de las universidades», «el co-gobierno universitario» y «la gratuidad de los estudios de grado». 
El aplauso de quienes habían ido a escucharlo coronó su paso por la Universidad. El acto había concluido. 
Su figura entrada en años no desilusionó por su verba firme, que entusiasma más a los jóvenes que a los mayores; a parte de éstos últimos no pudo dar «de comer, curar o educar» con la democracia, como él preconizó en su gobierno. Pero revivió una impronta de su sello: no dejar morir los ideales. 

 (*) Nicolás Angel Florio