Creo en un  país que sea cuna, hogar y escuela en cuyo pizarrón quede inscrito para siempre nuestro derecho a la vida, adquirido por el sólo hecho de haber nacido y los demás derechos que nos atribuye la ley por haber nacido aquí y no en otro sitio.  Creo en un país donde el joven sea respetado como el adulto, la mujer como el varón y el pobre como el rico, el indio, el negro y el mestizo como el blanco, es decir, un país donde no haya más privilegiados que los niños. Creo en un país independiente y soberano capaz de trazar libremente en la mano abierta de la Patria, la línea sin interrupción, ni final de su destino. 

Creo en un país donde cada uno de nosotros sea parte del Estado y le exija educación y salud a cambio de su trabajo y no sólo un salario que no alcanza para pagar el desayuno, la flor o el ataúd. Creo en un país que ama la paz, la busca y la defiende porque sabe que victorioso o vencido, en la guerra es siempre el pueblo quien llora sus muertos y paga las facturas del destrozo. Creo en un país de fronteras definidas para saber donde queda la puerta de calle y donde la puerta del vecino para llamar a ambas, abrirlas de par en par y que entre por fin la luz del nuevo día.  Creo en un país donde el ser humano sea el punto de partida y destinatario del esfuerzo de quienes hacen las leyes y de quienes las aplican, y en donde la justicia vea la verdad aunque para ello debamos arrancarle la venda que lleva mil años en los ojos.  Creo en un país del futuro donde hayamos cuidado la tierra, la atmósfera, el agua limpia, como la madre que lava las sábanas para que nazca el hijo. 

Creo en un país donde la armonía de palabras, sonidos, cuerpos, formas y colores, sea el milagro repetido cada día para todos y entregado a manos llenas como la lluvia, como los sueños, como los panes.  Creo en un país esplendoroso por la multiplicidad de su población y de su geografía, donde cada persona, aldea, ciudad o provincia, tenga el orgullo de haber formado, con su diversidad y diferencia, la Patria única, que les debe mucho, la Patria a la que le deben tanto. 

Creo en un país donde los jóvenes, con un diploma firmado por la nación, tengan el gozo de haber reparado las cuarteaduras de la República, borrado las manchas de la historia y sanado las heridas del pueblo, lastimado muchas veces por el poder y la pobreza.  Creo en un país que encauce la fuerza y el ingenio de todos sus habitantes, la reconstrucción moral y material de toda la Patria, rota como una cometa de agosto por el viento de la calamidad y por los hombres. 

Creo en un país donde seamos capaces de mirar sobre el hombro la ruina que queda en nuestra espalda, donde construyamos un paisaje luminoso para todos, donde veamos la luz que está adelante y nos espera al final del túnel largo”. 

Creo que ese país es éste. Creo en este país”. 
 

«Cabezas» Oswaldo Guayasamín 
Nació en Quito en 1919, en el seno de una familia humilde.  En 1941 se graduó como escultor y pintor en la Escuela de Bellas Artes, en la capital, y desde el principio tuvo problemas políticos por su visión de la realidad ecuatoriana y su enérgica manera de traspasarla al lienzo.  Con su pincel supo plasmar la rebeldía del indio, su miseria y su explotación.  

(*) por   J o r g e   E n r i q u e   A d o u m  
Escritor ecuatoriano